Bruno Padín Portela

La traición en la historia de España


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es lo que hizo el Cid cuando fue desnaturalizado, lo cual no encajaría con el concepto de mercenario, aunque tampoco lo evitaría. El razonamiento sería el siguiente. Si Alfonso VI desnaturaliza al Cid, deja de ser, por voluntad del monarca, castellano. Si no es castellano, puede servir a cualquier otro rey o señor, por lo que no es traidor. No se trataría de una traición en sentido estricto.

      EL CID COMO ARQUETIPO DE «ESPAÑOL»

      Pero, ¿por qué el Cid es aceptado como un héroe nacional? Para comprender su proceso de mitificación habría que realizar una consideración previa que tiene que ver con el punto de inflexión que marca el siglo XIX en la tradición historiográfica española. No es que se aprecie un cambio significativo en el tratamiento que se le dispensa al Campeador entre las historias de España anteriores y las posteriores al siglo XIX, ya que en todas se presenta un esquema más o menos homogéneo, en el que el Cid es el paradigma de buen caballero. Esto es un hecho bastante frecuente en la historiografía española, que no se caracterizó nunca por poseer una especial originalidad, sino más bien por repetir, copiándolos de autores precedentes, los mismos tópicos que habían jalonado el discurso histórico. La narración no suele sufrir variaciones importantes en muchos de sus episodios o personajes fundamentales. Es el caso, por ejemplo, de la visión que se ofrece de las resistencias de Sagunto y Numancia, de las guerras cántabras o de las biografías de Viriato y Sertorio, cuyos presupuestos son perfectamente asumibles desde el siglo XV hasta el XX. Aun así, es cierto que tanto en las narraciones decimonónicas como en las de principios del siglo XX se entremezclan algunos niveles, sobre todo la enseñanza de la historia y la labor del historiador, que merecen nuestra atención, puesto que son dos factores que explican en gran medida la socialización de los héroes, que en otras épocas estaba más restringida a las clases cultas.