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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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      –Si mi hermano no estuviera saliendo contigo, yo empezaría a preocuparme por su salud –le dijo al oído.

      –Oh, nosotros no…

      –¡Ya vienen! –exclamó Kim, levantando el móvil–. Un espía me ha dicho que acaban de salir del hotel.

      Brock la hizo entrar en la carpa y ella comprobó las lonas.

      –Por favor, guardad silencio. Trent los traerá hasta la entrada de la carpa.

      Unos minutos después Trent llevó a Evan y a Laney hasta la cara abierta de la carpa, que miraba hacia Destiny Lake.

      –¡Sorpresa! –gritó todo el mundo.

      Laney dio un paso atrás y sus ojos se llenaron de alegría. Toda su familia y sus amigos más allegados estaban allí. De pronto vio a Julia entre la multitud y sus ojos se llenaron de lágrimas.

      –Oh, Jules, esto es lo que…

      No pudo terminar la frase, y Julia fue a darle un abrazo.

      –Estás preciosa, cielo –le dijo, mirando su abultado vientre.

      Evan le dio un beso en la mejilla a su esposa.

      –Eso le digo yo siempre.

      El hermano de Trent saludó a Julia.

      –Lo has hecho muy bien. Laney no tenía ni idea.

      –No sospechaba nada –le dijo Laney–. Gracias, Jules. Esto es… perfecto –se volvió hacia su marido–. ¿Lo sabías desde el principio y me lo ocultaste? Eres muy bueno, Evan. Muy bueno.

      Evan asintió con un gesto.

      –Ya te lo he dicho.

      La invitada de honor miró a los invitados, que incluían amigos, compañeros de trabajo, parientes…

      –Y a vosotros no se os escapó nada –les dijo, señalando a su alrededor–. No sé si voy a volver a confiar en vosotros –añadió, entrecerrando los ojos.

      Todos se echaron a reír.

      Evan tomó a Laney de la mano y juntos avanzaron en medio de la multitud, saludando a todo el mundo a su paso. El padre de Julia y Rebecca se acercaron a la pareja. Una punzada de terror sacudió a Julia, pero la alegría de ver a Laney tan feliz disipó sus inquietudes.

      Trent ordenó que levantaran las lonas de la carpa y la brisa de la mañana disipó el calor. Julia no podía haber escogido un día mejor.

      –Lo conseguiste –le dijo Trent con admiración.

      Julia se relajó un instante y suspiró con tranquilidad.

      –Yo quería que todo fuera perfecto. Estoy muy satisfecha con los resultados.

      –La mejor empleada en acción.

      Julia sonrió.

      –A ver qué dices cuando tengas que ponerle el pañal a un muñeco bebé.

      Trent se puso pálido y Julia se rio a carcajadas.

      –Me temo que todos los hombres tendrán que competir. Y tú, tío Trent, serás el primero.

      Julia acompañó a Laney y a Evan a sus asientos y anunció la llegada del brunch.

      Los camareros sirvieron el primer plato y Julia se aseguró de que todo el mundo fuera atendido. Iba de un lado a otro, entusiasmada, charlando con los invitados.

      De repente una mano la agarró del brazo. Era Brock.

      –Siéntate –le dijo con una sonrisa, y la sentó al lado de Laney en la mesa principal.

      Él se sentó al otro lado. Trent estaba frente a ella, pero en ese momento miraba hacia otra parte.

      En cuanto la vio sentada junto a su hermano, arrugó la expresión y lo fulminó con la mirada. Brock había puesto el brazo sobre el respaldo del asiento de Julia.

      Laney se echó a reír con disimulo.

      –Los Tyler son muy competitivos cuando quieren algo, cielo –le susurró al oído a su amiga Julia.

      Como siempre, Laney se había percatado de todo. El embarazo no nublaba la intuición de una mujer, sino que la agudizaba hasta límites insospechados.

      Pero ella no era un trofeo.

      Agarró el tenedor y lo clavó con fuerza en su ensalada de pepino, ignorando a los rompecorazones que la rodeaban.

      –No puedo perdonarle, Laney. No confío en él –dijo Julia esa noche.

      Poco después de quedarse a solas con su amiga, se lo había confesado todo sobre su relación con Trent, con todo lujo de detalles. Laney no se habría conformado con menos, y esa era la oportunidad perfecta. Los hombres de la familia Tyler se habían quedado tomando una copa en el Sunset Bar.

      Julia se había tumbado en la cama de Laney después de haberla ayudado a hacer una nota de agradecimiento por los regalos que había recibido. La joven ataba y desataba el lazo de un regalo sin cesar.

      Laney cerró el libro para bebés que estaba leyendo y miró a su amiga.

      –Trent es muy ambicioso. Y competitivo. Pero merece la pena luchar por él, Julia.

      –¿Entonces crees que debería olvidar lo que me hizo?

      –Evan se propuso destruir la compañía de mi padre y yo le perdoné.

      –No te ofendas, cielo. Pero no tenías elección.

      Laney se tocó el vientre con cariño.

      –¿Lo dices porque me quedé embarazada?

      Julia asintió y deseó no haber sido tan directa.

      –Eso ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Si no hubiera sido por el bebé, Evan y yo podríamos no haber terminado juntos. Yo lo odié de verdad –esbozó una sonrisa franca–. Durante un minuto.

      –Mi situación con Trent es muy distinta –Julia tiró del lazo, lo ató por última vez y lo tiró al suelo. Entonces se incorporó y cruzó las piernas–. Mi orgullo está herido. Trent me hizo daño.

      –Pero él te quiere, Julia. Me bastó con verlo contigo esta tarde para darme cuenta. Brock tendría que haber ardido en llamas con las miradas que le lanzaba su hermano.

      Julia sonrió al recordarlo.

      –Me di cuenta –dijo.

      Por desgracia, aquello no era un consuelo. Trent competía con su hermano Brock de todas las formas posibles.

      –¿Cómo es que Evan no forma parte de esta rivalidad entre hermanos?

      –Porque está locamente enamorado y ya no juega a esos juegos –dijo Laney en un tono serio, y entonces se echó a reír–. Es una broma. Evan también es muy competitivo. Pero su padre murió cuando los chicos eran muy pequeños y, como él era el mayor, asumió muchas responsabilidades. Además, Evan quiere que los hoteles prosperen y un poco de competición sana entre hermanos nunca viene mal. Todo el mundo gana.

      Julia entendía por qué, pero habría deseado no convertirse en la marioneta de Trent.

      Laney dejó el libro a un lado y se inclinó hacia delante.

      –Oye, nunca te he visto así –le dijo, tomándola de la mano–. Estás loca por él, ¿verdad?

      Julia contestó con honestidad.

      –Desde la primera vez que lo vi. ¿Cómo puedo enamorarme de un hombre en quien no confío? Debería haber aprendido la lección con Jerry Baker. Él era muy ambicioso y me utilizó para ascender profesionalmente. De hecho, creo que los dos tienen mucho en común.

      Laney se levantó de la silla y se sentó en