Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos
no desconoce la importancia de los sistemas complejos y especializados, dado que, en realidad, es en estos y no en la ciudadanía en donde recae la toma de decisiones. En ese sentido, la importancia de la opinión pública radica en su oferta de mecanismos para valorar las disposiciones del poder administrativo e incluso para atentar contra estas, por medio de la desobediencia civil, cuando se consideran inadecuadas. Estos presupuestos se ponen de manifiesto en el modelo sociológico de política deliberativa de doble vía que Habermas ilustra con su metáfora hidráulica de esclusas47.
Para Habermas, la sociedad se debe construir sobre un modelo de esferas concéntricas en el cual el Estado está ubicado en la esfera del centro, rodeado por sucesivos círculos que comprenden la sociedad civil kantiana, en la periferia interna, con toda la formalización que posee; y la sociedad civil hegeliana, en la periferia externa, compuesta por las diferentes formas de vida, donde tienen cabida todas las peculiaridades propias de los sujetos colectivos particulares. Lo anterior define una estrategia de iniciativa exógena frente a lo político y a la estructura de gobierno. La sociedad civil periférica posee mayor sensibilidad ante los problemas porque está imbuida de ellos. De esta manera, se genera una conciencia de crisis vehiculizada a través de movilizaciones ciudadanas que, por medio de una comunicación pública informal, se mueven por vías que impiden la formación de masas adoctrinadas, reforzando así los potenciales críticos del público.
Reificación y democracia en la tercera Escuela de Fráncfort
LO POLÍTICO COMO ETICIDAD DEMOCRÁTICA: WELLMER
La reflexión francfortiana sobre la alienación continúa con los abordamientos de Wellmer y Honneth, quienes retoman la secuencia desde ópticas diferentes y complementarias. El diagnóstico del primero, en Finales de partida, en torno al cinismo y la indiferencia de las tribus posmodernas, así como la intolerancia de las premodernas en las sociedades avanzadas, son una clara muestra de fenómenos de alienación política que se presentan con fuerza inusitada en el capitalismo global.
Esta última idea se inspira en los aportes de Albretch Wellmer en su ensayo “Condiciones de una cultura democrática”, en cuyo texto trata de mostrar cómo el motivo comunitarista puede ser integrado en una teoría liberal. La eticidad democrática remitiría a una cohabitación de formas de comportamiento liberales y democráticas que solo puede producirse y reproducirse con el apoyo de las correspondientes instituciones, tradiciones y prácticas. Se trata, en últimas, de la plasmación social de principios liberales y democráticos en una cultura política.
Para Wellmer, los valores liberales y comunitaristas se remiten recíprocamente, y la crítica comunitarista a la sociedad liberal se justifica plenamente en la conexión interna que tiene que existir entre derechos fundamentales liberales y participación democrática. La propia tradición liberal lleva, pues, inscrito un correctivo comunitarista que, en últimas, conduce, como sostiene Wellmer, a una forma de eticidad democrática, como la denomina remitiéndose a Hegel, lo que pone de presente que los derechos fundamentales liberales dependen siempre de una correlativa participación democrática48.
Pero si podemos decir que Wellmer enfrenta la alienación política planteando la superación del liberalismo y el comunitarismo en una síntesis republicana de procedimientos democráticos y participación ciudadana, también podemos afirmar que aborda la problemática tardía de Horkheimer y Adorno, que tantas malinterpretaciones ha generado: la reivindicación postrera de la metafísica. Tal como Wellmer lo sugiere en su extraordinario ensayo titulado “La metafísica en el instante de su hundimiento”49, la reivindicación de la metafísica no es una vuelta atrás de los fundadores de la primera teoría crítica. Frente a una sociedad donde el pensamiento crítico ha desaparecido, colonizada por la unidimensionalidad, la metafísica se presenta como un instrumento que permite tomar distancia de la sociedad industrial ideológicamente convalidada por un absoluto ahistórico sin intermediaciones, y plantear un absoluto mediado por la pluralidad de formas de vida de una sociedad compleja, que posibilite concretar una reflexión crítica que funja como chispa de arranque de formación y voluntad de opinión pública emancipatoria.
Pero la mediación política no es suficientemente explícita en Honneth. La alternativa puede encontrarse mejor en el concepto de eticidad democrática que Wellmer reconstruye en la discusión entre liberales y comunitaristas. Para Wellmer, las dos corrientes subrayan elementos complementarios de una misma tradición: los liberales acentúan la insuperabilidad de los derechos fundamentales y el derecho de libertad liberales, que constituyen el núcleo normativo de la tradición liberal y la democracia moderna. Los comunitaristas apelan al republicanismo de los orígenes de la sociedad americana y a las tradiciones de autogobierno democrático en municipios y asociaciones, esto es, la primacía de la vida comunitaria y el derecho de autodeterminación colectiva.
Wellmer busca integrar las motivaciones comunitaristas a la teoría liberal, para lo cual se apoya en Michael Walzer. Para Walzer, el comunitarismo correctamente entendido sería liberalismo correctamente entendido. Sostiene que los valores fundamentales liberales y democráticos se remiten recíprocamente los unos a los otros, y lo que la crítica comunitarista le reclama a la sociedad liberal es la legitimidad de la conexión interna entre derechos fundamentales liberales y participación democrática.
La idea de democracia es una forma de praxis comunitaria que no puede desligarse de los derechos fundamentales liberales. Así, la democracia es un proyecto liberal y comunitario necesariamente sustentado en una expresión postradicional de eticidad democrática que, como tal, tiene que ser concebida procedimentalmente. El trono vacío del poder solo puede ser ocupado por una eticidad democrática que procedimentalmente garantice la alteridad del poder.
DUBIEL: LO POLÍTICO COMO ALTERNANCIA DEMOCRÁTICA
Para Dubiel, el proceso de secularización de la política separa lo fáctico y lo simbólico del poder. La ejecución del monarca (Jacobo II y Luis XVI) evidencia la esencia de la política secularizada y del dispositivo simbólico de la democracia, que otorga a los ciudadanos la posibilidad de participar en una lucha inocua para la reivindicación del acceso al espacio público y el derecho fundamental a tener derechos, bajo la idea de la autodeterminación, que “pone en movimiento la imaginación política y la praxis reivindicativa que se opone a los privilegios y jerarquías sociales tradicionales de un orden social heterónomo”50.
Con la ejecución del soberano absolutista como ocupante ilegítimo del espacio del poder, este queda vacío en el plano simbólico. En adelante, desde los presupuestos de la democracia, ninguna persona o grupo podría ocupar dicho espacio, salvo que este fuera resultado de los procesos democráticos. Así, los procesos constituyentes republicano-democráticos representan históricamente el primer acto de autoinstitución explícita de la sociedad civil.
Contrario a la cuestión democrática, los regímenes totalitarios desembocan en la destrucción del dispositivo simbólico y en la pretensión de sometimiento de la sociedad, por la violencia, a una ideología determinada. Con la idea de una sociedad sin clases, por encima de la libertad y la igualdad de las personas, se instaura un interés general homogéneo que, si bien proporciona criterios para la justicia, intenta legitimar el poder del partido, suprimiendo la representación simbólica de una sociedad civil.
La línea de separación entre Estado y sociedad civil se desvanece, como también la línea que separa el poder político del administrativo. La fusión simbólica de sociedad y poder político se presenta como un órgano personificado, capaz de reunir todas las fuerzas de la sociedad. Esta se convierte en el dispositivo simbólico de la democracia, que queda sometido a una razón instrumental que se apodera del lugar vacío del poder.
El capitalismo tardío acelera la desacralización de la cuestión democrática y, en su exacerbación procedimentalista,