Guido Pagliarino

Un Giro En El Tiempo


Скачать книгу

dé de inmediato la orden a los comandos aéreos del norte de que hagan despegar más escuadrillas: tal vez alguna consiga avistarlo de nuevo, quién sabe, y esta vez abat...”

      â€œ... No, Duce, perdone...”

      â€œÂ¡Â¿Cómo que no?!”

      â€œPerdone, entiendo que la aeronave ya ha sido captur...”

      â€œ... Podía haberlo dicho antes, ¿no?”

      â€œEeh... sí, Duce, en realidad estaba a punto de decírselo”.

      â€œÂ¡Adelante!”

      â€œUna vez perdido de vista, esa especie de disco volante no siguió escondiéndose por mucho tiempo y no mucho después aterrizó en pleno campo, o mejor dicho, se le ha visto desplomarse en caída libre en los últimos metros, como si el motor se hubiera parado de golpe, sobre un campo de trigo entre las localidades de Sesto Calende, Varese y Vergiate, muy cerca de esta última”.

      â€œÂ¿Quién lo ha visto?”.

      â€œUn tal Annibale Moretti, un propietario de fincas agrarias con un terreno vecino al del impacto: un fascista veterano que participó en la Marcha sobre Roma. Había ido hacía un rato en bicicleta a ese terreno para ver el estado de la cosecha de trigo, ha escuchado un silbido, ha levantado la cabeza y ha podido ver la caída de la aeronave y su impacto en el campo vecino. No se ha acercado por temor a un incendio o una explosión, que no se han producido. Así que se ha montado inmediatamente en la bici y ha avisado a la comisaría local de Carabineros Reales, comandada por el subteniente primero Amilcare Palumbo. Este ha actuado de inmediato, ha mantenido en la comisaría solo los hombres estrictamente necesarios para mantener el orden público y ha hecho que los demás bloquearan el tráfico de vehículos civiles en la zona del impacto. Por suerte, desde la carretera más cercana, una estatal, no se podía ver nada de la aeronave, porque discurre a unos cuatrocientos metros y hay árboles de por medio, mientras que junto al lugar del suceso, según me han dicho, solo está el camino de tierra por el que había pasado Moretti en bicicleta y por el que raramente pasa alguien. El lugar ha sido rodeado por hombres de las tres fuerzas de seguridad, mientras que una centuria7 de la milicia, llegada del cercano cuartel Giovanni Berta, ha empezado a rastrear campos y bosquecillos de la zona y luego, edificio por edificio, también Vergiate”.

      â€œ... ¿Y Moretti? ¿Puede que hable?”

      â€œNo, Duce: Palumbo le ha retenido con la excusa de que era necesario que colaborase para escribir una declaración. Bajo sus órdenes, evidentemente no dadas en presencia de Moretti, un carabinero, con el agricultor delante de él, se ha dedicado a escribir a máquina con lentitud, preguntando, escribiendo, corrigiendo, etc. Entretanto, el subteniente avisaba a las demás fuerzas de policía y a la Milicia y ordenaba a su segundo, el brigada Aldo Pelassa, que fuera al lugar para cortar el tráfico y acordonarlo; luego el subteniente pidió las órdenes consiguientes a sus superiores. Estos, antes de responderle, me han puesto al corriente, dado lo delicado de la situación y he transmitido inmediatamente al subteniente la orden de tomar declaraciones en el cuartel de la Milicia, con la excusa de profundizar en las investigaciones, para indicarles qué tenían que decir exactamente. Me ha telefoneado hace poco el señor primero8 Ilario Trevisan, comandante de la cohorte9, y me ha dicho que Moretti ha llegado y está esperando en la sala de reuniones junto al cuerpo de guardia. Ahora Duce, espero sus instrucciones, las órdenes que se precisen, para transmitirlas a Trevisan”.

      â€œHmm… este Moretti, me ha dicho, es un fascista veterano y hay que tenerle contento... pero si habla, al menos por el momento... ¡Bueno! Mire, Bocchini, haga esto: déjelo libre, pero solo después de que hayamos difundido la noticia como nos convenga: haga que se comunique a radios y periódicos, lo habitual con la Stefani, que ha caído un meteorito del cielo y entretanto adoctrine apropiadamente a Moretti”.

      La Stefani era la agencia de prensa oficial del régimen, encargada de dar a los medios de comunicación las noticias de la forma más conveniente y de controlar minuciosamente su difusión, así como de ordenar el secuestro de cualquier información desagradable que, por desgracia, hubiera empezado a circular. La dirigía el periodista fascista Manlio Moranti, nacido en el mismo lugar que Mussolini, en Forli.

      â€œA sus órdenes, Duce”, había respondido Bocchini.

      â€œHábleme ahora del piloto de la aeronave”.

      â€œEn el interior había tres personas y ninguna estaba viva: dos cadáveres de hombres y uno de mujer, todos con ropas ligeras que los químicos analizarán en cuanto sea posible: calzaban mocasines y llevaban camisetas y pantalones, incluida la mujer, ropas parecidas a las que se ponen en vacaciones en la playa incluso las señoras más modernas...”.

      â€œâ€¦mujeres descocadas”.

      â€œSí, Duce. Sin embargo, no eran uniformes, porque los colores que vestían eran muy distintos, uno de los muertos vestía completamente de negro, los otros respectivamente con camiseta verde y pantalones azul celeste, la mujer, y amarillo y gris, el hombre”.

      â€œQuerrían llegar rápido al mar”, había bromeado Mussolini, para sacudirse la incomodidad que se había apoderado de él.

      El jefe de la OVRA, sin embargo, no le había entendido: “Duce, es posible que en aquel campo los motores generaran un calor muy intenso y por tanto...”

      â€œ... ¡Así que se ha dado cuenta, Bocchini!”

      â€œP... perdón, Duce, no le había entend...”

      â€œ... está bien, seamos serios: pienso que esos tres son espías, no simples pilotos de pruebas. Es una pena que hayan muerto y sus hombres no puedan interrogarlos como es debido, siempre que no haya otros con vida, por supuesto: ¿piensas que alguno podría haber salido de la aeronave y estar escondido?”

      â€œDuce, en su momento tuvimos por nuestra parte la misma sospecha y con razón, porque los asientos de aquel disco aéreo son cuatro, pero también se puede pensar ahora que no hubo supervivientes, porque toda la zona e incluso la localidad de Vergiate han sido rastreadas por la Milicia: creemos que uno de los asientos no estaba ocupado”.

      â€œHmm… sí, es verosímil. Aparte de esto, Bocchini, te digo que la presencia femenina en la aeronave me parece algo extraña, aunque en el mundo no faltan mujeres que sean pilotos de aviación, por otro lado excepcionalísimas” (a Mussolini el encantaban los superlativos, sobre todo los excesivos) “Como aquella aviadora americana de la que me hablaste en su momento, aquella que el año pasado había cruzado sola el Atlántico... ¿Cómo se llamaba?”.

       “Amelia Earhart 10 ”.

       “Ah, sí... ¿no será ella por casualidad?”

      â€œLo estamos investigando, Duce. En todo caso, le advierto entre paréntesis que, desde hace muy poco, también nosotros tenemos una mujer piloto heroína, la joven marquesa Carina Negrone, de 22 años, que precisamente esta mañana ha conseguido la licencia de piloto en Génova, despegando en un hidroavión Caproncino desde el mar cercano al faro”.

      â€œÂ¡Bravo, Bocchini! ¡Buena noticia para la propaganda! La chica es de probada fidelidad fascista, ¿no?”

       “Una patriota, Duce, le ha enseñado un piloto militar de la reserva, un héroe de la Gran Guerra, el industrial genovés