«El liderazgo es un intento de influencia interpersonal, dirigido a través del proceso de comunicación al logro de una o varias metas».
Gibson
¿Los líderes nacen o se hacen?
Esta pregunta ha sido formulada desde los tiempos más remotos y se ha mantenido a lo largo de la Historia. Con revoluciones políticas como la francesa, donde cae la monarquía como forma única de poder y surge la nueva democracia, y con la Revolución Industrial, que económicamente funda las bases del capitalismo, el concepto mismo del liderazgo ha cambiado.
Toda organización que aspira lograr y mantener una posición de excelencia debe comprender la importancia de aceptar constantes cambios como la manifestación más natural de salud. La mayoría de las personas que trabajan en las empresas aceptan el concepto de «mejora continua» como una realidad ineludible para la supervivencia, pero no todos ven claramente que la mejora continua, no es otra cosa que el cambio continuo. ¡Y pobre del que se resista a cambiar! Le ocurrirá como a los dinosaurios, que al no adaptarse a la nueva situación de su entorno, terminaron por sucumbir. Sin embargo, el mosquito, la araña o la hormiga, no solo no sucumbieron, sino que gracias a cambiar también ellos han perdurado hasta nuestros días millones de años después.
Si tomamos los últimos 50.000 años del millón de la Historia del ser humano y los dividimos aproximadamente en generaciones de treinta, resultan 1.600 generaciones, de las cuales 1.300 vivieron en cavernas y solo las cinco últimas han conocido el motor eléctrico.
Conforme avanzan los tiempos y el progreso va apareciendo en las diferentes áreas de la Humanidad, surgen cada vez más oportunidades para las personas. Claro, otras desaparecen, o al menos cambian de forma, pero las oportunidades nunca se agotan. Pero cada una de ellas es única e irrepetible: la tomas o la dejas. Procura estar despierto para poder verla.
La globalización no es un fenómeno nuevo, sino la intensificación de las transacciones que ya existían que comprenden variables económicas, políticas, sociales y culturales. De forma muy resumida el principio de la globalización mundial tiene sus orígenes en el pueblo fenicio y en el establecimiento de factorías a lo largo de toda la costa mediterránea e incluso más allá. Más tarde fue el Imperio Romano quien contribuyó a aumentar el fenómeno con el latín, las construcciones de nuevas vías de comunicación y las leyes; después le tocó el turno a España4 con el descubrimiento, la conquista, culturización y evangelización del Nuevo Mundo, que convirtieron el Océano Atlántico prácticamente un mar interior, así como con su expansión por el resto de continentes, creando un imperio en el que «jamás se ocultaba el sol». Finalmente el proceso de internacionalización de la economía que se viene dando desde la II Guerra Mundial, con un crecimiento del comercio y de la inversión internacional más rápidos que el de la producción mundial.
Los países no se limitan a invertir dentro de su espacio territorial, sino que buscan alternativas de comercio e inversión en otros, creando toda una mezcla de intercambios económicos entre las distintas naciones. La internacionalización económica tiene que ver además con la expansión del capitalismo como modelo económico y de producción más generalizado en el ámbito mundial.
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Así, paulatinamente, la globalización se ha convertido en el eje que organiza la discusión económico-social-política contemporánea, y es en ella en donde se desarrolla la tarea del líder. Nos encontramos ante una transformación cualitativa del capitalismo que ha creado una nueva relación de interdependencia más allá de los estados nacionales.
Los elementos básicos que definen la globalización podemos resumirlos en:
La creciente importancia de la estructura financiera y de la creación global de crédito llevan al predominio de las finanzas sobre la producción, al dominio de la banca sobre la industria, a la formación, la fusión de grandes compañías financieras y al desarrollo de las multinacionales
La importancia de la estructura del saber ha originado que el conocimiento se haya convertido en el factor más importante de producción y conducción de equipos humanos
«La ciencia más esencial, para el que desea gobernar con sabiduría, es hacer a los hombres capaces de ser bien gobernados».
Plutarco
De ahí se ha originado la separación entre la propiedad y la gestión de las organizaciones.
El rápido desarrollo de las nuevas tecnologías y la expansión transnacional de las mismas ha facilitado el progreso de las industrias basadas en el conocimiento, lo que lleva a una creciente dependencia de la innovación tecnológica y al riesgo creciente y palpable de la obsolescencia tecnológica, que a su vez facilita el desarrollo de otras tecnologías nuevas y más efectivas, permitiendo comunicarse más rápidamente y agilizando la toma de decisiones y la solución de problemas.
«La habilidad en expresar una idea es tan importante
como la idea misma».
Aristóteles
Esta globalización afecta también a los recursos humanos de las organizaciones. Es imposible que los líderes de hace algunos años sean iguales a los de ahora; actualmente tienden a ver el mundo como su mercado, están más abiertos a otras culturas porque se interrelacionan con ellas; además están mucho más enfocados a los avances tecnológicos que contribuyen a facilitar sus actividades diarias.
Si tomamos un manual clásico de estrategia o de marketing, veremos que todas sus tesis e hipótesis giran siempre en torno a la competencia referida a los mercados existentes. El análisis de la segmentación, la estructura del sector industrial o de servicios, la cadena del valor, la publicidad televisiva... son útiles en un mercado definido, conocido o predecible, pero ¿sirven cuando aún no existe un mercado?
En un mercado conocido, las reglas están establecidas y de algún modo son el input que permite seguirlas o cambiarlas, pero en áreas nuevas de oportunidad, las reglas están por escribirse, lo que complica la toma de decisiones estratégicas. Desde luego el papel del líder que quiere crear futuro y el del líder que quiere mejorar lo existente no es el mismo, y por descontado excluyo a aquellos individuos que se contentan con gestionar lo existente, incluso aunque su labor fuese excelente.
También deberíamos establecer otra diferencia importante: al hablar de liderazgo nos estamos refiriendo siempre a un proceso, mientras que al referirnos al líder nos referimos a la persona. Esta cuestión semántica es fundamental, pues emplear la palabra líder puede hacernos creer que existe un tipo de individuos especiales que pueden ejercer el liderazgo, mientras que hay otros que no, lo cual es falso de raíz en la mayoría de los casos.
Al reflexionar sobre el liderazgo hacemos referencia a un concepto polémico, cuya práctica ha sido objeto de estudios e investigaciones sociales que abarcan desde el perfil de los líderes y su evolución a lo largo del proceso histórico, hasta la identificación de los elementos o circunstancias que los generan y mantienen al frente de los grupos sociales. Hay incluso quien defiende que el liderazgo tiene raíces biológicas basadas en dos sustancias químicas, la serotonina5 y la testosterona6. Niveles mayores de la primera parecen mejorar la sociabilidad y el control de la agresión, mientras que altos niveles de la segunda sustancia incrementan el impulso de competir, lo cual, siendo cierto, tampoco es la base del liderazgo.
Alexander Solzhenitsyn7, en su discurso de graduación en Harvard, del 8 de junio de 1978, titulado Un mundo dividido en pedazos, hace una dura pero realista reflexión sobre el mundo y la sociedad.
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Para enderezar este mundo maltrecho y maltratado