que en el Ritual Rommanum de la Iglesia católica sólo se permite llevarlo a cabo a sacerdotes que son considerados superiores. La magia negra se distingue de la blanca por lo fácil que resulta acceder a ella y porque utiliza elementos tangibles exteriores al mismo hechicero (hierbas, animales…). Pero la principal diferencia que hay entre ellas es el enfoque de cada una; la magia negra es egoísta, está enfocada hacia el beneficio de la venganza o del resentimiento de alguien, hacia la sed posesiva y dominante de otros y sobre todo hacia el mal entendido orgullo del hechicero que se siente admirado y considerado superior por los que han solicitado sus servicios. Por ello, por ese carácter sucio que la caracteriza, los hechizos del amor también son maléficos, porque están proyectados hacia la falsa satisfacción de alguien que, lo único que ha hecho, es intervenir en la voluntad de otro.
Por último, para finalizar este capítulo de aclaraciones, hay que distinguir los distintos elementos y conceptos que se distinguen en una práctica mágica. Para ello, se confecciona una lista para que al lector le sea más fácil acceder al significado y al fin de cada uno de los elementos y conceptos.
Se trata de un objeto que debe utilizarse en la esfera individual y su finalidad es básicamente defensiva. Con él, se consigue el efecto de neutralización del que antes hemos hablado, por lo que si se es víctima de algún hechizo, se consigue parar el ataque y destruir las energías maléficas que la víctima tenga alrededor. No puede ocasionar ningún daño.
Si se habla de encantamiento se está hablando del arte de producir ciertos efectos sobre seres vivos, por medio de la palabra, el canto, la música, etc. Otros sonidos, no humanos, también pueden producir encantamientos, por ejemplo, los tambores de los brujos servían para los encantamientos.
Se puede considerar una variedad del hipnotismo. Se dice que existe una fascinación si alguien ha sometido la voluntad de otro sólo a través de la mirada. Si la intención del que produce la fascinación es perjudicial para el que la recibe, entonces se puede hablar de mal de ojo, aunque se trate del único tipo de hechizo que no utiliza más poder que el de la mirada, es decir, el de uno mismo,
El llamado filtro es una pócima que debe esparcirse por los lugares más frecuentados por el sujeto que la ha pedido, para crear una atmósfera afectiva entre todo lo que le rodea.
Se entiende por hechicería un conjunto de prácticas mágicas mediante las cuales se pretende dominar los sucesos y acontecimientos por vías irracionales, sometiendo al poder y servicio del hombre las fuerzas trascendentes. El hechicero es actualmente el ministro de la baja magia, a pesar de que, en sus orígenes, fuera un personaje que velaba por los intereses de la comunidad por la que velaba; en todas las culturas y en todos los pueblos ha existido la figura del hechicero. Este hechicero inicial se siente fuertemente vinculado a los espíritus buenos, a los dioses inferiores y hasta al mismo Dios supremo y sus ritos son orales y se remontan hasta el primer hechicero que existió, que recibió tales virtudes del mismo Dios. Al descubrirse la escritura, el hechicero pasa a ser mago; los individuos se asocian en corporación compartiendo e intercambiando experiencias y esta corporatividad hace que lleguen a formarse escuelas. De hecho, la distinción que se hace hoy entre mago y hechicero tiene origen en la transformación del lenguaje; los que, en principio eran hechiceros, hoy son magos y los que sólo utilizan sus ritos en beneficio del mal y a través de objetos que salen de ellos mismos, son hechiceros.
Es una actividad típica de la brujería, siempre empleada con fines malévolos. La víctima de un maleficio sufre graves daños físicos o psíquicos y puede llegar a morir.
Al contrario que el amuleto, el talismán es una arma ofensiva. Se trata de un objeto mágicamente cargado que suele ser muy eficaz e infalible, puesto que, al ser un objeto mágico, su fuerza se multiplica sin límites.
Los hechizos, la magia en general, existen desde el principio del hombre, desde que el hombre empezó a pensar, a sentir una necesidad de hallar un sentido a la vida, a sus necesidades y a sus adversidades. En las grutas prehistóricas se pueden encontrar representaciones que tienen todo el carácter de las mágico religiosas (identificación magia-religión) y que según estudios, se trataba de encantamientos contra las fieras, mejor dicho, para defenderse de ellas. Si existe una imagen mental del enemigo, es más fácil enfrentarse a él.
Más adelante hablaremos profundamente de los hechizos existentes, aquí sólo los nombraremos: directo, indirecto, total, periódico, de muerte, de sufrimientos, de amor.
El mal de ojo
Como hemos dicho antes, el mal de ojo es el producto de una reacción negativa e inconsciente de alguien hacia alguien. Es un mal pensamiento. Como daña, se trata de un ataque, y como ataque que es, tiene posibles defensas. En este capítulo, además de hablar de las distintas formas que puede tomar el mal de ojo, se hablará también de las defensas de que disponemos para evitar que la acción llegue a su fin.
Si llueve, nos protegemos de la lluvia con un paraguas para evitar que nos moje. Si nos lanzan piedras, intentaremos encontrar algún utensilio que evite que nos lleguen a dar. Si nos atacan con un mal de ojo, tenemos que emplear técnicas que no son tangibles, ni simples; un tanto más sutiles que los métodos de defensa palpables, las defensas hacia el mal de ojo son muy efectivas si son bien empleadas y se efectúan con toda seguridad.
De todas formas, la mejor defensa hacia el mal de ojo es tener una actitud ética, es decir, no hacer a los demás lo que no creamos que no sería justo para nosotros. Así pues, la mejor defensa para el mal de ojo es el amor, amar ante todo, antes que odiar o envidiar. Si nuestra vida es un ejemplo de amor y de bondad, si sabemos proyectar amabilidad, buenas energías, en general, entonces no podremos temer a nada ni a nadie porque la misma fuerza de nuestro amor, hará que nos quieran y, sobre todo, obtendremos la mejor protección hacia cualquier ataque. El amor, igual que el odio, es recíproco, reflexivo; otra cosa muy distinta es que ese amor se traduzca de una forma o de otra según nosotros lo esperemos pero si, básicamente, se aprecia, no hay problema. El problema surge si hay odio. Lo que está claro es que si una persona odia a otra, esta no querrá a la primera, por más bondadosa que la última sea.
Un ejemplo de esta actitud fue el movimiento hippy de los años sesenta que tenía como principal emblema «Haz el amor y no la guerra». Este grupo, a pesar de que ya no existe más que mínimamente y que la mayoría de sus comunas fueron disueltas, explica dos cosas muy importantes de la convivencia de los hombres. De un lado, que con un poco de esfuerzo se puede conseguir que todos los seres humanos se quieran entre ellos y, por otro, que es necesario un equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal y para tal equilibrio es necesario que existan los dos. Pero no nos vayamos por las ramas.
Si nuestra aura vital, que constituye el conjunto de nuestros cuerpos más delicados (etéreo, astral), está repleta de buena voluntad, no hay peligro, eso seguro. El hombre bueno no tiene por qué temer porque está en un plano superior: Platón dijo que el sabio era aquel que llegaba con facilidad al mundo de las ideas que era el bien.
Si se teme a alguien, es decir, si se piensa que alguien nos quiere hacer daño, se puede optar entre dos sistemas distintos de defensa. El primero de ellos sería el que tiene como base la psicología. Si se sabe de alguien que podría hacernos daño, hay que tratar a esa persona de la manera más gentil que se sepa, de forma que esta sienta que se está tramando algo en contra de ella, por lo que se acobardará y se echará atrás en sus propósitos. Lo que está claro es que alguien que piensa en hacer daño se extrañará ante una muestra de gentilidad por parte del individuo al que quiere dañar. Hay muchos ejemplos de esta actitud que demuestran la efectividad de este método. Se dio el caso de una chica que sintió envidia de otra al conocerla en el instituto. Estaban obligadas a convivir todos los días durante todas las horas de clase porque se sentaban en el mismo pupitre. Una mañana, al llegar a clase, la chica envidiada halló que su mesa estaba muy sucia, alguien había dibujado en ella imágenes horribles, imágenes muy desagradables de las que ella era protagonista; en ese momento, rompió a llorar porque se asustó y porque no sabía quién había podido odiarla de aquel