Морган Райс

Jurada


Скачать книгу

a la cuerda mientras se movían por el aire a toda velocidad, el agua salada se eleva desde las olas y se estrellaba contra ellos. Por un momento, Caitlin no supo si todavía se estaban balanceando, o estaban cayendo.

      Pero después de unos segundos, sintió la tensión de la cuerda en la mano; no estaban cayendo en picada sino que se estaban columpiando hacia el acantilado. Se estaban sosteniendo.

      Caitlin se preparó. La cuerda los estaba sosteniendo, era una buena señal. Pero se estaban balanceando demasiado rápidamente, directamente hacia el acantilado. Si se estrellaban, iba a ser muy doloroso.

      Giró su hombro y colocó a Scarlet detrás, para que ella pudiera recibir toda la fuerza del golpe. Miró y vio a Caleb hacer lo mismo, sosteniendo a Ruth con un brazo detrás de él mientras inclinaba su hombro. Ambos se prepararon para el impacto.

      Un segundo más tarde, se estrellaron contra el muro, el dolor fue tremendo. La fuerza del impacto dejó sin aliento a Caitlin quien se quedó aturdida por un momento. Pero se aferró a la cuerda, y vio que Caleb hacía lo mismo. Se quedó colgando allí, aturdida durante unos segundos, mientras verificaba que Scarlet estuviera bien, y Caleb estuviera ileso. Ambos estaban bien.

      Lentamente, Caitlin se recuperó del golpe y empezó a jalar de la cuerda empujándose hacia arriba del acantilado. Levantó la vista y vio que tenía treinta yardas adelante para llegar a la cima. Entonces, cometió el error de darse vuelta y mirar hacia abajo: se trataba de una caída peligrosa y, si la cuerda cedía, caerían cientos de metros en picada sobre las afiladas rocas que estaban  debajo.

      Caleb siguió subiendo por su cuerda. Los dos estaban ascendiendo a una buena velocidad, aun con los acantilados cubiertos de musgo que los hacían resbalar.

      De repente, Caitlin oyó un ruido horrible. Era el sonido de la cuerda  rompiéndose.

      Caitlin se preparó para caer en picada hacia su muerte, pero se dio cuenta que su cuerda no estaba rompiéndose. Miró por encima de su hombro y vio que era la cuerda de Caleb.

      Su cuerda se se estaba quebrando.

      Caitlin entró en acción. Se alejó de la roca y echó la cuerda cerca de él, y extendió su mano libre. Se las arregló para agarrar la mano de Caleb justo cuando estaba cayendo en picada. Lo tenía agarrado con la mano libre y lo mantuvo así, colgando en el aire. Luego, con un esfuerzo supremo, lo levantó varios metros hacia una grieta profunda en la pared del acantilado. Caleb, todavía con Ruth, pudo mantenerse firme en un escalón y agarrarse de una roca.

      Estaba a salvo, ella pudo ver el alivio en su rostro.

      Pero no había tiempo para pensar. Inmediatamente, Caitlin se dio vuelta y se apuró a subir por la cuerda. Su cuerda podía romperse también en cualquier momento, y cargaba a Scarlet en su espalda.

      Finalmente, llegó a la cima. Rápidamente, ella saltó a la meseta cubierta de hierba y depositó a Scarlet sobre la tierra. Se sentía tan agradecida de estar sobre la tierra -pero no perdió el tiempo. Se dio vuelta, tomó la cuerda y la arrojó con fuerza varios metros para que colgara cerca de donde Caleb se estaba sosteniendo.

      Miró hacia abajo y él la estaba esperando y, cuando la cuerda llegó hasta él, Caleb extendió su mano y la agarró mientras sostenía a Ruth con la otra mano. Se las arregló para empujarse rápidamente hacia arriba. Caitlin miró detenidamente cada paso que daba, rezando para que la cuerda no se rompiera.

      Finalmente, llegaron a la cima y rodaron sobre la hierba. Se apresuraron a alejarse de la cornisa, y Scarlet y Ruth se abrazaron mientras Caitlin y Caleb hacían lo propio.

      Al igual que Caleb, Caitlin se sintió completamente aliviada.

      "Me salvaste la vida", él dijo. "Una vez más.”

      Ella respondió con una sonrisa.

      “Tú has salvado la mía muchas veces", ella le dijo. "Te debo al menos unas cuantas."

      Él le devolvió la sonrisa.

      Todos se volvieron y observaron sus nuevos alrededores. La Isla de Skye. Era preciosa, impresionante, mística, desolada y dramática al mismo tiempo. La isla se ondulaba en una serie de montañas y valles y colinas y mesetas, algunas de ellas rocosas y áridas, otras estaban cubiertas de un musgo verde. Todo estaba envuelto por una neblina celestial que se abría camino en los rincones y grietas, y se iluminaba de color naranja y rojo y amarillo bajo el sol de la mañana. Esta isla parecía un lugar de ensueño. Y también parecía un lugar donde los seres humanos posiblemente nunca podrían vivir.

      Mientras miraban el horizonte, de pronto, como si fuera una aparición, una docena de vampiros salieron lentamente de la niebla sobre la colina, se  dirigían directamente hacia ellos. Caitlin no lo podía creer. Se preparó para la batalla, pero, mientras todos permanecían en sus posiciones, Caleb se acercó y puso una mano sobre la suya para tranquilizarla.

      "No te preocupes", dijo Caleb. "Puedo sentirlo. Son amigables.”

      Al acercarse, Caitlin pudo ver sus características y sintió que tenía razón. De hecho, se sorprendió de lo que vio.

      Allí, de pie, frente a ella, estaban varios de sus viejos amigos.

      CAPÍTULO CUATRO

      Mientras el barco se mecía violentamente y era empujado hacia la costa rocosa, Sam se preparó para la batalla. Pudo sentir la aprensión de Polly mientras docenas de vampiros guerreros se apresuraban hacia ellos por los acantilados escarpados.

      "¿Y ahora qué?", preguntó Polly cuando el barco estaba a unos pocos metros de la orilla.

      "No tenemos de otra", respondió Sam. “Los enfrentaremos."

      Dicho esto, saltó de la embarcación tomando a Polly de la mano. Los dos saltaron varios metros en el aire y aterrizaron en la orilla. Cuando el agua helada tocó sus pies descalzos, Sam sintió un escalofrío en su columna vertebral que lo despertó completamente. Se dio cuenta de que todavía vestía el equipo de batalla que había usado en Londres – pantalones negros ajustados y camiseta acolchada en los hombros y los brazos, y que Polly, también.

      Pero no tenía tiempo para perder. Cuando Sam miró hacia la orilla, vio a docenas de guerreros humanos lanzarse sobre ellos. Vestidos con armaduras y cotas  de malla de pies a cabeza, blandiendo espadas y llevando escudos, era la visión clásica de los caballeros de armadura brillante que Sam había visto durante su infancia en los libros ilustrados -los caballeros que una vez quiso ser. Cuando era niño, los había idolatrado. Pero ahora, siendo un vampiro, sabía que era mucho más fuerte que cualquier otro guerrero. Sabía que ellos nunca podrían igualar su fuerza o su velocidad, nunca llegarían a tener sus habilidades para el combate. Por esa razón, Sam no tenía miedo.

      Pero, le preocupó Polly. Desconocía sus habilidades para el combate, y la verdad no le gustaba para nada cómo se veían las armas de estos seres humanos. Eran muy diferentes a otras espadas y escudos que había visto antes. Pudo notar, por el brillo del sol de la mañana sobre las espadas, que su punta era de plata. Estaban diseñadas para matar vampiros.

      Sabía que era una amenaza real que no podían menospreciar.

      Por la expresión en sus rostros, estos humanos hablaban en serio y por sus apretadas formaciones coordinadas era evidente de que estaban bien entrenados. Para los seres humanos, probablemente eran los mejores guerreros de su tiempo. También estaban muy bien organizados, y se lanzaron hacia Sam y Polly desde direcciones contrarias.

      Sam no les daría la oportunidad de dar del primer golpe.

      Rompiendo en una carrera de velocidad, Sam se lanzó hacia los guerreros humanos moviéndose más rápidamente que ellos.

      Era claro que ellos no se lo esperaban. Pudo sentir su vacilación, no sabían cómo reaccionar.

      Pero él no les dio tiempo para reaccionar. Con un salto y usando sus alas para propulsarse, voló por encima de sus cabezas hasta que libró a todo el grupo y aterrizó detrás de ellos. Se agachó y agarró una lanza de la espalda de un caballero. No bien aterrizó, la hizo girar arrojando a varios de sus caballos con un solo movimiento.

      Los caballos relinchaban y pateaban, afectando