Valen Bailon

Operación Best Seller


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      En el capítulo anterior hablábamos de la importancia de encontrar un espacio en el que estés tranquilo y en armonía para poder empezar a escribir, pero lo cierto es que con eso solo no basta. Para que la escritura fluya de verdad, debes crearte también tus propios hábitos.

      Igual que antes decíamos que cada escritor encuentra la tranquilidad que necesita en un lugar concreto, cada uno tiene unos hábitos, unas manías y unos gustos determinados. De manera que lo que les funciona a unos no tiene por qué ser válido para ti.

      Hay autores a los que les gusta escribir de día y a otros, de noche. Asimismo, mientras que algunos prefieren ponerse a primera hora de la mañana, que es cuando se sienten más despiertos y con más energía, otros se inspiran con la tranquilidad que dan las últimas horas de la tarde. Unos buscan silencio absoluto y, en cambio, hay quien necesita música de fondo.

      También hay quien prefiere escribir en papel con lápiz, bolígrafo o pluma, antes de pasarlo a ordenador; y a otros les resulta más cómodo hacerlo directamente en el editor de texto del PC. Del mismo modo que a unos les gusta tomar un café mientras están escribiendo porque les estimula y hay quien no necesita comer ni beber nada mientras tanto. Y así podríamos seguir con muchas otras manías…

      ¿Quiere esto decir que todos los escritores debemos seguir una rutina concreta? Por supuesto que no.

      Entonces, ¿cómo saber cuáles son los hábitos que mejor te van a funcionar? Pues simplemente probando y comprobándolo por ti mismo, sin copiar los de los demás. Nadie mejor que tú sabe lo que te ayuda a fluir. Y te darás cuenta al instante.

      Si empiezas a escribir de día y luego pruebas de noche, rápidamente verás a qué hora cuentas con mayor capacidad de concentración. ¿Con música o sin música? ¿En soledad o acompañado? Tú prueba todos y cada uno de estos hábitos y lo acabarás descubriendo.

      Por eso insisto en que no copies. Si alguien te dice que es mejor escribir por las noches, no intentes imitarlo ni obligarte porque, a lo mejor, por las noches estás muy cansado para crear tu obra. O al revés, quizá te han dicho que es mejor ponerte por las mañanas, pero a ti te cueste más desperezarte y pasar a la acción.

      Cada escritor es un mundo. Aquí no hay reglas establecidas. Y esa es la razón por la que tienes que comprobar por ti mismo lo que te funciona.

      Tampoco tienes que obsesionarte con encontrar esos hábitos. Los irás averiguando poco a poco, a medida que avances en el proceso. Además, con el tiempo te irás dando cuenta de que pueden ir cambiando con el paso de los años. De manera que lo que hoy te funciona, quizá mañana no. ¿Por qué? Porque tu vida y tus circunstancias también se van modificando.

      Imagínate —como hablábamos en el capítulo uno— que durante una temporada prefieres escribir en cafeterías porque en tu casa te resulta imposible concentrarte. ¿Qué pasaría si cambiaras de vivienda? Quizá te mudas a una más alejada del ruido de la ciudad, con una habitación con vistas a la montaña, y encuentras ahí ese lugar perfecto para escribir. Quién sabe.

      O a lo mejor hace unos años escribías por las noches, pero ahora has tenido un hijo y estás tan agotado que, a última hora del día, solo quieres dormir; por lo que tú mismo notas que hay otros momentos mejores.

      Lo irás viendo a medida que vayas probando. Porque, tanto si algo funciona como si no, rápidamente te das cuenta.

      Ahora, igual que digo que no debes obsesionarte ni ser muy estricto con esos hábitos, sí te aconsejo que empieces a buscar cuanto antes ese espacio y te observes para detectar, al menos, qué momentos del día potencian tu creatividad. Porque te aseguro que no hay nada mejor que escribir en un lugar que te inspire, aplicando ciertas rutinas que hacen que todo fluya de un modo natural.

      Capítulo 3

      Hasta ahora hemos hablado de la necesidad de averiguar por ti mismo todos esos hábitos que te ayudarán en la escritura.

      Y, aunque antes te decía que no conviene dejarse llevar por lo que les funciona a otros, es cierto que hay una serie de hábitos universales que son verdaderamente útiles para cualquier persona que quiera convertirse en escritor.

      ¿Quieres saber cuáles son?

      1. Lee con conciencia

      Estoy seguro de que has escuchado mil veces que, para ser buen escritor, hay que leer mucho. Y es verdad. Mi consejo es que leas textos de todo tipo, no solo del género en el que tú te quieres enfocar. Lee para divertirte, para emocionarte, para aprender. Pero, leas lo que leas, hazlo con conciencia.

      ¿Qué significa esto? Que, cuando lo hagas, estudies el texto más allá del contenido. Analiza cómo escribe ese autor, qué técnicas está utilizando, qué tramas te han sorprendido más, cómo ha desarrollado a los personajes, si su lectura es muy pesada o ligera, cómo ha finalizado la obra, cómo empieza y concluye cada capítulo, etc. Estudia ese universo porque, inconscientemente, se te va a quedar grabado y son herramientas que, casi sin darte cuenta, irás incorporando.

      Leyendo se aprende mucho, pero con conciencia, más todavía. Ya lo decía Jorge Luis Borges: «Si quieres ser un buen escritor, debes ser mil veces un buen lector».

      2. Sé perseverante

      Márcate un tiempo que puedas dedicar a la escritura cada día (o casi cada día). No importa cuánto. Si puede ser media hora, media. Si puede ser una, mejor todavía. Y si pueden ser tres, fabuloso. Pero, sea el tiempo que sea, destina unos minutos a escribir prácticamente a diario.

      Ese hábito de escritura es básico al principio porque cuanto más escribas, mejor lo vas a hacer, y la velocidad de tu escritura va a aumentar progresivamente.

      Ahora bien, ser perseverante no quiere decir volverse obsesivo. Si prefieres descansar el fin de semana, puedes hacerlo. No hay problema. Si por trabajo solo puedes hacerlo dos o tres días a la semana, tampoco pasa nada. Se trata, en definitiva, de marcarte una pauta y comprometerte contigo mismo para que no abandones tu proyecto. Porque es precisamente ese hábito el que va a fomentar tu creatividad.

      Esto es algo que siempre recomendamos en las escuelas de escritura. Y no es porque sí. Autores consagrados como Stephen King o García Márquez ya lo tenían como una rutina diaria que les ayudaba a encontrar la paz y a ordenar sus pensamientos. Así que, si ellos lo hacían, que tenían una pluma maravillosa, con más razón tienes que hacerlo tú.

      3. No dejes nunca de formarte

      La escritura es una de las profesiones o artes más longevas. Dicen que uno es escritor y muere siendo escritor. Sea una habilidad innata o no, se puede ir mejorando. Que nadie te diga que ya escribes muy bien y que no te hace falta nada más porque siempre hay técnicas, vocabulario y estructuras que aprender.

      Y no solo eso. La escritura va evolucionando, y tú tienes que irte adaptando a los tiempos. Si miras cómo redactaban los autores hace cincuenta años y lo comparas con el momento actual, verás que no tiene nada que ver.

      Hace veinticinco años parecía que, si no escribías frases larguísimas con subordinadas, conectores y palabras rimbombantes, no eras un autor de calidad. Y, hoy en día, el público exige lo contrario. La escritura es más ligera, más sencilla y las frases son mucho más cortas porque lo que se busca es que el mensaje se capte rápido y se entienda con facilidad.

      Recuerdo que Borges admitía en una entrevista que, si él mismo tuviera que reescribir alguna de sus obras más universales, seguramente las reelaboraría de una forma mucho más sencilla. Y la sencillez parece fácil, pero no te equivoques, no lo es.

      Formarte te ayudará a mejorar tu escritura y te permitirá, sin lugar a dudas, estar preparado para los nuevos tiempos. Piensa que, antiguamente, un autor no tenía que preocuparse más que de escribir su obra. Luego pasaba el manuscrito a las editoriales y ellas se encargaban de corregirlo, maquetarlo, hacer la portada, promocionarlo… Y él, como mucho, acudía a las presentaciones