Amy Blankenship

Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas


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      Â¿Era lo que Toya había estado buscando? Si era así, entonces, ¿la culpa por la muerte de Toya era de esta chica? ¿Qué significaba todo esto? Deseaba respuestas. Esa luz lo había atraído como una polilla a una llama, y ahora descubrió que no podía simplemente dejarla ir. Era como si ella, sin saberlo, lo hubiese llamado y no tuviera más opción que responder.

      Kyou gruñó en la parte baja de su garganta mientras sus ojos brillaron rojos con sangre. Esta chica era peligrosa. Él no era alguien que necesitara o quisiera solo tener venganza por siglos. Ella tenía que ser tratada con cuidado. No confiaba en sí mismo alrededor de ella. Ella lo había capturado de alguna forma y le enfurecía inmensamente que esta chica, de alguna forma, lo hiciera débil.

      *****

      Balbuceando algo sobre reuniones de Alcohólicos Anónimos, Toya llevó a Kyoko a su habitación y gentilmente la extendió en su cama. Moviéndose de vuelta rápidamente a través del apartamento a la puerta principal, la cerró usando el cerrojo de seguridad ya que había roto la cerradura regular.

      â€“ Qué bueno que ella solo había cerrado el picaporte –, se encogió de hombros y miró alrededor a la soledad del apartamento. Era muy diferente del rugido ensordecedor que estaba en el club. Era casi demasiado silencioso. Quitándose los zapatos, suspiró. – ¡Qué nochecita! –, dejó a sus hombros relajarse por primera vez en todo el día mientras se acolchaba de vuelta donde su Kyoko estaba extendida.

      La luz de la luna se derramaba en la ventana lanzando un brillo etéreo sobre su cuerpo. El rostro de Toya se suavizó al detener su vista en el rostro de ella. Su cuerpo flexible se extendía en la cama con sus manos medio relajadas en cada lado de su cabeza. Se veía como un ángel, tan en paz y tan ajena al peligro en el que podría estar, su mano se volvió un puño al corregir su pensamiento: casi lo estuvo. Tenía en mente sacudirla hasta despertarla y provocarle algo de lógica… pero no lo haría.

      El ceño fruncido se grabó en su rostro tratando de pensar cómo ella había terminado en el callejón, sola, desmayada pero ilesa. Sin alguien para mirarle el colmillo al caballo regalado, decidió agradecer a los guardianes que cuidaban de ella… quienes fueran.

      Por el resto de la noche, Kyoko estaría con él y a salvo. Eso era todo lo que importaba.

      Un destello travieso brilló en sus ojos mientras le quitaba los zapatos y haló las sábanas sobre la duermevela silueta. Ella posiblemente lo mataría mañana pero… Toya se montó en la cama y tiró del cuerpo ruborizado de ella contra el suyo.

      Generalmente, ligeros pensamientos sucios llenarían su mente como lo había hecho tantas veces cuando estaba en casa solo. Sin embargo, por alguna razón esos pensamientos se sentían mal en el momento. Había algo sobre estar acostado aquí con ella que parecía… ¿inocente? Sacudió su cabeza suavemente y se ubicó cómodamente contra ella.

      Sosteniéndola con fuerza, agradeció a cualquier dios afuera porque ella estaba sana y salva donde pertenecía. Se sentía tan bien tenerla en sus brazos y lo disfrutaría por ahora. En la mañana podría probar atentar contra su vida, pero si él iba a morir, al menos moriría feliz.

      Kyoko suspiró con alegría, acurrucándose al calor protector que rodeaba su cuerpo.

      Una sonrisa agració los suaves labios de Toya mientras besaba su sien y la siguió en una dichosa alegría en un sueño ligero.

      *****

      El cuerpo de Kyou levitó hacia la ventana en la que se dio cuenta de que el aroma era más fuerte. Unas esferas de oro fundido se abrieron sorpresivamente ante la escena frente a sus ojos. Ahí… en la habitación donde Kyoko yacía, un joven con ojos dorados y largo cabello medianoche plagado de mechas plata que hacían juego con las suyas entró.

      Sintió como si el aire hubiese sido sacado de golpe de sus pulmones al tiempo que veía el reflejo de la imagen del asesino de su hermano de pie en la cabecera de la cama, mirando hacia la chica adormilada que había secuestrado.

      Su máscara helada se desvaneció completamente ante la visión de este chico que se parecía a su querido hermano de hace tanto tiempo. “¿Cómo es esto posible?” Al recordar la primera palabra que ella le había dicho, hizo que su pecho le doliera. Lo había llamado Toya por error, y ahora… ¿aquí en su habitación estaba la imagen de Toya?

      Kyou vacilantemente buscó con el olfato un aroma, tratando de comprobar lo que le decían sus ojos, pero su mente no podía comprender. El aroma de su hermano estaba ligeramente mezclado con el aroma de este chico; sin embargo, antes de que pudiera contemplarlo más, el chico trepó en la cama y envolvió sus brazos posesivamente alrededor de ella.

      Celos iracundos se dispararon por el cuerpo de Kyou mientras la chica confiadamente se acurrucaba en el abrazo del joven. Un gruñido grave de advertencia vibró dentro de su pecho al tiempo que sus ojos brillaban rojos brevemente. Hermano o no… no lo permitiría.

      Alargó su brazo hacia la ventana justo cuando una cascada de brillo ondeó a través de ella haciéndolo quitar de golpe su mano. Viendo el polvo arcoíris asentarse en el alféizar de la ventana como si la protegiera, gruñó de nuevo. La chica parecía estar rodeada de todo lo sobrenatural, y el inmortal estaba enrejado en su ira.

      Sus ojos se entrecerraron preguntándose si solo era el hechizo de un mago lo que le permitía ver a su hermano. ¿Ella había lanzado el hechizo cuando le había susurrado el nombre de su difunto hermano?

      Su atención se apartó de golpe de la ventana para mirar hacia el suelo debajo… el lobo estaba llegando. Envió otra mirada asesina dentro de la habitación antes de levitar rápidamente al techo.

      Toya se acababa de dormir cuando escuchó un gruñido animal que parecía provenir de la ventana de Kyoko. “Eso no está bien… ella está en el segundo piso”. Los ojos de Toya se abrieron de golpe cuando escuchó el sonido de nuevo.

      Levantando su cabeza levemente para no molestar a Kyoko, miró hacia la ventana de donde venía el sonido. Cada instinto de su cuerpo le dijo que alguien o algo estaba ahí… vigilándolos.

      Su mirada se enlazó con la sombra de lo que parecía ser un hombre. Parecía que estaba mirando fijamente a su ventana… ¿en el segundo piso? El contorno plateado se inflaba a su alrededor y casi lo hacía ver fantasmal. Toya había visto esta aparición antes… en pesadillas.

      Unos ojos dorados como el sol estaban enfocados en el suelo, pero Toya pudo verlos brillar rojo por solo un momento y podría jurar que vio un centelleo de colmillos también. La imagen brilló como si copos metálicos de polvo multicolor llovieran contra la ventana bloqueando su visión.

      Toya sacudió su cabeza y parpadeó rápidamente antes de mirar hacia la ventana una vez más, solo para ahora encontrarla vacía. – ¿Qué demonios fue eso?

      Sintiéndose un poco más que perturbado, salió de la cama y reptó hacia la ventana. Mirando hacia afuera, lo recibió nada más que sombras y obscuridad. Inhalando profundamente, frunció el ceño notando un aroma inusual rondando cerca de la cornisa que no reconoció.

      Un grave gruñido irritado se escapó de sus labios tratando de identificarlo. Decidiendo que quizá era solo su imaginación reaccionando excesivamente por los eventos de esa tarde, revisó de nuevo para asegurarse de que no era nada.

      Temporalmente satisfecho de que al menos se estaba debilitando, trepó de nuevo en la cama con Kyoko, manteniendo un ojo abierto por un rato… por si acaso.

      *****

      Kotaro