Bruno Padín Portela

La traición en la historia de España


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Sagunto el calificativo de «ciudad más heroica del mundo», en la que «Anibal, el mayor guerrero del siglo, se encontró con el genio de la resistencia». Según Lafuente, de «las ruinas humeantes de Sagunto salió una voz que avisó á las generaciones futuras de cuánto era capaz el heroísmo español»[6]. Lafuente sigue a Apiano (aunque también cita a Polibio, Livio, Plutarco o Floro) en el relato de la última noche, cuando afirma que «sitiadores y sitiados empaparon la tierra abundantemente con su sangre (…) Arrojáronse muchos á las llamas, que consumian alhajas y héroes á un tiempo. Imitábanlos sus mugeres, y algunas hundían antes los puñales en los pechos de sus hijos»[7]. La preferencia por el suicidio colectivo antes que la humillación de verse esclavos o la pérdida de la libertad es, de nuevo, un rasgo común en todos estos episodios.

      Cabría preguntarse, no obstante, por qué despertó Sagunto primero, y después Numancia o el norte peninsular, la atención de cartagineses y romanos. O, dicho de otro modo, en base a qué se puede explicar el componente invasionista que jalona buena parte del pasado español. La explicación habitual funde sus orígenes en época visigoda, cuando Isidoro de Sevilla redactó en su Historia Gothorum el célebre Laus Spaniae, que mantuvo una clara vigencia hasta principios del siglo XX. Excede con mucho la finalidad que aquí nos hemos planteado, más modesta, desarrollar un análisis exhaustivo de la magna obra del polígrafo hispalense, aunque sí creemos pertinente citar algún pasaje que nos ayude a evidenciar esta particular querencia de los invasores por el suelo peninsular. Escuchemos a san Isidoro: