Блейк Пирс

Una Vez Perdido


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del FBI seguía ahí. Riley sabía que había otra furgoneta estacionada en el callejón. A pesar de que los vehículos no estaban marcados, definitivamente llamaban la atención. Pero no había nada que hacer al respecto.

      Riley estacionó su auto en la entrada, se acercó a la furgoneta y miró dentro de la ventanilla del pasajero.

      Dos agentes jóvenes estaban sentados en los asientos delanteros: Craig Huang y Bud Wigton. Riley se sintió un poco mejor. Tenía a los dos agentes en alta estima, y había trabajado con Huang varias veces recientemente. Huang le había parecido demasiado entusiasta cuando llegó a la UAC, pero estaba convirtiéndose en un excelente agente. No conocía a Wigton tan bien, pero tenía una excelente reputación.

      “¿Pasó algo?”, les preguntó Riley.

      “Nada de nada”, dijo Huang.

      Huang sonaba aburrido, pero Riley se sintió aliviada. Para ella, esa era una buena noticia. Pero ¿era tan bueno que no duraría?

      “¿Puedo echarle un vistazo al interior?”, preguntó Riley.

      “Claro”, dijo Huang.

      La puerta lateral de la furgoneta sin ventanas se abrió, y Riley entró y encontró a otra agente, Grace Lochner. Riley sabía que Grace también tenía una excelente reputación en la UAC.

      Lochner estaba sentada frente a una serie de pantallas de video. Se volvió hacia Riley con una sonrisa.

      “¿Qué es esto?”, preguntó Riley.

      Al parecer ansiosa de mostrar la tecnología a su disposición, Lochner señaló un par de pantallas que mostraban vistas aéreas de la vecindad.

      Ella dijo: “Aquí tenemos imágenes satelitales en tiempo real que muestran todo en un radio de casi un kilómetro. Nadie puede acercarse aquí sin que nos demos cuenta”.

      Riendo un poco, Lochner agregó: “Me alegra de que vivas en un vecindario tranquilo. Así no tenemos que hacerle seguimiento a tantas personas”.

      Ella señaló varias pantallas que mostraban más actividad.

      Le dijo: “Tenemos cámaras ocultas por el vecindario para ver lo que está pasando más de cerca. Podemos verificar la matrícula de cualquier vehículo que se aproxima”.

      Oyó una voz sobre un intercomunicador.

      “¿Tienen visita?”.

      Lochner respondió: “La agente Paige pasó por la furgoneta para saludarnos”.

      La voz dijo: “Hola, agente Paige. Habla el agente Cole, desde el vehículo atrás de tu casa. Tengo a los agentes Cypher y Hahn conmigo también”.

      Riley sonrió. Todos esos eran nombres conocidos de agentes respetados.

      Riley dijo: “Me alegra que estén aquí”.

      “Lo hacemos con gusto”, dijo el agente Cole.

      A Riley le impresionó la comunicación entre las dos furgonetas. Veía la furgoneta detrás de su casa en algunas de las pantallas de Lochner. Obviamente, nada le podía pasar a cualquiera de los equipos sin que el otro equipo se enterara de inmediato.

      A Riley también le alegraba el despliegue de armamento almacenado dentro de la furgoneta. El equipo tenía suficientes armas para luchar contra un pequeño ejército si fuera necesario.

      Pero no pudo evitar preguntarse si sería suficiente para combatir a Shane Hatcher. Salió de la furgoneta y se dirigió hacia su casa, diciéndose a sí misma que no debía preocuparse. Creía que no era posible que ni siquiera Shane Hatcher pudiera frustrar toda esta seguridad.

      Aun así, no pudo evitar recordar el mensaje de texto que acababa de recibir.

      Para que después no digas que no te lo advertí.

      CAPÍTULO CUATRO

      Cuando Riley entró en su casa, el lugar se sintió siniestramente vacío.

      “Llegué”, dijo en voz alta.

      Pero nadie respondió.

      “¿Dónde están?”, pensó. Comenzó a entrar en pánico.

      ¿Era posible que Shane Hatcher había violado toda la seguridad después de todo?

      Riley se esforzó por no imaginar lo que pudo haber pasado si lo hubiera hecho. Su pulso y respiración se aceleraron mientras corrió a la sala de estar.

      Sus tres hijos, April, Liam y Jilly, estaban allí. April y Liam estaban jugando ajedrez y Jilly estaba jugando un videojuego.

      “¿No me oyeron llegar?”, preguntó.

      Los tres la miraron con expresiones vacías. Obviamente estaban concentrados en lo que estaban haciendo.

      Estaba a punto de preguntarles dónde estaba Gabriela cuando oyó la voz de su ama de llaves detrás de ella.

      “Hola, Riley. Veo que ya llegaste. Estaba abajo y creí haber oído la puerta”.

      Riley le sonrió a la mujer guatemalteca robusta.

      “Sí, acabo de llegar”, dijo ella, respirando con más tranquilidad ahora.

      Con un movimiento de cabeza y una sonrisa de bienvenida, Gabriela se volvió y se dirigió hacia la cocina.

      April levantó la mirada del juego que estaba jugando con Liam.

      “¿Todo bien, mamá? Te ves un poco agitada”.

      “Estoy bien”, dijo Riley.

      April volvió su atención al juego.

      Riley se tomó un momento para admirar lo madura que se veía su hija de quince años de edad. April era delgada, alta y de cabello oscuro, con los ojos color avellana de Riley. April había pasado por muchas situaciones mortales en estos últimos meses. Pero ella parecía estar muy bien ahora.

      Riley miró a Jilly, una niña más pequeña con piel color oliva y ojos oscuros y grandes. Riley estaba en el proceso de adoptarla. Ahora mismo, Jilly estaba sentada frente a una gran pantalla, disparándoles a tipos malos.

      Riley frunció el ceño un poco. No le gustaban los videojuegos violentos. Para ella, hacían que la violencia, especialmente la violencia con armas, pareciera demasiado atractiva. Creía que tenían especialmente una mala influencia en los niños.

      Sin embargo, Riley consideraba que tal vez estos juegos eran inofensivos en comparación con la propia experiencia de Jilly. Después de todo, la chica de trece años de edad había sobrevivido a horrores reales. Riley había encontrado a Jilly tratando de vender su cuerpo por desesperación. Gracias a Riley, Jilly tenía una oportunidad de una vida mejor.

      Liam levantó la mirada del tablero de ajedrez.

      “Hola, Riley. Me preguntaba…”.

      Vaciló antes de hacer la pregunta.

      Liam era el recién llegado de la familia. Riley no tenía planes de adoptar al chico alto y desgarbado de cabello rojo y ojos azules, pero lo había rescatado de un padre borracho que lo golpeaba. Necesitaba un lugar para vivir en este momento.

      “¿Qué pasa, Liam?”, preguntó Riley.

      “¿Puedo ir a una competencia de ajedrez mañana?”.

      “¿Puedo ir contigo?”, preguntó April.

      Riley volvió a sonreír. Liam y April habían estado saliendo cuando Liam se vino a vivir aquí en la sala de estar, pero habían prometido mantener esa relación en pausa por los momentos. Tenían que ser hermanos solamente, según las palabras de Gabriela.

      A Riley le agradaba mucho Liam, más aún debido a la influencia positiva que el niño brillante tenía sobre April. Había logrado que April se interesara en el ajedrez, las lenguas extranjeras y en el trabajo escolar