Марк Твен

Las aventuras de Huckleberry Finn


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los secretos, había que cortarle el cuello y después, quemar su cadáver y esparcir sus cenizas por todas partes, y había que borrar su nombre de la lista con sangre y nadie de la banda lo mencionaría de nuevo, porque además estaría maldito y sería olvidado para siempre.

      Todos dijeron que era un juramento precioso y le preguntaron a Tom si lo había sacado de su cabeza. Él dijo que en parte sí, pero que el resto lo había sacado de los libros de piratas y de los libros de ladrones, y que todas las bandas elegantes tenían uno.

      Algunos pensaban que estaría bien matar a las familias de los chicos que contaran los secretos. Tom dijo que era buena idea, así que cogió un lápiz y lo añadió. Y después dice Ben Rogers:

      —Aquí está Huck Finn y él no tiene familia. ¿Qué vas a hacer con él?

      —Bueno, ¿es que no tiene padre? –dice Tom Sawyer.

      —Sí, tiene padre, pero últimamente no hay quien lo encuentre. Solía estar tirado borracho con los cerdos en la curtiduría, pero no se le ha visto por estos sitios desde hace un año o más.

      Lo discutieron y me iban a excluir porque decían que todos los chicos debían tener familia o a alguien a quien matar, si no, no sería justo y honrado para los otros. Bueno, a nadie se le ocurría nada que hacer; todos estaban rompiéndose la cabeza sentados en silencio. Yo estaba ya a punto de llorar, pero, de pronto, se me ocurrió una forma, así que les ofrecí a la señorita Watson; podían matarla a ella. Todos dijeron:

      —Sí, sí, ella sirve. Está bien. Huck puede entrar.

      Después, todos se pincharon el dedo con un alfiler para que les saliera sangre con la que firmar y yo hice mi señal en el papel.

      —Ahora –dice Ben Rogers–, ¿cuál es la línea de acción de esta banda?

      —Nada más que robos y asesinatos –dijo Tom.

      —¿Pero a quién le vamos a robar? ¿Casas, ganado o…?

      —¡Cosas! Robar ganado y esas cosas no es robar, es meterse en un sitio por la noche y llevarse algo –dijo Tom Sawyer–. Nosotros no somos ladrones. Eso no tiene ninguna clase. Nosotros somos salteadores de caminos. Nosotros paramos diligencias y carruajes en los caminos, enmascarados, y matamos a la gente y cogemos sus relojes y su dinero.

      —¿Siempre tenemos que matar a la gente?

      —Por supuesto. Es lo mejor. Algunas autoridades piensan de otro modo, pero por lo general se considera mejor matarlos. Menos algunos que se traen a la cueva esta de aquí y los retenemos hasta que paguen un rescate.

      —¿Un rescate? ¿Y qué es eso?

      —No lo sé. Pero eso es lo que hacen. Lo he visto en los libros; así que, por supuesto, eso es lo que nosotros tenemos que hacer.

      —¿Pero cómo vamos a poder hacerlo si no sabemos lo que es?

      —Vaya, maldita sea, tenemos que hacerlo. ¿No te he dicho que está en los libros? ¿Quieres ir haciendo las cosas de manera diferente a como está en los libros y liarlo todo?

      —Eso es muy fácil decirlo, Tom Sawyer, pero ¿cómo demonios van a rescatar a estos tíos si no sabemos cómo hacérselo? Ahí es adonde quiero llegar. Y ¿qué crees tú que es?

      —Bueno, no lo sé. Pero a lo mejor si los retenemos hasta que los rescaten, quiere decir que los retenemos hasta que estén muertos.

      —Ahora, eso ya me va pareciendo que debe ser algo parecido. Eso responde a la pregunta. ¿Es que no podías haberlo dicho antes? Los retendremos hasta que se rescaten hasta la muerte; y un grupo molesto que van a ser también, comiéndoselo todo y todo el rato intentando escaparse.

      —¡Qué cosas dices, Ben Rogers! ¿Cómo se van a escapar cuando tienen puesta una guardia dispuesta a matarlos si se mueven un pelo?

      —Una guardia. Anda, eso sí que está bien. Así que alguien se tiene que quedar levantado toda la noche sin dormir nunca nada, sólo para vigilarlos. A mí me parece que eso es una tontería. ¿Por qué no cogemos un palo y les pagamos el rescate hasta la muerte en cuanto lleguen aquí?

      —Porque no está así en los libros, por eso. Ahora, Ben, ¿tú quieres hacer las cosas como hay que hacerlas o no?, ésa es la idea. ¿No te parece que la gente que hizo los libros es la que sabe cuál es la forma correcta de hacer las cosas? ¿Tú crees que tú les puedes enseñar algo? Ni en un millón de años. No, señor, nosotros los vamos a rescatar de la forma normal.

      —De acuerdo. No me importa; pero, de todos modos, a mí me parece una manera muy tonta. Dime, ¿y también matamos a las mujeres?

      —Mira, Ben Rogers, si yo fuera tan ignorante como tú, no dejaría que nadie se diera cuenta. ¿Matar a las mujeres? No, nadie ha visto nunca nada de eso en los libros. Tú las traes a la cueva y las tratas siempre con una educación exquisita; y enseguida se enamoran de ti y ya no quieren volver a casa.

      —Bueno, si ésa es la manera de hacerlo, estoy de acuerdo, pero a mí eso así no me interesa. Dentro de nada tendremos la cueva tan atestada de mujeres y de tíos esperando un rescate que no quedará sitio para los forajidos. Pero bueno, adelante, no tengo nada que decir.

      El pequeño Tommy Barnes estaba dormido ya y, cuando lo despertaron, estaba asustado y lloraba, y dijo que quería irse a casa con su madre y que ya no quería ser un forajido.

      Así que todos se rieron de él, y lo llamaron llorón, y él se enfadó y dijo que se iba a ir directamente a contar todos los secretos. Pero Tom le dio cinco centavos para que se estuviera callado, y dijo que nos fuéramos todos a casa y que nos reuniríamos a la semana siguiente y que robaríamos a alguien y que mataríamos a alguna gente.

      Ben Rogers dijo que él no podía salir mucho; sólo los domingos, así que quería empezar el domingo siguiente; pero todos los chicos dijeron que estaría mal hacerlo en domingo, y eso zanjó la cuestión. Acordaron reunirse y fijar un día lo más pronto que pudieran, y después elegimos a Tom Sawyer primer capitán de la banda y a Jo Harper, segundo capitán, y nos dirigimos a nuestras casas.

      Escalé por el cobertizo y me metí por la ventana sigilosamente justo antes de que rompiera el día. Mi ropa nueva estaba toda llena de grasa y de barro, y yo estaba molido.

      Capítulo 3

      Bueno, por la mañana me dieron un buen repaso por culpa de la ropa; la vieja señorita Watson me lo dio; pero la viuda no me regañó, sino que sólo limpió la grasa y el barro, y parecía tan afligida que pensé que iba a portarme bien un tiempo si podía. Después la señorita Watson me llevó al oratorio y rezó, pero no tuvo ningún resultado. Me dijo que rezara todos los días y que se me concedería lo que quisiera. Pero no fue así. Lo intenté. Una vez conseguí un sedal, pero sin anzuelos. No me servía para nada sin anzuelos. Lo intenté por los anzuelos tres o cuatro veces, pero, por alguna razón, no conseguí que funcionara. Al poco tiempo, un día le pedí a la señorita Watson que lo intentara por mí, pero me dijo que yo era tonto. Nunca me dijo por qué y yo no fui capaz de averiguarlo de ninguna manera.

      Una vez me senté allí en el bosque y lo estuve pensando durante mucho rato. Y yo me dije, si cualquiera puede conseguir cualquier cosa rezando, ¿por qué el diácono Winn no recupera el dinero que perdió con el cerdo? ¿Por qué la viuda no recupera la caja de rapé de plata que le robaron? ¿Por qué no puede engordar la señorita Watson? No, me dije, esto no tiene sentido. Fui y se lo dije a la viuda, y ella me dijo que lo que se podía conseguir rezando eran «dones espirituales». Esto ya fue demasiado para mí, pero ella me explicó lo que quería decir: debía ayudar a otras personas y hacer todo lo que pudiera por otras personas, y cuidar de ellos todo el tiempo, y no pensar nunca en mí mismo. Esto incluía a la señorita Watson, tal como lo entendí. Salí y me fui al bosque y le di vueltas en la cabeza mucho rato, pero yo no le veía ninguna ventaja; sólo para la otra gente, así que al final decidí que ya no me iba a preocupar más por eso, sino que simplemente lo iba a olvidar. A veces, la viuda me llevaba aparte y me hablaba de la Divina Providencia de una manera que haría que a cualquiera se le hiciera la boca agua; pero