Морган Райс

Un Grito De Honor


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posible", dijo ella, sombría. "Le he dado todo lo que tengo, pero no será suficiente. Su vida está en manos del destino".

      "¿Qué puedo hacer?", preguntó Gwen.

      Ella se volvió y miró a Gwen.

      "Reza por él. Sin duda, será una noche larga".

      CAPÍTULO CINCO

      Kendrick nunca había apreciado lo que significaba la libertad – la verdadera libertad – hasta este día. El tiempo que había pasado encerrado en el calabozo había cambiado su opinión sobre la vida. Ahora apreciaba cada pequeña cosa – sentir el sol, el viento en su cabello, el simple hecho de estar fuera. Cabalgar un caballo, sentir la tierra por debajo de él a toda velocidad, volver a ponerse la armadura, volver a tener su armamento y montar a caballo junto con sus hermanos de armas, lo hacía sentir como si le hubieran lanzado de un cañón, le hacía sentir una imprudencia que nunca había experimentado antes.

      Kendrick galopó, agachándose ante el viento, con su gran amigo íntimo Atme a su lado, tan agradecido por la oportunidad de pelear con sus hermanos, por no perder esta batalla y con ganas de liberar a su ciudad de los McCloud – y a hacerles pagar por invadirlos. Cabalgaba con un deseo de que hubiera derramamiento de sangre, aunque mientras cabalgaba sabía que el verdadero objetivo de su ira no eran los McCloud, sino su hermano Gareth. Nunca le perdonaría haberlo encarcelado, haberlo acusado del asesinato de su padre, de habérselo llevado delante de sus hombres – y por intentar ejecutarlo. Kendrick quería vengarse de Gareth – pero puesto que no podía hacerlo, al menos hoy no, se desquitaría con los McCloud.

      Sin embargo, cuando Kendrick regresara a la Corte del Rey, podría arreglar las cosas. Haría todo lo que estuviera en sus manos para derrocar a su hermano y poner a su hermana Gwendolyn como nueva gobernante.

      Ellos se acercaban a la ciudad saqueada y enormes nubes negras ondeantes se acercaban hacia ellos, llenando las fosas nasales de Kendrick con humo acre. Le dolía ver una ciudad MacGil así. Si su padre siguiera vivo, esto nunca habría pasado; si Gareth no le hubiera precedido, esto tampoco habría ocurrido. Era una desgracia, una mancha en el honor de los MacGil y de Los Plateados. Kendrick oró para que no fuera demasiado tarde para rescatar a esas personas, para que los McCloud no hubieran estado aquí mucho tiempo, y para que no hubiera mucha gente herida o muerta.

      Pateó su caballo con más fuerza, pasando por delante de los demás, mientras cabalgaban, como un enjambre de abejas, hacia la puerta de entrada abierta a la ciudad. Irrumpieron en ella, Kendrick sacó su espada, preparándose para enfrentarse con una multitud de los McCloud, mientras entraban en la ciudad. Dejó salir un gran grito, igual que todos los hombres a su alrededor, preparándose para el impacto.

      Pero cuando pasó por la puerta hacia la polvorienta plaza de la ciudad, estaba perplejo por lo que vio: nada. Todo a su alrededor tenía los indicios de una invasión – destrucción, incendios, casas saqueadas, cadáveres amontonados, mujeres arrastrándose. Había animales muertos, sangre en las paredes. Había sido una masacre. Los McCloud habían arrasado con esta gente inocente. La sola idea hizo que Kendrick sintiera náuseas. Eran unos cobardes.

      Pero lo que impresionó a Kendrick mientras cabalgaba, era que los McCloud no estaban a la vista. No podía entenderlo. Fue como si todo el ejército se hubiera ido deliberadamente, como si hubiesen sabido que ellos iban a llegar. Todavía había incendios activos, y estaba claro que habían sido encendidos con un propósito.

      Kendrick empezaba a entender que todo esto era un señuelo. Que los McCloud habían querido atraer el ejército MacGil a este lugar.

      ¿Pero por qué?

      Kendrick repentinamente giró, miró a su alrededor, desesperado por ver si faltaba alguno de sus hombres, si algún contingente había sido atraído hacia otro lugar. Su mente estaba inundada con un nuevo sentimiento, con la sensación de que todo esto había sido arreglado para cercar a un grupo de sus hombres, para tenderles una emboscada. Buscó por todas partes, preguntándose quién faltaba.

      Y entonces se dio cuenta. Faltaba una persona. Su escudero.

      Thor.

      CAPÍTULO SEIS

      Thor montaba su caballo, en la cima de la colina, con el grupo de miembros de La Legión y Krohn junto a él y miró la sorprendente vista delante de él: hasta donde alcanzaba la vista, había tropas de los McCloud, sentados a caballo, era un ejército enorme y extenso, que les esperaba. Les habían tendido una trampa. Forg debe haberlos llevado ahí a propósito, debe haberlos traicionado. ¿Pero por qué?

      Thor tragó saliva, mirando a lo que parecía ser una muerte segura.

      Un gran grito de batalla se escuchó, mientras el ejército de los McCloud iba hacia ellos de repente. Estaban a unos cientos de metros de distancia y se acercaban rápidamente. Thor miró sobre su hombro, pero no había refuerzos hasta donde podía ver. Estaban completamente solos.

      Thor sabía que no tenían otra opción sino dar la última batalla en esta pequeña colina, junto a esta torre abandonada. Las probabilidades eran imposibles, y no había manera de que pudieran ganar. Pero si iba a caer, lo haría con valentía y los enfrentaría como un hombre. La Legión le había enseñado eso. Huir no era una opción; Thor se preparó para enfrentar su muerte.

      Thor se volvió y miró los rostros de sus amigos, y pudo notar también, que estaban pálidos de miedo; vio a la muerte en sus miradas. Pero a su favor, todos permanecieron valientes. Ninguno de ellos se estremeció, aunque sus caballos hicieron cabriolas, ni se movieron para girar y huir. Ahora, La Legión era una unidad. Eran más que amigos: Los Cien les habían forjado como un equipo de hermanos. Ninguno de ellos dejaría al otro. Todos habían hecho una promesa, y su honor estaba en juego. Y para La Legión, el honor era más sagrado que la sangre.

      "Señores, creo que tenemos una lucha ante nosotros", anunció Reece lentamente, mientras estiraba la mano y sacaba su espada.

      Thor se agachó y sacó su honda, queriendo tomar todo lo que pudiera, antes de que ellos llegaran. O'Connor sacó su lanza corta, mientras que Elden izaba su jabalina; Conval levantó un martillo para lanzar y Conven un pico para lanzar. Los otros chicos de La Legión que iban con ellos, los que Thor no conocía, sacaron sus espadas y sus escudos. Thor podía sentir el miedo en el aire, y él también lo sintió a medida que crecía el estruendo de los caballos, mientras el sonido de los gritos de los McCloud llegaba a los cielos, sonando como el estallido de un trueno a punto de caerles encima. Thor sabía que ellos necesitaban una estrategia – pero no sabía cuál.

      Al lado de Thor, Krohn gruñó. Thor se inspiró en la intrepidez de Krohn: nunca gimió ni miró hacia atrás. De hecho, los pelos se levantaron en su espalda y caminó lentamente hacia adelante, como si fuera a reunirse él solo, con el ejército. Thor sabía que en Krohn había encontrado a un verdadero compañero de batalla.

      "¿Crees que los demás nos servirán de refuerzo?", preguntó O'Connor.

      "No a tiempo”, respondió Elden. "Forg nos tendió una trampa".

      "¿Pero por qué?", preguntó Reece.

      "No sé", contestó Thor, avanzando en su caballo, "pero tengo el presentimiento de que tiene algo que ver conmigo. Creo que alguien me quiere muerto”.

      Thor sintió que los demás se daban la vuelta para mirarlo.

      "¿Por qué?", preguntó Reece.

      Thor se encogió de hombros. No lo sabía, pero sospechaba que tenía que ver con todas las intrigas en la Corte del Rey, tenía que ver con el asesinato de MacGil. Lo más probable es que fuera Gareth. Tal vez él veía a Thor como una amenaza.

      Thor se sentía muy mal por haber puesto en peligro a sus hermanos de armas, pero no había nada que pudiera hacer ahora. Todo lo que podía hacer era tratar de defenderlos.

      Thor ya había tenido suficiente. Él gritó y pateó su caballo y salió galopando hacia el frente, cabalgando antes que los demás. No esperaría aquí para encontrarse con ese ejército, para encontrarse con su muerte. Él daría los primeros golpes, tal vez incluso