Stephen Goldin

Fantasmas, Chicas Y Otros Espectros


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de Bael de nuevo, pero esta vez falló. “No lo sé. Probablemente se fueron a hacer cosas mayores y mejores. En cierta forma es una pena, porque realmente me gustaría agradecerles”.

      “¿Agradecerles por qué?”. Preguntó Ryan cínicamente. “¿Por convertirte en un vegetal? Sólo estás por ahí y dejas que la ciudad haga todo por ti, ¿no es así? Te olvidaste de ser un hombre y comenzaste a convertirte en un vividor —”

      “¿Eres tú más hombre, Jeff?”. Replicó Bael, y cualquiera fuese la presión bajo la que estaba, se acercaba más a la superficie. “¿Quién es el marioneta aquí? ¿Quién brinca cada vez que Java-10 mueve los hilos? ¿Quién no puede aguantar estar lejos de su unidad de comunicador por más de un par de segundos? ¿Cuál de nosotros está en esta ciudad porque está bajo órdenes y cuál de nosotros va adonde quiere?”.

      “Solías ser un buen oficial, Bael”, dijo Ryan en voz baja. Por un momento, al menos, sus papeles se invirtieron —Bael estaba en el borde y Ryan era quien desconcertaba.

      “Seguro, solía serlo”, logró decir Bael. “Seguía órdenes y arriesgaba mi vida por la vieja querida Tierra, Y qué me daba ella? Un puñado de medallas, un pequeño bono en mi sobre de pago en Navidad, un fondo de pensiones que se iba acumulando rápidamente. Todo careció de sentido después de un tiempo, Jeff. Pero no aquí. La ciudad me quiere, me necesita. Fue construida para servir a las personas, para darles lo que necesitan. Sólo quiere ayudar. ¿Es eso tan terrible?”.

      “Sí lo es —si logra hacer lo que te hizo a ti”.

      Bael luchaba por recuperar su autocontrol. “No luches contra ello, Jeff. Es sólo una advertencia amistosa. La ciudad puede protegerse de ti, fácilmente. Puede concederte tus sueños, claro; pero las pesadillas también son sueños. No creas que puedes luchar contra todas tus pesadillas de una vez”. Bael se dio la vuelta y se marchó.

      Ryan se puso de pie y lo miró marcharse. Incluso después de que el desertor había desaparecido tras unos edificios, Ryan permanecía de pie, inmóvil. ¡Estaba Bael sólo amenazando o podía la ciudad dragar también las pesadillas así como los sueños? Se inclinaba a creer esto último. De nuevo, pensó en lo real que había sido Dorothy y se estremeció. No había tenido pesadillas en un largo tiempo, pero aun así...aun así.

      Sacó el comunicador de su bolsillo e hizo otra llamada a Java-10. “¿Por qué no contestaste la última llamada?”, fue la respuesta inmediata de la nave.

      Vagamente, Ryan recordó el zumbido que había emitido la unidad durante su interludio con Dorothy. “Lo...lo siento”, tartamudeo. Luego, como un niño con sentimiento de culpa enfrentando a un padre que sabe, se encontró a sí mismo dando detalles sobre todo lo que había ocurrido desde la última vez que habló con la nave.

      Java-10 escuchó desapasionadamente todas sus revelaciones. Fuiste negligente en tus labores durante ese devaneo”, lo amonestó cuando él había terminado.

      “Lo sé. No dejare que vuelva a pasar”.

      “Muy bien. Pero eso no excusa el que haya pasado la primera vez”. Luego la máquina cambió completamente a otro asunto. “Comienza a aparecer una imagen coherente de los trabajos de esta ciudad. Pareciera haber algún poder o poderes automáticos que operan detrás de la escena y son conscientes de lo que ocurre. Es razonable asumir que este poder controlador posee algún tipo de habilidades telepáticas, que le permite descubrir tus deseos y proyectar ilusiones a tu mente”.

      “Debe haber algo más, algo adicional. Ese sillón en el que me senté era real. Soportaba mi peso. La chica también fue real. Esas definitivamente no fueron ilusiones.

      La Java-10 dudó. Entonces, “También podría ser apropiado postular un sistema de transformación de materia-energía, de tal forma que el poder que opera la ciudad puede ser capaz de crear materia en la forma que lo desee. Todas estas conclusiones tentativas presuponen una increíble cantidad de sofisticación técnica de parte de los constructores de la ciudad. Parece imperativo ahora que descubramos los secretos de la ciudad.

      “Debe haber un área central de control, algún lugar en el que residen las funciones cerebrales superiores de la ciudad. Debes buscar esta área e incapacitarla sin destruirla, de tal manera que pueda ser estudiada de forma segura”.

      “¿Pero cómo puedo hacer eso?”. Protestó Ryan.

      “La información es insuficiente en este momento para contestar a tal pregunta”, respondió Java-10. “Primero debes aprender más sobre este sistema”.

      “Puede ser peligroso”. Ryan repitió la amenaza de Bael sobre las pesadillas. “¿No podrías mandar unos hombres más para acá abajo a ayudarme?”.

      La respuesta fue inmediata y cruel en su brusquedad. “No. Si un hombre no puede hacer esto, entonces las probabilidades están en contra de que un grupo sea capaz de hacerlo. Si la ciudad te vence, vencerá a cualquier otro que pudiéramos mandar. No podemos arriesgar más vidas. Si fallas, la ciudad debe ser destruida, sin importar su valor”. Y, sin tan si quiera desearle buena suerte, Java-10 apagó.

       ***

      Era final de la tarde. La estrella roja que hacía de sol para este mundo se estaba poniendo, convirtiéndose en una bola manchada de rojo a medida que se acercaba al horizonte. Su color cambió la coloración de toda la ciudad y los edificios reflejaron los macabros tonos con un sentido de inquietante deleite mezclado con aprensión. La siempre presente brisa ahora helaba un poco y Ryan, de pie al aire libre, se estremeció involuntariamente.

      No había comido nada desde el desayuno y estaba sintiéndose bastante hambriento luego de la actividad inusual del día. Buscó una ración en su bolso de sobrevivencia

       y notó, hacia un lado, una gran mesa aparentemente dispuesta para el banquete de un hombre rico. La mezcla de olores agradables de jamón horneado, pollo frito, langosta hervida y bistec asado, asaltaron sus fosas nasales. Más allá de estas entradas, podía ver pilas de puré de papas amarillas con mantequilla, y guisantes, y

      “¡No!”, dijo en voz alta. “No, no me vas a hacer esto a mí de nuevo. Me hiciste caer una vez, pero ya no me vas a engañar más”. Comenzó a alejarse de la mesa.

      La mesa, sobre ruedas, lo seguía.

      “No esta vez”, confirmó él. Agarró una lata de ración sin abrir y la agitó al aire. “Esta vez, tengo mi propia comida. Puede no ser tan apetitosa como la tuya, pero al menos no tiene compromisos asociados”.

      Ryan haló de la arandela para abrir la lata. Caminando dentro, sobre la carne, había varios insectos negros, grandes y desagradables. Instintivamente, lanzó la lata alejándola de sí. La mesa cargada de comida se acercó aún más.

      “Está bien”, dijo Ryan testarudo, “pasaré hambre por unas horas más. No voy a rendirme ante ti tan fácilmente. Que Bael y los otros sean tus esclavos, pero no cuentes conmigo”. Ese discurso lo hizo sentirse muy orgulloso de su propia integridad. Desafortunadamente, no sirvió para aplacar los gruñidos de su estómago.

      Encuentra el cerebro central de la ciudad, le había dicho Java-10. Más fácil de decir que de hacer. ¿Dónde buscaría? El centro geográfico podría ser el punto lógico, pero cómo ¿cómo lo encontraría? No tenía idea de dónde estaba en este momento e incluso si la tuviera, no tenía direcciones. No podía haber referencias en una ciudad que cambiaba constantemente, en la que los edificios cambiaban su forma y su color de minuto a minuto.

      Decidiendo, luego de un rato, que cualquier dirección era tan buena como otra, Ryan comenzó a caminar. La mesa con el banquete lo seguía como un ansioso cachorrito. Él la ignoraba y concentraba su mirada directo al frente.

      Cuando el crepúsculo se convirtió en oscuridad, se encendieron las luces de la ciudad. No las regulares luces blancas, estériles de una metrópoli terrestre, sino una fantasmagoría de claridad y color, como si la ciudad se hubiese convertido en una gran exhibición de fuegos artificiales. Luces de todos los tonos titilaban y brillaban