Fernando Callejo Ferrer

Música y Músicos Portorriqueños


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de Morales, en enero de 1682, siendo reelecto hasta el 1698, último del siglo XVII, en que se hicieron tales nombramientos.

      Por primera vez, aparece en el acta de enero de 1672, la designación de maestro de capilla, a favor de Téllez Rodríguez, y la de Sebastián García Serrano, como cantor, asignándosele, al segundo, la cantidad de seiscientos reales de plata, como honorarios. Ambos permanecieron en sus oficios hasta el 1680, cesando, en esta fecha, esas designaciones y sin que se indiquen, en las actas, las causas.

      Desde el 1698 hasta el 1756, no se encuentra, en las actas, ningún nombramiento de organista, sorchantre, maestro de capilla ni cantor.

      ¿Serían suprimidos los servicios o dejarían de ser provistos los cargos por el cabildo de la catedral?

      Lo primero es inadmisible después de un siglo de haberlos utilizado; cabe más bien suponer lo segundo, en vista de la cédula expedida en el Escorial, el 12 de junio de 1749, por el Rey Fernando VI, en la que se negaba a acceder a la petición del Cabildo para que se excluyesen los mulatos al designarse los cuatro músicos que constituían la capilla de la cofradía del Sacramento y fuese obligatorio, para dichos músicos, tocar en todas las festividades de 1ª y 2ª clase.

      El Rey no consideraba depresivo para las solemnidades del culto la presencia de los mulatos músicos, ni en la capilla del Sacramento, ni en las procesiones y viáticos: por el contrario, recomendaba se les tratase con las consideraciones debidas a todo ser humano, si bien indicaba se cubriesen las vacantes con los más idóneos.

      ¿En qué forma estaba organizada esa capilla? ¿Qué funciones desempeñaban los cuatro músicos?

      Sin documentación en que apoyar el aserto y sólo teniendo en cuenta cómo estaban organizadas, por aquella época, las capillas de las catedrales españolas, suponemos que el cuarteto estaría representado por el órgano, dos chirimías3 y un fagot.

      El presbítero Don Francisco de Sotres, notario y secretario del Obispado, desempeñó la plaza de organista durante los años 1756 y 57; y la de sorchantre, en iguales fechas, Don Bernardino Lexes.

      Desde 1758 hasta el 1761 en que falleció, fué organista Miguel Feliciano, permaneciendo la plaza vacante hasta el 31 de diciembre de 1769, en que fué nombrado Domingo de Andino quien continuó hasta 1800, fecha con que cerramos este capítulo.

      Muerto el sorchantre Lexes, en 1758, hasta el 1761 no fué nombrado Miguel Bonilla, sucediéndole, desde 1762 hasta el 68, el Clérigo de menores, Don Pedro Martínez.

      Don José de Torres fué sorchantre en el año 1769, y del 1770 al 74, José Vicente Muñoz.

      En 1775, designóse al presbítero Don Antonio José Espeleta, reeligiéndosele para el 1776, y, desde 1777 hasta 1783, sirvió la plaza Don Leonardo del Toro y Quiñones, que falleció en este año. Le sucedió, interinamente, Don José María Ruiz hasta el 1785 en que fué nombrado, en propiedad, Don Pedro Level que la sirvió hasta el 1790.

      Durante los años 1791 y 92 desempeñó el oficio, Nicolás Ruiz; del 1793 al 95, Don Pascual González; y, desde 1796 hasta el 1800, el Rev. Don Agustín Benito Valdejuli que ejercía, a la vez, las funciones de Secretario y Protonotario.

      La frecuencia con que vacaba el oficio de sorchantre y el tiempo que permanecía sin cubrirse el cargo, hace suponer cuán escasos serían los apropiados para ejercerlo, hipótesis que confirma la Real Cédula de 18 de diciembre de 1792, incluyendo copia de un oficio del Obispo sobre: "la necesidad de un sujeto instruído en el canto llano que tiene la Catedral para que se informe sobre lo que expresa." 4

      Ya por estos mismos años, según dice otra cédula que, sin fecha ni encabezamiento, existe en el archivo, se solicitaba la asignación de $50 para un profesor de solfeo y canto, a fin de instruir un número de niños que ayudasen a solemnizar las festividades.

      Esto, unido a la carencia absoluta de bandas militares, pues al organizar el mariscal de campo, gobernador en 1765, Don Domingo de O'Reilly, el batallón denominado El Fijo, solamente lo dotó de dos pífanos y dos tambores, nos hace sostener la creencia de que el arte musical estaba completamente, en pañales, al finalizar el siglo XVIII, teniendo por únicas manifestaciones, la música religiosa (circunscrita a los servicios de la catedral, conventos de frailes y alguna que otra parroquia de la isla) y la de baile, sin que podamos informar la forma en que ésta se producía.

      CAPÍTULO II.

      1800-1858

      El grito de independencia lanzado por las colonias españolas de Centro y Sur América, al empezar el siglo XIX, hizo que el gobierno español reforzara la guarnición de Puerto Rico, destinando un regimiento de línea5 con banda de música, que debió arribar a San Juan en la primera década del siglo, ya que al verificarse, el 24 de julio de 1812, la proclamación de la Constitución de Cádiz, en la Gaceta de Puerto Rico del 29 de julio de 1812, No. 27, Vol. 7,6 se cita, por dos veces, a la música del regimiento de línea, solemnizando las fiestas.

      Dicha banda, sin que estuviese constituída por artistas, ni la índole de sus trabajos formasen escuela, vino a ser un nuevo elemento en el desarrollo del arte musical.

      Durante las guerras de las colonias, se estableció una gran corriente de inmigración hacia esta isla, que llegó a su mayor incremento cuando, en el año 1821, se emancipó Venezuela.

      De Costa Firme, como se la llamaba también, vinieron a Puerto Rico un gran número de familias, muchas de ellas ricas, ilustradas y cultivadoras de la música; y un nuevo regimiento de línea, creo que el de Granada, con su música, constituyó, con el de Asturias, fijo de artillería, la compañía de caballería y las milicias, la guarnición militar de toda la isla.

      Las bandas, entonces, estaban organizadas con el instrumental antiguo en que, el figle y el serpentón, ocupaban el puesto del bombardino y bajo modernos; las trompas y clarines eran "de manos", es decir, que la escala de sus sonidos se producía por la mayor o menor introducción de la mano en la campana del instrumento, lo que hacía muy difícil la ejecución; los trombones eran de barras en vez de pistones y el total de instrumentos no pasaba de 20 a 22, incluyendo los de percusión.

      La música recreativa empezó a tener mayores exponentes que los del género bailable, pues las bandas que acostumbraban a solemnizar las misas de tropa, dejaban oir, durante ellas, trozos de música un poco más selecta que la, hasta entonces generalmente conocida.

      Los bailables, cuya procedencia era completamente española, predominando la contradanza de figuras, se aumentaron con el danzón de ritmo monótono e insulsa melodía, que importado de Venezuela, tomó carta de naturaleza riqueña, siendo el origen de nuestra danza actual.

      En la parte religiosa, no hubo notable modificación, pues, oficialmente, en la Catedral continuaba el cabildo haciendo los nombramientos de organista y sorchantres.

      Como organista, siguió reeligiéndose a Domingo de Andino (nombrado por primera vez en diciembre de 1769) hasta el año 1819, en que, según acta del 12 de diciembre de 1818, el cabildo acordó "que, en atención a estar ya imposibilitado para ejercer la profesión (tenía 80 años) y haber pasado más de sesenta años en el servicio de la iglesia, se le jubilase con una pensión anual de 180 pesos, y que se le proporcionase otro músico de canto llano y figurado para que le asistiese a tocar el órgano en todas las misas de rúbrica y en las demás que hayan, consignándole, por estos servicios, 300 pesos anuales."

      Los sorchantres fueron: en 1800, Francisco Rodríguez Colón; en 1801, Don Francisco Carbañón, interino hasta nuevo acuerdo, que recayó en el fraile domínico, Francisco Riesco al que se le aumentó el salario hasta completarlo en 100 pesos.7 En 1802, Don Juan Nepomuceno Xusién al que sucedió, en 1803, Don Emigdio de Torres, clérigo tonsurado, con obligación de ponerse de acuerdo con el canónigo Don Juan de Andino, para que le enseñase los tonos necesarios del canto llano y que no se cubriese la plaza hasta la partida de Xusién.

      Vacante