rápidamente improvisó, quitándose del camino mientras el golpe continuaba bajando; sólo lo rozó, fallando por un dos centímetros; estuvo tan cerca que pudo sentir el viento soplar en su hombro. Su padre tenía una fuerza tremenda, mayor que cualquier guerrero que hubiese enfrentado, y Thor sabía que no sería fácil. Su padre también era demasiado rápido – una combinación mortal. Y ahora Thor no tenía arma alguna.
Andrónico giró nuevamente sin vacilar, moviéndose lateralmente, con el objetivo de cortar a Thor en dos.
Thor saltó en el aire, sobre la cabeza de Andrónico, haciendo una voltereta, usando sus poderes internos para impulsarlo, para hacerlo volar en el aire y caer detrás de Andrónico. Él aterrizó sobre sus pies, se inclinó y tomó la espada de su padre del suelo, giró y fue a la carga, moviéndose hacia la espalda de Andrónico.
Pero para sorpresa de Thor, Andrónico fue tan rápido, que estaba preparado. Giró y bloqueó el golpe. Thor sintió el impacto del metal contra metal reverberando en todo su cuerpo. La espada de Andrónico, por lo menos, resistía; era más fuerte que la suya. Era extraño sostener la espada de su padre – especialmente cuando se enfrentaba a él.
Thor giró y bajó hacia los costados, hacia el hombro de Andrónico. Andrónico lo bloqueó y bajó hacia Thor.
Iban de allá para acá, atacando y bloqueando, Thor hacía retroceder a Andrónico, y Andrónico, a su vez, empujaba a Thor hacia atrás. Volaban chispas, las armas se movían tan rápido, brillando en la luz, su gran resueno remachaba el campo de batalla, los dos ejércitos observaban, petrificados. Los dos grandes guerreros se empujaban mutuamente hacia atrás y hacia adelante en el claro abierto, y ninguno ganaba ni un ápice.
Thor levantó su espada para atacar nuevamente, pero esta vez Andrónico le sorprendió, al dar un paso adelante y patearlo en el pecho. Thor salió volando hacia atrás, aterrizando de espaldas.
Andrónico se abalanzó y bajó su hacha. Thor rodó fuera del camino, pero no con la suficiente rapidez: cortó el bíceps de Thor, lo suficiente como para sacarle sangre. Thor gritó, pero no obstante, giró y esgrimió su espada y cortó la pantorrilla de Andrónico.
Andrónico tropezó y gritó, y Thor se reviró a sus pies, mientras los dos se enfrentaban uno al otro, heridos.
"Yo soy más fuerte que tú, hijo", dijo Andrónico. "Y más experimentado en la batalla. Ríndete ya. Tus poderes druidas no funcionarán en mi contra. Soy yo contra ti, hombre a hombre, espada contra espada. Y como guerrero, soy mejor. Lo sabes. Ríndete ante mí, y no te voy a matar".
Thor frunció el ceño.
"¡No me rindo ante nadie! ¡Y menos ante ti!”.
Thor se forzó a sí mismo a pensar en Gwendolyn, en lo que Andrónico le había hecho a ella y su ira se intensificó. Ahora era el momento. Thor estaba decidido a acabar con Andrónico, de una vez por todas, a enviar a esta horrible criatura de vuelta al infierno.
Thor fue al ataque con una ráfaga de fuerza final, dando todo lo que tenía, soltando un gran grito. Esgrimió su espada de izquierda a derecha, moviéndose tan rápido que apenas podía contenerla; Andrónico bloqueaba cada golpe, aun cuando era hecho retroceder, paso por paso. La lucha continuó y continuó, y Andrónico parecía sorprendido de que su hijo pudiera exhibir tanta fuerza y por tanto tiempo.
Thor encontró su oportunidad cuando, por un momento, los brazos de Andrónico se cansaron. Thor giró hacia la cabeza del hacha y la unió y logró quitar la navaja de las manos de Andrónico. Andrónico la vio volar por el aire, sorprendido, y luego, Thor pateó a su padre en el pecho, derribándolo, de espaldas.
Antes de que él pudiera levantarse, Thor se adelantó y colocó un pie en su garganta. Thor lo tenía sujetado, y se quedó allí, mirándolo.
El campo de batalla llamaba la atención, mientras Thor estaba parado encima de él, sosteniendo la punta de su espada en la garganta.
Andrónico, sangrando por la boca, sonrió entre sus colmillos.
"No puedes hacerlo, hijo", dijo. "Ésa es tu gran debilidad. Me amas. Es también mi debilidad por ti. Nunca podría matarte. Ni ahora ni en toda tu vida. Toda esta batalla es inútil. Me dejarás ir. Porque tú y yo somos uno".
Thor estaba parado encima de él, las manos le temblaban mientras sostenía la punta de la espada en la garganta de su padre. Lentamente, la levantó. Una parte de él sentía que las palabras de su padre eran ciertas. ¿Cómo podría matar a su padre?
Pero mientras miraba hacia abajo, pensó en todo el dolor, en todo el daño que su padre había infligido en todos a su alrededor. Pensó en el precio de dejarlo vivir. El precio de la compasión. Era un precio demasiado alto que pagar, no sólo para Thorgrin, sino para todos los que amaba y le preocupaban. Thor miró detrás de él y vio las decenas de miles de soldados del Imperio que habían invadido su patria, allí de pie, listos para atacar a su pueblo. Y este hombre era su líder. Thor estaba en deuda con su patria. Con Gwendolyn. Y sobre todo, consigo mismo. Este hombre podría ser su padre de sangre, pero eso era todo. No era su padre en ningún otro sentido de la palabra. Y la sangre en sí, no hacía un padre.
Thor levantó su espada por lo alto, y con un gran grito, la dejó caer.
Thor cerró sus ojos y los abrió para ver la espada, incrustada en el suelo, justo al lado de la cabeza de Andrónico. Thor la dejó allí y dio un paso atrás.
Su padre había tenido razón: él no había sido capaz de hacerlo. A pesar de todo, él no podía matar a un hombre indefenso.
Thor le dio la espalda a su padre, frente a su propio pueblo, frente a Gwendolyn. Evidentemente había ganado la batalla; había dejado en claro su opinión. Ahora, Andrónico, si tenía algún honor, no tendría más remedio que volver a casa.
"¡THORGRIN!”, gritó Gwendolyn.
Thor se volvió para ver, asombrado, el hacha de Andrónico balanceándose hacia él, dirigiéndose a su cabeza. Thor se agachó en el último segundo, y el hacha pasó volando.
Sin embargo, Andrónico fue rápido, y con el mismo movimiento, se dio vuelta y con su guantelete abofeteó a Thor en la quijada, haciéndolo caer sobre las manos y rodillas.
Thor sintió un terrible crujido en las costillas, mientras la bota de Andrónico lo pateaba en el estómago, haciéndolo rodar, jadeando en busca de aire.
Thor estaba sobre sus manos y rodillas, respirando con fuerza, la sangre chorreaba de su boca, sus costillas lo mataban, tratando de reunir la fuerza para levantarse. Con el rabillo del ojo vio a Andrónico dar un paso adelante, sonreír ampliamente y elevar su hacha con ambas manos. Thor pudo ver que le estaba apuntando, para cortar la cabeza de Thor. Thor podía ver en sus ojos inyectados en sangre, que Andrónico no tendría piedad, como Thor la había tenido.
"Esto es lo que debería haber hecho hace treinta años", dijo Andrónico.
Andrónico soltó un gran grito, bajó su hacha hacia el cuello expuesto de Thor.
Thor, sin embargo, no había terminado de pelear; logró tener una última ráfaga de energía, y a pesar de todo su dolor, se puso de pie y se abalanzó hacia su padre, abordándolo por las costillas, haciéndolo retroceder, hacia al suelo, de espaldas.
Thor estaba encima de él, luchando, preparándose para luchar contra él con sus manos. Se había convertido en una lucha libre. Andrónico se acercó y agarró la garganta de Thor, y Thor se sorprendió por su fuerza; sintió que perdía aire rápidamente mientras lo estrangulaba.
Thor sujetó su cintura, desesperado, buscando su daga. La daga real, la que el Rey MacGil le había dado antes de morir. Thor estaba perdiendo aire rápidamente, y sabía que si no la encontraba pronto, estaría muerto.
Thor la encontró con su último aliento. La levantó por lo alto y la hundió hacia abajo con ambas manos, en el pecho de Andrónico.
Andrónico se levantó, buscando aire, con los ojos saltones con una mirada de muerte, mientras se sentaba y continuaba asfixiando a su hijo.
Thor, sin aliento, estaba viendo estrellas, debilitándose.
Finalmente,