Bruno Padín Portela

La traición en la historia de España


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manos»[13]. No se encuentra entre nuestros propósitos realizar un análisis exhaustivo de la significación que el número tres tuvo en la Edad Media (no olvidemos que el diablo descrito por Dante contaba con tres cabezas que devoraban a tres traidores), aunque podría ser pertinente realizar algunas consideraciones acerca de esta cuestión.

      La relevante posición del número tres dentro de una sociedad tan influenciada por el cristianismo como la medieval hispana se podría explicar, en parte, gracias a la impronta de la filosofía platónica que conocieron padres de la Iglesia como san Agustín. Pero no podemos obviar el gran poder simbólico que en algunos de sus pasajes escondían las sagradas escrituras. En el libro del profeta Isaías se recoge la escena de unos serafines diciendo: «Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria» (Is 6, 2-3). En otro fragmento leemos que Pedro, hambriento, viendo descender un gran lienzo atado por los cuatro extremos del cielo, que contenía cuadrúpedos terrestres y todo tipo de reptiles y aves del cielo, oye al Señor ordenarle que los matase y los comiese: «Esto se hizo tres veces, y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo» (Hch 10, 9-16). También en el Apocalipsis encontramos una alusión en este sentido:

      Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de tal manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no había luz en la tercera parte del día ni en la tercera parte de la noche. Y miré, y oí un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay de los que moran en la tierra, por razón de los otros toques de trompeta que los tres ángeles todavía han de tocar!» (Ap 8, 12-13).

      En efecto, es habitual encontrar en los Evangelios este tipo de referencias, y aquí entraría en juego la influencia que quizá sea más importante: la Santísima Trinidad. Esto tendría que ver con los llamados trisagios, es decir, himnos cantados a la Santísima Trinidad en los que se repite tres veces la palabra «santo». Por ello se podría entender la repetición de este número en el juramento de Santa Gadea como una clara alusión al dogma fundamental del cristianismo, o incluso sugerir que el Cid no humilló a Alfonso en ningún momento, al estar haciendo en nombre de Dios lo necesario para limpiar cualquier sombra de duda. El nuevo monarca estaría jurando, en consecuencia, por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que no cometió ningún tipo de traición hacia su hermano, quedando el episodio revestido con una especial sacralidad.