dijo Kimberly. “¿Cuánto tiempo lleváis casados?”
“Casi dos años,” dijo Jessie tímidamente. “Tengo un auténtico problema con la postergación. Puede que eso explique por qué sigo en la escuela.”
“Oh,” dijo Kimberly, obviamente aliviada de dejar atrás el delicado tema del apellido. “¿Qué estudias?”
“Psicología forense.”
“Vaya—eso suena emocionante. ¿Y cuánto te falta para ser una psicóloga oficialmente?”
“Bueno, me quedé algo rezagada,” dijo Jessie, procediendo a contar la historia obligada de todas las fiestas a las que había ido en los últimos dos años. “Empecé con psicología infantil cuando éramos estudiantes en la USC—allí es donde nos conocimos. Hasta estaba de becaria para mi Master cuando me di cuenta de que no podía con ello. Lidiar con los problemas emocionales de los niños suponía demasiado para mí. Así que cambié de especialidad.”
Intencionadamente, no dijo nada sobre los demás detalles de la razón por la que había dejado su puesto de becaria. Apenas había alguien que supiera sobre ello y, sin duda alguna, no se lo iba a contar a una vecina que acababa de conocer.
“Entonces, ¿te resulta menos perturbador tratar con la psicología de criminales que con niños?” preguntó Kimberly, confundida.
“Extraño, ¿verdad?” concedió Jessie.
“Te sorprenderías,” intervino Kyle. “Tiene este don para meterse en las mentes de los tipos malos. Con el tiempo, se va a convertir en una perfiladora excelente. Ya pueden andarse con cuidado todos los Hannibal Lecter en potencia.”
“De verdad,” dijo Kimberly, sonando realmente impresionada. “¿Has tenido que tratar con asesinos en serie y cosas así?”
“Todavía no,” admitió Jessie. “La mayoría de mi formación ha sido académica. Y con la mudanza, tuve que cambiar de universidad. Así que voy a hacer mis prácticas en UC-Irvine, comenzando este semestre. Este es el último así que me graduaré en diciembre.”
“¿Prácticas?” preguntó Kimberly.
“Es algo así como un puesto interino, pero con menos trabajo. Me asignarán a una prisión o a un hospital psiquiátrico, donde observaré e interactuaré con presos y pacientes. Es lo que he estado esperando durante mucho tiempo.”
“La oportunidad de mirar a los malvados a los ojos y ver lo que hay dentro de sus almas,” añadió Kyle.
“Puede que eso sea algo exagerado,” dijo Jessie dándole un codazo en bromas en el hombro. “Pero con el tiempo, sí.”
“Eso es muy emocionante,” dijo Kimberly, sonando genuinamente intrigada. “Estoy segura de que tendrás historias geniales que contar. A propósito, ¿dices que os conocisteis en la universidad?”
“En el dormitorio de los recién llegados,” dijo Kyle.
“Oh,” presionó Kimberly. “¿Os hicisteis amigos en la lavandería, o algo así?”
Kyle ojeó a Jessie y antes de que dijera una sola palabra, ella ya sabía que iba a meterse de lleno en la historia que acababan contando en todas las fiestas.
“Esta es la versión abreviada,” comenzó Kyle. “Éramos amigos, pero empezamos a salir a mitad del primer semestre después de que un idiota le dejara plantada. A él le echaron de la universidad, supongo que no por el hecho de dejarla tirada. Aun así, creo que se libró de un buen lío. Salimos juntos durante un año, y después nos fuimos a vivir juntos. Hicimos eso durante otro año antes de comprometernos. Entonces nos casamos diez meses después. Vamos a cumplir dos años de éxtasis matrimonial en octubre.”
“Así que sois pareja desde la universidad. Eso es muy romántico.”
“Sí, ya sé que suena así,” dijo Kyle. “Pero lo cierto es que me costó un tiempo ganarme su corazón. Y todo ese tiempo estuve tratando a mis competidores a palos. Como te puedes imaginar, prácticamente todos los chicos que la veían se quedaban embelesados de inmediato con la señorita Jessica Hunt. Y eso solo con mirarla. Cuando acabas por conocerla, todavía te embelesa más.”
“Kyle,” dijo Jessie, sonrojándose. “Me estás dejando en evidencia. Guárdate algo de eso para octubre.”
“Sabéis una cosa,” dijo Kimberly con una sonrisa. “Me acabo de acordar de que tengo que ir a recoger a mis hijos ahora. Y de repente, me da la impresión de que estoy interrumpiendo los planes de una pareja feliz de bautizar su nuevo hogar. Así que me voy a ir, pero prometo presentaros al resto de los vecinos. Tenemos un vecindario de lo más amistoso. Todo el mundo se conoce. Organizamos barbacoas en la calle cada semana. Los niños se quedan a dormir en las otras casas todo el tiempo. Todo el mundo pertenece al club de yates local, aunque no tengan barco propio. Cuando os acomodéis, os vais a dar cuenta de que este es un lugar estupendo donde vivir.”
“Gracias, Kimberly,” dijo Kyle, acompañándole a la puerta. “Estaremos encantados de conocer a todo el mundo. Y muchas gracias por los brownies.”
Después de que se marchara, cerró la puerta, haciendo un gesto exagerado al cerrarla.
“Parece agradable,” dijo Kyle. “Esperemos que todos sean así.”
“Sí, me cayó bien,” asintió Jessie. “Era un poco curiosa, pero supongo que así es como es la gente por aquí. Supongo que debería acostumbrarme a la idea de que se ha terminado el anonimato.”
“Va a ser un proceso de adaptación,” asintió Kyle. “Pero creo que, a la larga, vamos a preferir saber los nombres de nuestros vecinos y poder dejar las puertas sin el pestillo cerrado.”
“Aunque me di cuenta de que lo acabas de cerrar ahora mismo,” señaló Jessie.
“Eso es porque estaba pensando en lo que dijo Kimberly sobre bautizar nuestro nuevo hogar,” dijo mientras se acercaba a ella, quitándose la segunda camiseta en diez minutos. “Y no quiero ninguna interrupción mientras la bautizo.”
*
Jessie yacía en la cama esa noche, mirando al techo, con una sonrisa en su rostro.
“A este ritmo, vamos a llenar esos dormitorios extra en un suspiro,” dijo Kyle, pareciendo leer sus pensamientos.
“Dudo que podamos mantener ese ritmo cuando empieces a trabajar en la oficina y comience mi nuevo semestre.”
“Estoy dispuesto a probar si tú quieres,” dijo él, suspirando profundamente. Jessie podía sentir como todo su cuerpo se relajaba junto a ella.
“¿No estás nervioso en absoluto?” le preguntó.
“¿Por qué?”
“Todo esto—mejor salario, nueva ciudad, nueva casa, nuevo estilo de vida, nueva gente, nuevo todo.”
“No todo es nuevo,” le recordó. “Ya conoces a Teddy y a Melanie.”
“He visto a Teddy tres veces y a Melanie una vez. Apenas le conozco. Y a ella solo la recuerdo vagamente. Solo porque tu mejor amigo del instituto viva a unas pocas manzanas, no quiere decir que ya esté integrada en nuestra nueva vida.”
Sabía que estaba provocando una pelea, pero no parecía que pudiera controlarse. Kyle no picó el anzuelo. En vez de ello, se dio la vuelta hacia su lado de la cama y le pasó un dedo a lo largo de su hombro derecho, a lo largo de una cicatriz alargada, rosácea, y en forma de luna que le recorría unos doce centímetros desde la parte superior del brazo hasta la base del cuello.
“Ya sé que te sientes aprensiva,” dijo con ternura. “Y tienes todas las razones para estarlo. Todo es nuevo. Y ya sé que eso puede resultar apabullante. No tengo palabras para decirte cuánto aprecio el sacrificio que estás haciendo.”
“Sé que al final irá bien,” dijo ella, suavizándose. “Pero