historias aparecen en fuerte contraste a lo que pasa normalmente cuando el ego del marido sufre una baja por fracasos, deudas o problemas. La mayoría de las esposas egocéntricas es escandalizan de tal manera a la vista de un esposo inseguro durante el período de prueba, que están muy mal preparadas para ser apoyo durante el tiempo de desastre. No os engañéis por la delgada capa de densa masculinidad que lleva la mayoría de los hombres; por debajo hay muchas necesidades emocionales que únicamente una esposa amante puede llenar.
El viejo «tabú» victoriano según el cual «una dama no ha de actuar como si disfrutase del amor» está en conflicto con la necesidad que tiene el marido de saber que su mujer goza plenamente de su amor sexual. Los victorianos no parecían distinguir entre tabúes premaritales y maritales. Naturalmente, una mujer muy cristiana no se jactará de su goce sexual; eso es un asunto personal. Son muchas más las mujeres inseguras que se engañan pensando que deberían tener apariencia y actitud sexy en público. ¡Esto es un sex appeal distorsionado! Una mujer verdaderamente segura reservará su sex appeal y satisfacción únicamente para su esposo. A él le da un inmenso gozo. De hecho, hace que su propio placer sexual sea mucho más satisfactorio cuando está seguro de que el acto ha sido disfrutado mutuamente. Una mujer sabia y comprensiva hace todo lo posible para hacer saber a su marido que lo encuentra un amante excelente y que disfruta de sus relaciones en común. Esto es muy bueno para su ego y promueve una comunicación honesta entre ellos. Sólo una modestia falsa, y no sincera, ocultaría un conocimiento tan vital a su pareja. El amor genuino florece dándose. Es por eso que un esposo entregado encuentra gran deleite en saber que su esposa disfruta cuando le hace el amor.
Los beneficios de un amor de esta índole no sólo intensifican la solidaridad de los amantes, sino que se derraman sobre los hijos, bendiciéndoles. Un hombre seguro será un padre mejor, juzgará con más acierto y mejorará su capacidad de amar a toda la familia.
3.Intensifica su deseo amoroso hacia su esposa. Estamos familiarizados con la palabra «síndrome», mas por lo general la asociamos con cosas negativas como la depresión, ira o temor. Sin embargo, su uso es apropiado en relación con el amor. Un síndrome de amor nunca ha hecho daño a nadie, y un síndrome es creado entre cónyuges cuando su amor sexual es satisfactorio para ambos.
Por haber Dios conferido al hombre un intenso instinto sexual, pero además conciencia moral, la liberación satisfactoria de ese instinto sin provocar su conciencia intensificará su amor por la persona que le da esa posibilidad. Pero solamente una persona en el mundo puede hacerlo: su esposa.
Invitamos al lector a que siga nuestro razonamiento. El instinto sexual del hombre sólo puede ser aliviado mediante la eyaculación. Esta es lograda por medio de: 1) coito, 2) masturbación, 3) emisión nocturna, y 4) homosexualidad. Más allá de toda comparación, el coito con una mujer es el medio más satisfactorio de eyaculación; mas éste, a su vez, puede ser logrado de tres maneras: por el acto marital, la prostitución o el adulterio. De estas tres, solamente una va acompañada por una conciencia clara y tranquila: el amor marital. Nuestro capítulo de preguntas y respuestas (capítulo 14) tratará sobre las experiencias sexuales ilegítimas, mas debemos señalar aquí que todas tienen un factor común: Aunque proporcionan alivio biológico, no garantizan disfrute duradero, porque la conciencia dada por Dios a todo hombre le «acusa» cuando viola las normas divinas de moralidad (lea Romanos 1). Cuando el sexo proporciona únicamente placer, pero va seguido del sentimiento de culpabilidad, resulta una burla de lo que Dios quiso que fuera una experiencia satisfactoria. Por el contrario, el acto marital, al ser llevado a cabo debidamente, es seguido por relajamiento físico basado en la inocencia. Por ser el sexo parte tan necesaria de la vida humana y porque el amor marital preserva la inocencia y la conciencia, la mujer que proporciona esto al hombre se convertirá en forma creciente en el objeto de su amor.
Bobbie era una típica belleza sureña que vino a solicitar consejo porque le parecía que Joe ya no la quería. Aunque no pudo probarlo, se descargó así: «Estoy segura de que tiene otra mujer.» Parecía increíble que existiese un hombre que pudiese poner sus ojos en otra mujer teniendo una esposa tan bella y con un acento de voz tan encantador. Pero en el curso de la entrevista salió a luz el hecho de que ella usaba el sexo como una recompensa, racionándolo de acuerdo con el buen comportamiento de Joe. Como cualquier hombre normal, Joe encontró esto intolerable. Nunca sabremos si realmente llegó a ser infiel, porque tras una conversación muy al grano en nuestra sala de consejo Bobbie se marchó a casa para amar a su esposo incondicionalmente. Este, al comienzo se encontró estupefacto al ver a su esposa sexualmente agresiva, pero como hombre que era se ajustó rápidamente a los deseos de ella. Encontró el acto legítimo con su esposa de tal manera satisfactorio que no sentía más tentación para poner sus ojos en otra parte.
Un esposo satisfecho lo resumió de una manera más bien gráfica al ser preguntado si alguna vez había sido tentado a probar experiencias extramaritales: «Cuando tienes un “Cadillac” en el garaje, ¿cómo puedes ser tentado de robar un “Volkswagen” de la calle?»
La actitud femenina a este respecto ha cambiado para bien en años recientes. Anteriormente era común que muchas mujeres consideraran el acto sexual como «parte necesaria del matrimonio», o «el deber que la esposa tenía que cumplir»; ahora un número cada vez mayor de mujeres lo mira como el medio dado por Dios para enriquecer sus relaciones por toda una vida.
4.Reduce fricciones en el hogar. Otro resultado de las relaciones satisfactorias entre la pareja es que tiende a reducir irritaciones menores en el hogar. Un hombre sexualmente satisfecho es por lo general un hombre contento. No solucionará problemas mayores —no reparará la reja torcida ni compensará un presupuesto sobrecargado—, pero sí que reducirá las irritaciones menores y hará al marido más servicial y más dispuesto a resolver problemas menores. Más de una esposa comentó: «Mi esposo se lleva mejor conmigo cuando nuestro amor es como debe ser. Las contrariedades de los niños no afectan tanto sus nervios, y le resulta más fácil tener paciencia con otra gente.»
La mayoría de los hombres no se percatan de que parte de sus irritaciones inexplicables pueden derivar de un instinto sexual no satisfecho, pero una esposa sabia estará alerta hacia esa posibilidad. De alguna manera el mundo parece mejor y sus dificultades se ven reducidas a tamaño natural si prevalece la armonía sexual. Al hombre le parece como si su duro trabajo y las presiones de la vida mereciesen la pena cuando él y su esposa consuman su amor de forma propia.
En ello está involucrado mucho más que la mera satisfacción de las glándulas. Un hombre sacrifica mucho al casarse, o por lo menos así piensa. Al ser soltero, está más bien sin cuidado y carece de presiones. Si desea pasar una noche fuera con sus amigos, no tiene que rendir cuenta a nadie de sus asuntos o satisfacer el interés de otra persona. Si ve algo que desea, simplemente lo compra, pueda o no darse el lujo. Todo esto cambia con el matrimonio.
Además, su espíritu sin cuidado debe dar lugar al peso cada vez mayor de responsabilidad que el matrimonio tan singularmente pone sobre sus hombros. Una mujer raramente tiene que preocuparse de problemas económicos, y en todo caso será una deliberación corta. El esposo, en cambio, debe acostarse mentalmente consciente de que es el proveedor de la familia. Por la mañana despierta con el pensamiento: «Me es necesario hacer un buen negocio hoy; mi mujer y mis hijos dependen de mí.» Salvo que haya aprendido desde temprana edad a encargar sus caminos al Señor, esto puede llegar a ser para él una carga muy pesada.
Un esposo de carácter débil llegó una noche a casa anunciando a su mujer: «Esta noche me marcho; no quiero vivir como casado por más tiempo.» Nuestra investigación reveló que no tenía interés en ninguna otra mujer; pero confesó: «Preferiría gastar mis tardes entrenándome en mi coche de carrera y no en un segundo empleo para sustentar una familia.» Su esposa reconoció en el consultorio que sus relaciones físicas eran mínimas y que ella jamás había demostrado aprecio alguno por los sacrificios que él hacía por la familia. Al percatarse de que su indiferencia podía haber contribuido a su insatisfacción e irritación, le rogó: «Dame una nueva oportunidad y te probaré que el matrimonio vale cualquier sacrificio que ambos tengamos que hacer.» Algunas mujeres obtienen esa segunda oportunidad y pueden dar tales pruebas, ésta no la obtuvo. El esposo siguió por su camino de