title>
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos – a menudo únicos– de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Las raíces de la experiencia
Uno de los rasgos más interesantes del juego, arte y ciencia del ajedrez es su posibilidad de ser esquematizado. Pueden trazarse «cartas de navegación» de enorme utilidad para evitar las tormentas y las corrientes traicioneras que pueden producirse en el tablero de una jugada a otra. En otras palabras, las experiencias y las conclusiones sacadas de cada situación que se verifica durante una partida permiten hacer una lista de todas las situaciones que se parezcan entre sí y formular, entre los casos con características comunes, juicios del mismo tipo o planes de desarrollo que se basan en los mismos principios.
El ajedrez no es artificio sino creación
Así pues, podría pensarse que el ajedrez se puede condensar en el esquema elemental que aquí presentamos, y que para convertirse en un buen jugador sólo será necesario practicar, jugar y especializarse en una serie de planteamientos de aperturas que deberán emplearse como armas contra cualquier adversario.
Pero si tal prodigio fuera realizable, haría mucho tiempo que el ajedrez no podría ofrecer nuevos motivos de interés, y cualquier persona u ordenador que, mediante un programa de cálculo adecuado, fueran capaces de esquematizar, memorizar o calcular todas las jugadas posibles y escoger las más eficaces, serían invencibles sólo por su memoria o experiencia artificial que habrían acumulado a lo largo del tiempo.
Sin embargo, no es así. Naturalmente, la práctica, la experiencia y la especialización son elementos fundamentales para que los aficionados lleguen a convertirse en jugadores de un buen nivel e incluso en maestros, pero para ello es necesario también el razonamiento, la capacidad de análisis, la síntesis y la comparación del propio razonamiento, que ha de actuar en conjunción con el del adversario y compararse con el de algunas otras personas que posean esas virtudes.
Y el momento más oportuno para descubrir los propios defectos y adquirir un conocimiento más profundo del juego es precisamente el que sigue a la partida, cuando junto al adversario se analizan las variantes que se han desechado en la partida y se valoran todas las opciones que se presentaron. Todavía más útil es la búsqueda de los motivos que determinaron el resultado de la partida, así como de los medios empleados para actuar en consonancia con ellos. No se dude de que cada una de estas oportunidades no sólo constituirá un estímulo para una mayor profundización de análisis, tanto durante la partida como en la fase previa a esta, sino que consolidará un gran caudal de esa experiencia tan luminosa que da lugar a la formación de los grandes maestros.
Naturalmente, la base de este análisis no debe ser el estudio de las consecuencias de cada movimiento, sino la valoración y la verificación global del plan de ataque y defensa elegido, así como de las eventuales, aisladas e imponderables acciones de ataque y defensa a que da lugar el imprevisible curso de la partida.
El ataque y la defensa
El ajedrez es un juego que contempla dos dimensiones opuestas e interrelacionadas: el ataque y la defensa. La primera, tal vez la más importante, consiste en la elaboración de un plan cuyo criterio marca todo el curso del propio juego; la otra, sin embargo, es mucho más complicada, ya que presupone el juego del adversario, sobre todo cuando este ha conseguido apoderarse de la iniciativa hasta el extremo de obligar al aplazamiento de la realización del propio plan. En ese momento toda la estrategia ofensiva es inviable y hay que volcar toda la atención en la defensa, que a veces puede llegar a ser caótica a causa de los embates del adversario.
Por tal razón hemos creído oportuno centrar la mirada y la atención sobre estos mecanismos y comprobar los principios de su funcionamiento en una y otra dimensión, de manera que nos sea posible saber – con todo lo que esto implica de positivo para el triunfo– cuándo nuestro ataque está teniendo éxito; cuándo nos está llevando a un punto muerto o, peor aún, a una trampa; cuándo hemos perdido la iniciativa; cuándo hemos de pasar del ataque a la defensa y cuándo de la defensa al contraataque.
En fin, deseamos que esta obra cumpla con el objetivo esencial de señalar las características de cada momento en que se halla el jugador dentro de la partida en la que se ha enfrascado. Tiempo hay para atacar y defenderse, pero lo esencial es lograr que el tiempo de la victoria esté siempre al alcance del lector.
Los signos ajedrecísticos
Es mundialmente sabido que la literatura ajedrecística emplea, internacionalmente, una serie de signos y de anotaciones hechas en claves específicas y cuyo significado es indispensable conocer para aprovechar el inmenso caudal de informaciones y registros de carácter histórico y didáctico.
No se trata, ciertamente, de claves complejas pero se requiere cierta práctica para leerlas con cierta fluidez. Los signos son relativamente pocos y fáciles. Existen distintos sistemas de anotación: el algebraico o alfanumérico, el internacional, el descriptivo y otros menos conocidos. En esta obra utilizaremos el sistema algebraico, si bien en algunos casos prescindiremos de indicar la inicial de la pieza que debe moverse para registrar, únicamente, el escaque del que parte y el de destino, señalando con dos puntos (:) o con una equis (x) el hecho de que en este escaque haya eliminado a una pieza adversaria. Lo importante, según nuestro criterio, ha sido mostrar las partidas de la manera más simple, con miras a su rápida reproducción en el tablero del lector.
Signos más usuales
Iniciales de las piezas
Valor de cada pieza
Las siete virtudes esenciales del ajedrecista
Las extraordinarias condiciones de mente y espíritu que han caracterizado a los grandes maestros a lo largo de la historia del ajedrez demuestran que su éxito se ha basado en buena parte en la combinación de siete virtudes esenciales, cuyo conjunto parece determinar su potencia ajedrecística y que son, en orden indistinto: visión, intuición, capacidad de cálculo, lógica, sensibilidad, voluntad y, por supuesto, un perfecto dominio de la teoría.
La proporción de tales virtudes varía de un maestro a otro. Por ejemplo, la visión, la intuición y el conocimiento de la teoría fueron más que notables en Alekhine, en tanto que Tarrasch se hizo notar por sus despliegues llenos de lógica. Capablanca, por su parte, brilló por el poder de su capacidad de cálculo, lo mismo que Spielmann y Spassky. También es cierto que a todos ellos les falló alguna vez la virtud de la voluntad, viéndose afectado su espíritu combativo debido a diferentes causas, como puede ser el desánimo, la fatiga, etcétera.
La condición natural de las piezas
En función del tipo de acción que ejercen las piezas, las podemos dividir en dos grandes grupos: