Varias Autoras

E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


Скачать книгу

Hay suficientes cubiertos para los dos, pero gracias de todos modos.

      Lo acompañó a la puerta y le dio la propina.

      –Debe de estar delicioso –dijo Julia cuando Trent destapó los platos.

      Una bocanada de vapor llenó la estancia y aromas suculentos hicieron protestar el estómago de Julia otra vez.

      Trent puso todos los platos sobre el escritorio y se sentó.

      –¿Y ahora qué? –preguntó ella, hambrienta.

      Él había dejado marchar al camarero y no había más platos.

      –Puedes sentarte a mi lado –le dijo él con voz suave–. O también puedes sentarte en mis piernas y yo te doy de comer. Creo que así disfrutaríamos mucho de la comida.

      Una imagen sensual irrumpió en los pensamientos de Julia. Fue hacia él y se inclinó sobre él, quedándose a un centímetro de distancia. Mirando aquellos profundos ojos oscuros, logró resistir la tentación.

      –Ahora vuelvo –le dijo.

      –¿Adónde vas?

      Un minuto más tarde regresó con un plato de papel y cubiertos de plástico.

      Trent sonrió al verla.

      –Qué práctico.

      –Ya lo creo –dijo ella.

      Trent le dio el plato de loza y los cubiertos de acero y se sirvió su propia ración en el desechable.

      A la mañana siguiente, Trent aparcó el coche junto a los establos y entró en el despacho. Una vez más Julia conversaba con Pete. Su suave risa llenaba la habitación.

      Había decidido llevarla a Shadow Ridge para que lo informara de sus planes con todo detalle. Esa era la única forma de entender su propuesta.

      El proyecto era arriesgado y a Trent no le importaba correr un riesgo calculado y necesario, pero tenía que asegurarse de que no estuviera intentando hundirlo por venganza.

      No creía que ella fuera capaz de tanta maldad, pero tampoco había esperado que fuera tan difícil volver a ganarse su confianza. La quería de vuelta en su cama. Las cosas eran así de sencillas.

      –Buenos días –dijo, interrumpiendo la conversación.

      Julia levantó la vista con una sonrisa en los labios.

      –Buenos días.

      Pete hizo un gesto de saludo y se disculpó al salir.

      –¿Estás lista para dar un paseo?

      –Sí, incluso me he vestido para la ocasión –dijo ella, de muy buen humor.

      Trent también habría sonreído de no haber sabido que Pete era el responsable de su alegría.

      Unos simples vaqueros, la blusa de algodón y la coleta no hacían sino realzar su belleza natural, fresca y sin maquillaje. Ya fuera con un traje de negocios elegante o con ropa sencilla e informal, Julia Lowell siempre causaba impresión.

      –Vamos.

      –¿Vamos a quemar el día?

      Trent le puso el brazo alrededor de la cintura y la atrajo hacia sí. Su delicado cuerpo lo hizo excitarse al instante.

      –Oh –exclamó ella.

      –Algo se está quemando. Y si no salimos de aquí ahora mismo, vas a saber qué es.

      La tensión chisporroteaba entre ellos. Se miraron durante un instante y entonces él la soltó.

      –De acuerdo. Va… vamos.

      Trent masculló un juramento para sí. No había una mujer a la que deseara más, pero no estaba dispuesto a hacer una estupidez por ella.

      Salió al exterior y fue hacia la cuadra que albergaba a los caballos. Pete había ensillado a Duke y a Honey Girl. Trent tomó las riendas.

      –Gracias, Pete. Yo los llevo desde aquí.

      El vaquero miró a Julia, que estaba unos pasos detrás.

      –Entendido –dijo, despidiéndose con un gesto–. Estaré en el despacho si me necesitan. Que tengan un buen paseo.

      Trent ayudó a montar a Julia y emprendieron la marcha. De camino a Shadow Ridge, Julia le habló de sus proyectos. Trent escuchaba con atención y asentía, admirando la belleza de los cactus saguaros y las resplandecientes cumbres de Crimson Canyon.

      –¿Qué te hizo pensar en ofrecer charlas de arte? –le preguntó.

      –No serán simples charlas de arte, Trent. Contrataremos a un artista de verdad. Él exhibirá sus obras en la galería del hotel y después ofreceremos inspiración en el lugar más pintoresco de la finca. Cuando revisé los cuestionarios de los clientes, me di cuenta de que la mayoría eran amantes de la música y del arte. A mí me parece una buena idea seducirlos con aquello que tanto les gusta. Recuerda que el Tempest West no es un sitio donde pasar una noche de camino a otro lugar. Es un destino. Y nosotros tenemos que darles a nuestros huéspedes lo que les gusta. No han de tener ninguna razón para salir de la finca en busca de ocio. La palabra «exclusivo» será sinónimo de Tempest West. Ese es nuestro gancho. Privacidad, intimidad, entornos naturales y oportunidades únicas.

      Trent tiró de las riendas de Duke cuando llegaron a la base de Shadow Ridge.

      –Suena bien.

      La yegua de Julia se detuvo a su lado.

      –El pintor mostrará su trabajo y se hará un hueco en la comunidad de artistas. Tus clientes tienen mucho dinero, Trent. Pagarán más por lo que les ofrecemos. También nos hace falta un buen cantante. Yo he trabajado con Sarah Rose en la Dreams Foundation Charity.

      –¿Puedes conseguir a Sarah Rose? –dijo Trent, impresionado.

      La cantante de country Sarah Rose era tan conocida como Reba McEntire y Faith Hill.

      –Así es. Estoy negociando con su mánager. He hablado con ella en privado y parece que está deseando cambiar de aires. Necesita unas vacaciones. En cuanto le hablé del Tempest West, se mostró dispuesta a venir y a dar pequeños conciertos íntimos cada semana, siempre y cuando le garanticemos privacidad. Ella también será una huésped.

      Trent la miró a los ojos. El entusiasmo por su trabajo era más que evidente. Parecía convencida, y eso era suficiente para Trent.

      –Si tú crees que funcionaría, adelante.

      –Nunca hay garantías, pero yo creo que sí. Todo está en el envoltorio, Trent. Estoy trabajando duro en una invitación con el nuevo eslogan. Además, voy a hacer otro catálogo.

      –De acuerdo –dijo, y miró hacia lo alto de la montaña.

      –¿Estás lista para subir?

      Julia miró hacia arriba.

      –Pete dice que hay otro camino.

      –Es más largo y retorcido. Pero, sí, hay otra forma de subir.

      –Enséñamelo.

      Trent la llevó a lo alto de Shadow Ridge por un camino escondido que rodeaba la montaña. En cuanto llegaron a la meseta, Trent bajó del caballo y ayudó a desmontar a Julia. Sus cuerpos se rozaron un momento y Julia le miró los labios.

      Trent sonrió al ver el destello en sus ojos. Se apartó y la tomó de la mano.

      –¿Es lo que pensabas? –dijo, caminando hacia el centro de la planicie que dominaba todo Crimson Canyon, donde las rocas se encontraban con los cielos del oeste.

      –Sí –dijo ella, soltando el aliento–. Es esto.

      –Yo también lo veo –Trent le rodeó la cintura con el brazo y contempló la hermosa vista.

      «Tranquilo, retirado, natural…».

      La