Manuele Migoni

Nuevo Orden Mundial


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que quede claro, señores, ¿puedo confiar en ustedes en lo que respecta a la recuperación de esas fotos?

      — Esté tranquilo, juez, es uno de los motivos por los que se hace necesario encontrar cuanto antes a Larry Belfiori

      — Mi secretaria les dará luego las direcciones exactas donde reside Larry Belfiori, serán más de una pues normalmente suele cambiar de lugar y domicilio y siempre está controlado por nosotros.

      5.

       Bruselas, marzo de 2017

       Desde el primer momento, para descubrir realmente de qué naturaleza eran las acciones de Larry Belfiori, se pensó en una trampa, pero, a pesar de micrófonos y cámaras escondidos, no se descubrió ningún contacto con contrabandistas o criminales de otro tipo.

       Hasta que un día, que para los agentes se presentaba como el enésimo que iba a transcurrir entres cafés, cigarrillos y un continuo sorber de bebidas, una explosión en el interior de uno de sus muchos pisos facilitó lo que luego resultaría ser su fuga.

       Como si de repente el espiado no hubiera sido Larry Belfiori y cualquiera que hubiera estado a su lado, sino los propios agentes que lo vigilaban.

       Se hilvana así una investigación improductiva para recabar información de la frontera belga, de Francia y otros países limítrofes, pero ninguno parecía saber dónde se encontraba Larry Belfiori.

       Lo habitual era pasar horas en lo que los agentes del FBI habían identificado como su oficina.

       Que se encontraba dentro de una de sus viviendas.

       En estas casas, aparte de él, la única persona que tenía siempre acceso libre era la que se suponía que era su mujer.

       Que tras investigaciones más profundas se descubrirá que era Danielle Hudson, ciudadana belga y estadounidense.

       Pero también podría haber sido un nombre falso, una tapadera.

       Los agentes sabían dónde se alojaba y extrañamente tampoco ella tenía contactos con otras personas distintas de Larry Belfiori.

       Salvo pasar con él alguna noche, no solían convivir; ella tenía su casa, de la cual pagaba el alquiler.

       Aparte de algún beso excepcional (que los agentes luego relacionaron sobre todo con el hecho de que los dos sabían que estaban siendo espiados) en el interior de las paredes domésticas, no había nada que hiciera pensar que fueran pareja, ni un contacto, ni una discusión concreta.

       Y los agentes querían ver hasta qué punto Danielle Hudson era una cómplice.

       Se apostaron durante días delante de la que entonces debería haber sido su casa.

       Finalmente notaron algo: un hombre, no muy joven, que entraba en el piso, forzando rápidamente la cerradura de la entrada.

       De inmediato, Joseph Nicosia, de acuerdo con Paul Mary, se puso la ropa de agente de policía y, haciendo uso de su francés casi perfecto, se preparó para detener, arrestar y eventualmente interrogar a quien en condiciones normales se habría podido considerar como un ladrón a todos los efectos.

       Convencidos los agentes de que en un piso como ese no se podía tratar de un ladrón, decidieron actuar de inmediato.

       Por el contrario, increíblemente, se producirá un breve tiroteo del que ambos salieron ilesos y luego los agentes buscaron encontrar alguna pista adicional después de que su objetivo tuviera tiempo de huir por piernas.

       Pero no hubo ningún éxito, ni en la búsqueda del fugitivo, ni en las pistas, imposibles de encontrar en los muebles y puertas del piso.

       Un detalle que se les había pasado por alto era que el hombre llevaba gruesos guantes de piel.

       Un detalle en todo caso de poca importancia, porque lo importante habría sido detenerlo.

       Podía ser un hombre de Larry Belfiori y por los indicios no se averiguó gran cosa.

       Pero al FBI llegó una comunicación a través de Internet donde se especificaba que el hombre en cuestión se encontraba en ese piso para una operación encubierta en relación con la investigación secreta promovida por el juez Price en sus enfrentamientos con Larry Belfiori.

       Además, resultó que alguien había contactado con la policía de Bruselas para saber si algún agente de policía se encontraba en ese piso para impedir un robo, y se le dijo que no había ningún agente en una operación similar.

       Eso explicaba el enfrentamiento con los hombres de Paul Mary.

       Se hizo el retrato robot del hombre con el que se había topado Joseph Nicosia, un hombre aparentemente de los servicios secretos británicos, contra quien se formularon las acusaciones con no pocas dudas.

      6.

       Londres, abril de 2017

      — Se trata de las fotos, agente Mary.

      — ¿Las fotos de su chantaje?

      — Sí, eso. Lo que más me ha sorprendido es el hecho de que a las fotos le han añadido un mensaje: parece que han considerado necesario hacerme saber que la devolución de estas fotos es una mera y simple formalidad, casi una tontería, porque de todos modos podrían haber tenido más copias; ¿usted cómo entendería esto, como una tentativa, una solicitud de poner fin a este asunto?; mi impresión es esa.

      — Es probable, Dr. Price, que nuestros sospechosos sepan quiénes somos y que de igual manera sepan o incluso vean que los estamos vigilando y esta carta, ya le digo, llega precisamente en el día en el que hemos conseguido del fiscal Richardson la autorización para proceder con respecto a estos individuos; no solo Larry Belfiori, sino también sus posibles secuaces Webb y Merries, de quienes todavía sabemos poco o nada; ¿supongo en este momento que las informaciones, el correo electrónico que ha llegado con respecto a un agente británico que actuaba de incógnito a su solicitud, no venían de usted?

      — En realidad, no; ¿de qué estamos hablando?

      — Era lo que yo pensaba, ahora tengo la certeza de que Larry Belfiori sabe todo de nosotros, de nosotros y también de usted, Dr. Price; debe saber que el motivo principal por el que hoy he venido aquí, además de la carta, de la que supe a través de un SMS, es sobre todo por el correo electrónico sospechoso que le decía, que parece llegar por su cuenta directamente a nuestra sede de Nueva York; ¿usted, además de no haber enviado este correo, ha hablado a alguien de esta carta o pedido a alguno de sus hombres que advirtieran a aquel de la existencia y la llegada de esta carta sospechosa?

      — Agente Mary, yo no esperaba ni su presencia aquí hoy, sobre todo en relación con la carta, ni mucho menos (ni siquiera mi secretaria, que ha recibido el encargo de entregármela «cerrada», repito, «cerrada») he mencionado nunca esta carta a nadie, solo a usted después de que usted mismo la mencionara.

      — ¿Entonces todo está claro para usted?

      — Yo diría que sí.

      7.

       Tras las indicaciones/testimonio de un agente británico - Londres, mayo de 2017

       El lugar era uno de aquellos que no se recomendarían a nadie.

       Una vieja oficina del gas junto al Támesis, lugar en el que se realizaban los negocios más turbios.

       En una mezcla de olores entre petróleo, gasolina y carne camina el mal.

       Los agentes Mary y Nicosia sabían muy bien que el presunto chantajista del vídeo no saldría con vida.

       Con David Lobowicz presente.

      — FBI —se oyó a lo lejos la voz de Paul Mary.

      — Escuche, estas son cosas que normalmente resolvemos entre nosotros y luego ustedes, los del FBI,