Montesquieu.
En relación a los aspectos metodológicos empleados por Ferguson en la construcción de su propuesta histórica, social y moral habría que subrayar que sigue lo que podría denominarse una antropología empírica y social. Para analizar el fundamento de la naturaleza humana y la configuración histórica e institucional de la sociedad civil, el ilustrado escocés centra su atención en descubrir científica y empíricamente las leyes que gobiernan a la naturaleza humana y deducir de ellas los principios morales que sirven de pauta para la conducta[19]. En éste, como en otros aspectos, Ferguson emula al estoico Epicteto en la idea de que una de las misiones de los filósofos es descubrir las leyes de nuestra naturaleza con el fin de poder actuar de acuerdo con ellas. Por tanto, el resultado es un procedimiento tanto empírico como normativo.
Para un lector poco atento, el Ensayo pareciera aludir únicamente a una historia social de la especie humana, pero en realidad para Ferguson esta historia social es también un ejercicio de filosofía moral. Es verdad que el sujeto de su historia es la sociedad humana y que ésta se constituye como la médula de la existencia, desarrollo y evolución de los individuos y, por ello, al profundizar en el estudio de las formas de socialización y de las leyes que las gobiernan, el ilustrado escocés tuvo especial cuidado en distinguir la historia descriptiva de las prescripciones normativas. La ciencia consiste en el estudio de las leyes de la naturaleza, pero el término ley puede dar lugar a confusión, por lo que debe quedar claro que éstas pueden ser físicas o morales. De la misma manera que sucede en el campo de la biología, la expresión «leyes físicas» puede usarse para representar algunas uniformidades de la naturaleza intelectual y espiritual de los hombres[20]; la ley física alude a «aquellos hechos que se encuentran regular e invariablemente establecidos en el curso de la naturaleza» o «a aquellos hechos que hacen referencia a las operaciones mentales fijas e invariables» y ambos son «estrictamente observables»[21]. El otro uso de la ley es el que hace referencia a «toda expresión de lo que es bueno»; si bien no alude a la universalidad de ciertos tipos de conducta, sí se refiere a una ley «que deseamos sea uniformemente observada». Dicha ley «es consecuencia de la rectitud, o de la autoridad de la que procede y no la consecuencia de la existencia de hechos». Este segundo tipo de ley tiene un gran interés para Ferguson porque, como él afirma en el Ensayo, «cualquiera que haya sido el estado original de nuestra especie, es más importante para nosotros conocer las condiciones a las que aspiramos que aquellas que, supuestamente, nuestros antepasados han abandonado»[22]. El primer sentido dará lugar a las llamadas leyes físicas que deben su existencia a hechos; y el segundo, a las leyes morales que existen en tanto se convierten en obligatorias[23]. Lo que interesa de esta anterior explicación es que el escocés parece sugerirnos que su análisis como historiador científico se encuentra subordinado a su misión como moralista.
Ferguson adoptó un tipo de empirismo newtoniano y lo combinó con el método descriptivo e histórico de Montesquieu, lo que dio lugar a una propuesta sociológica original. Se alejó de los procedimientos de deducción racional y adoptó la explicación newtoniana del orden cósmico. Las leyes de la naturaleza, especialmente relacionadas con el orden social, se comprenden mejor si son adecuadamente observadas. Aplicó al campo de las ciencias sociales la metodología científica que había sido utilizada en el reino físico y procuró comprender la naturaleza o constitución de los hombres con base en leyes universales o primeros principios y la creencia en la uniformidad de la naturaleza humana[24].
Esta metodología que condujo a Ferguson a aplicar al caso humano la máxima de que para poder llegar a los principios generales de la ciencia los hechos deben poder observarse y que, por tanto, el historiador debía coleccionar datos para poder exponer su teoría con fundamento, es la que le llevó a concluir que la sociabilidad humana es un fenómeno natural. La observación lo hace evidente: «Los relatos procedentes de cada rincón de la tierra, de los más antiguos a los más recientes, concuerdan en representar a la especie humana siempre reunida en grupos y en compañías»[25]. Los hombres viven en sociedad porque siempre han vivido en ella y seguirán haciéndolo; es una tendencia que se encuentra en la propia naturaza humana.
Ahora bien, la condición innata que conduce a los hombres a la sociabilidad se ve reforzada por factores tales como el hábito. El apego instintivo que presentan los hombres, y que queda demostrado en las relaciones que van más allá de aquellas que se dan entre padres e hijos como es la amistad, se convierte en un hábito y es éste, y no un criterio racional, el encargado de fortalecer los lazos sociales y guiar la conducta moral. La sociabilidad va más allá del «amor paternal» y de «la inclinación común al hombre […] de vivir en rebaños»[26], los lazos de amistad se fortalecen gracias a un «ardor decidido» que llega cuando los hombres han «recorrido juntos, por algún tiempo, el camino de la fortuna. Los mutuos descubrimientos de generosidad, las hazañas compartidas estrechan todavía más los lazos de la amistad y encienden en el hombre tal pasión que ni las consideraciones de interés personal ni el peligro pueden apagar»[27]. A lo largo del Ensayo Ferguson da cuenta de que el amor paternal, los lazos familiares y la construcción de la amistad se encuentran estrechamente vinculados con hábitos.
La hábil intuición de captar los alcances del hábito en el entramado social se acompaña de la negativa de concederle validez a aquellas pretensiones que buscan explicar la sociabilidad con base en criterios racionales o instrumentales. Así lo confirma Ted Benton cuando subraya que el ilustrado escocés fue uno de los primeros pensadores en señalar las «incoherencias» de la concepción ilustrada del individualismo en sus variantes metafísicas, al demostrar cómo todas las formas de vida son «necesariamente formas de existencia social»[28].
Para el ilustrado escocés la «condición natural» de los hombres siempre será la vida en sociedad. Al contrario de Rousseau, la conducta humana sólo puede entenderse socialmente, todas las formas de existencia son necesariamente formas de existencia social; incluso Ferguson llega a decir que los individuos criados en soledad no tienen una naturaleza plenamente humana: «Si llevan a un hombre al desierto y lo dejan solo, se transformará en una planta desarraigada de su suelo; aunque conserve su apariencia, todas sus facultades se alterarán y se perderán; la persona y el carácter humano dejarán de existir»[29]. En Ferguson todos los impulsos tienen una referencia social y la humanidad siempre y en todas partes se encuentra en un estado natural. Esta insistencia en sostener que toda situación y condición es natural a las especies, que la sociabilidad es natural, lo llevó a considerar inviable la posibilidad de un hipotético estado de naturaleza donde los hombres pudiesen vivir aislados unos de otros.
El llamado «estado de naturaleza», que algunos pensadores de la época hicieron parte de su teoría, fue duramente criticado por Ferguson por considerarlo poco realista e inútil, incluso como una herramienta analítica, no solo porque Ferguson no está buscando justificaciones para establecer principios abstractos de obligación y autoridad, sino también por razones empíricas. Ferguson, en la primera sección de la parte con la que abre su Ensayo y que denomina «Sobre la cuestión relativa al estado de naturaleza», critica el discurso en torno a su supuesta existencia y afirma que los teóricos del estado de naturaleza observan a los humanos en un sentido ajeno al de cualquier historia natural de toda especie animal.
Para el pensador escocés, los hombres no pueden haber vivido en estado de naturaleza porque siempre han vivido en alguna forma de sociedad. «Todas las situaciones son igualmente naturales», subraya en el Ensayo; «si nos preguntan»,