Stephen Goldin

Fantasmas, Chicas Y Otros Espectros


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      “¡Y de qué manera!”. Susurró Starling a Filmore.

      “Usted sabe, General, que yo no enviaría a nadie al espacio que no estuviera en perfectas condiciones”, dijo Hawkins.

      “¿Qué opina el doctor del vuelo?

      “Dijo que tienen mejores formas —ah, están en mejor forma— que nadie que él haya visto jamás”.

      “Bueno, siempre y cuando él los haya revisado”. Bullfat se iba, luego se detuvo en la puerta. “Por cierto, ¿con quién están vinculados? ¿La Estación Tycho?”.

      “No, la USSF 187”.

      “¿Ya es tiempo de la rotación?”.

      “No, este grupo es personal adicional”.

      “¿Personal adicional?”. Gritó Bullfat. “Hawkins, sabes de sobra que la uno ochenta y siete fue construida exactamente para dieciocho hombres rotados en grupos de seis mensualmente. No hay, en lo absoluto, espacio para doce personas más. ¿Qué diantres esperas que tu “personal adicional” haga —hacinado con los otros hombres?”.

      Con una maravillosa demostración de autocontrol, Hawkins se las arregló para controlar su risa. El “personal adicional” sonrió deliberadamente. Starling, sin embargo, tuvo que precipitarse fuera de la sala en un ataque de risitas histéricas.

      “¿A dónde diantres va él?”, preguntó Bullfat, viendo salir a Starling.

      “Oh, ha estado bajo mucha presión últimamente. Ya casi se va de vacaciones”.

      “Parece más que se va a observación —y tú también, Hawkins. Puedes controlar la política de la Agencia Espacial, pero yo controlo los lanzamientos y esa tripulación no subirá como “personal adicional” a ninguna estación de pequeño tamaño. Si quieres subirlos allá, puedes rotarlos de a seis por mes como a todos los demás. Eso es definitivo”. Bullfat alardeó triunfante al cruzar la puerta.

      “¿Estás listo para rendirte, Jess?”. Preguntó Filmore.

      “Ni por un segundo. Sorprendentemente, Bullfat tiene un buen argumento. Si enviáramos a las chicas al uno ochenta y siete, realmente estaría saturado. Estarían constantemente en el camino de los hombres y podría ser más una molestia que una ayuda. Pero no todo se ha perdido. ¿Cuándo está programada la uno noventa y tres para partir?”.

      “La próxima semana —pero no estarás pensando enviar a las chicas en eso”.

      “¿Y por qué no?”.

      “La USSF 193 no es una estación para pasajeros —es para almacenar alimentos y suministros. No está diseñada para vivir en ella.

      “Entonces improvisaremos, Bill. La uno noventa y tres se va a poner en órbita paralela a la uno ochenta y siete, porque la necesitarán para almacenamiento. Se enviará en cuatro secciones ya cargadas y se ensamblará en el espacio. Es un asunto suficientemente simple, en el curso de una semana, acondicionar las secciones con asientos de aceleración y alojamientos —sólo hay que deshacerse de lo no esencial y estamos listos. Las chicas pueden vivir allí dentro”.

      “Es absurdo, Jess”, murmuró Filmore.

      “No realmente. Cada vez me gusta más la idea”. Hawkins sonrió levemente. “Sólo piénsalo: La USSF 193, una tienda de alimentos y una casa de citas, todo en uno, en el vecindario”.

      Filmore gimoteó. Las chicas, dejándose llevar, vitorearon.

       ***

      “No puedo creerlo”, dijo Jerry Blaine. “Digo, alguien allá abajo debe estar jugándonos una broma”.

      “Nadie juega bromas en código ultra secreto”, rebatió el Coronel Briston. “Jess Hawkins fue el que firmó esas órdenes. Y acaban de ver a esas chicas con sus propios ojos. Admito que es loco —”

      “¿Loco? Es un demente”, dijo Phil Lewis. Mark, por favor, lee esas órdenes otra vez. Tengo que escuchar ese pequeño agradable mensaje una vez más”.

      Rió Briston. “Estimados muchachos”, leyó él, “con cada sección de la USSF 193 se les enviará tres piezas de equipo necesario para el Proyecto Abrazo (completando un total de doce). Su amigable Tío Sam no ha escatimado gastos para traerlo directamente de Europa, así es que manéjenlo con cuidado, ¿já? Será rotado cada seis meses aproximadamente, pero mientras tanto puede ser almacenado en la USSF 193. Compártanlo por igual y diviértanse —es una orden. Cualquier comunicación respecto al equipo debe ser dirigida a mí personalmente en este mismo código. Eso, también, es una orden. Atentamente, Jess Hawkins, Director, Agencia Nacional Espacial”.

      “¡Hurra! Exclamó Lewis. “Recuérdenme no quejarme nunca más por pagar impuestos”.

      Justo en ese momento, Sydney apareció desde el cuarto de al lado. Se había quitado su traje espacial y estaba vestida con ropa muy ligera. “Caray”, dijo ella, “ustedes chicos sí que mantienen un lugar frío aquií. Nanette, Constance y yeo misma, nos stámos congelando”. Nos preguntábamus si alguno de ustedes muchachos quisiera calentarnus un pocu”.

      Haciendo valer su rango, el Coronel Briston se colocó de primero en la fila.

       ***

      Era muy tarde en lo que en la estación se consideraba noche, cerca de un mes después de que llegaran las chicas. Lucette, Babette, Francette, Toilette, Violette, Rosette, Suzette y Myrtle estaban de guardia, mientras que las demás estaban durmiendo lo que pudiesen. Sydney estaba pacíficamente acurrucada en la cama, soñando los sueños de los no tan inocentes, cuando de repente una roca del tamaño del puño de un hombre rasgó la pared cercana a su cama y se estrelló en la pared más distante. Un ruido de siseo llenó la habitación y Sydney empezó a respirar jadeando ya que el aire era succionado a través del hueco abierto por el meteoroide.

      En un instante, estaba fuera de su habitación y cerró tras ella, la puerta hermética del compartimiento. Las otras tres chicas se apuraron a salir al pasillo para averiguar qué ocurría.

      “¡Caray!”. Dijo Sydney cuando recuperó el aliento. “¡La condenada cosa tiene una filtración!”.

       ***

      “Todo está bien ahora, Sydney”, dijo Jerry Blaine cuando entró. “Ya le puse un parche. Me temo, sin embargo, que cualquier cosa que hayas tenido suelta en tu cuarto haya sido succionada al espacio. Espero que no fuera nada valioso”.

      “Nada que recuerde”, le respondió Sydney. “¿Pero estás seguro de que estu no va a pasar otra vez?

      “Como te dije antes, fue una casualidad en un millón. No ocurriría de nuevo ni en mil años”.

      “Mejor será que no, o bajaré a la Tierra de un tigo”. Iba de regreso a su cuarto.

      “Oh, por cierto”, le dijo Blained, ¿estás reservada para esta noche? Bien. Salgo aproximadamente a las seiscientas —puedes venir a esa hora”.

      “El trabaju de una mujer nunca tegmina”, suspiró Sydney sabiamente mientras reingresaba a su habitación. La mayoría de sus cosas aún estaban en las gavetas de la peinadora, pero por más que buscó no pudo encontrar el pequeño estuche de píldoras que mantenía junto a la cama. “Bueno”, dijo, “me las he arreglado antes sin ellas. Puedo volver a hacerlo por un tiempo”.

      Habían pasado cuatro meses, para ser exacto, cuando decidió que la situación ameritaba que se lo dijera a alguien, así es que se lo dijo al Coronel Briston, quien acababa de regresar desde la Tierra. “¿Por Dios!”. fue todo lo que pudo decir.

      “No es tan grave como eso”.

      “¿No es tan grave como eso?”. Ciertamente te lo estás tomando con calma. ¿Por qué no le dijiste a nadie sobre esto antes?”.

      “Bueno nunca mi había pasado