y tristeza ante la idea de perder a Peter, alegría por la nueva conexión con Ray. Y, de repente, acepté la situación. Me imaginé a mí misma sin Peter, era capaz de imaginar mi vida sin él y me di cuenta que sin él ni Ray, incluso sola, estaría bien. Tendría que superar un duelo, pero mi vida seguiría adelante, y yo me recuperaría. Aquel día escribí en mi diario, «Tras unos días sintiéndome en caída libre, es como si de repente mirara tras de mí y me diese cuenta… Oh, tengo alas».
Un par de días más tarde, Peter llamó y me dijo que podía volver a casa. La base de nuestra relación había cambiado drásticamente, y siguió así durante un par de años, hasta que encontramos una nueva forma de relacionarnos. Pero enfrentarme cara a cara a la posibilidad real de poder perder a Peter me vacunó contra algunos de los miedos que acompañan los mayores cambios y las mayores incertidumbres en la vida. Habiendo visto frente a mí el peor panorama posible, dejé de verlo tan aterrador.
Eve ha llamado a ese tipo de situaciones «la oscura noche del alma». Al menos que seas alguien realmente excepcional, lo experimentarás en algún momento, normalmente al comienzo. Quizá los miembros de tus relaciones lo estén pasando mal. Quizá te has cansado de luchar con tus demonios internos. Y es ahí cuando es realmente importante decidir si tienes un compromiso, con todo tu corazón y toda tu alma, con ser una persona poliamorosa. Si no te comprometes, si aún no te has preparado para esa «oscura noche del alma» y retrocedes cuando llega a causa del miedo, entonces tú y los miembros de tus relaciones van a sufrir mucho.
Por lo tanto, prepárate. Porque si te adentras en ella y sigues caminando, la atravesarás. Se terminará. Recuerda que no lo recorres a solas: miles de personas antes que tú han atravesado este camino; no exactamente el tuyo, obviamente, pero uno igual de oscuro y aterrador. Se acabará. Y se está mejor del otro lado. Atravesar esa noche oscura le quita su poder sobre ti, y eso es lo que hace falta para que tú (y tus relaciones, y las relaciones de tus relaciones) llegues a una base sólida que te llevará a la felicidad, al lugar donde puedas tomar decisiones lúcidas concentrándote en el bienestar de todas las personas involucradas.
Cuanto más tiempo se evita confrontar esa oscura noche del alma, más poder tiene sobre ti y tus relaciones. Algunas personas construyen sus vidas enteras de formas muy elaboradas para evitar enfrentarse al miedo. Mucha gente usa los corazones de sus amantes o metamores como sacrificios a las bestias desconocidas que creen que viven en esa oscuridad que no se atreven a explorar.
Te animamos a que, si vas a explorar el poliamor, no te limites a meter la punta del pie. Por un lado, porque eso no te va a dar la fuerza y herramientas para conseguirlo. Por otro, porque estarás tratando a las personas como cosas.
No todo el mundo hace el mismo camino cuando decide asumir ese compromiso de vivir poliamorosamente y tratar a sus relaciones de forma ética, incluso cuando significa enfrentarse a esos miedos aterradores. Cada persona traza un camino diferente para atravesar esa noche oscura. Pero ese camino comienza con un compromiso: saber que lo vas a hacer y que eres capaz de hacerlo.
Valentía
La mayoría, cuando pensamos en la valentía, pensamos en actos heroicos, en enfrentarse a un tanque en la Plaza de Tiananmén. Pero la valentía diaria, cotidiana, es la valentía que hace falta para confesar que te has enamorado. El valor necesario para decir: «Sí, voy a abrir mi corazón a esa persona, aunque no sé cuál será el resultado». La valentía de amar a alguien con quien tienes una relación y que ama a otra persona sin tener las medidas de seguridad que promete la monogamia. La valentía de dormir a solas. El valor para comenzar una relación con alguien que ya tiene otra relación, confiando en que esa persona te hará el espacio que vas a necesitar.
Este tipo de valentía moral es fruto de la voluntad de ser vulnerable, y de aceptar que estarás bien aunque no sepas qué va a suceder. ¿Y sabes qué? El valor es necesario porque a veces lo que estamos intentando no funciona. El tanque nos atropella. Nuestra vulnerabilidad es rechazada, o peor, ridiculizada.
Eso es lo que sucede con el valor. No puedes prometer un final feliz. No podemos decir: «Simplemente sé valiente y vulnerable, y así obtendrás amor y dominarás las relaciones poliamorosas para siempre». No sería algo valiente si existiese alguna garantía.
Puede apetecerte decir: «Bueno, no soy tan valiente». Pero no estamos hablando de algo que tú eres o no eres. Todo el mundo nos encontramos en unas situaciones muy diferentes en las que actuamos a veces con valentía y otras en las que no. De hecho, es algo con lo que tenemos que luchar todo el tiempo junto a nuestras relaciones. Como el resto de cosas, el valor no es un destino. La valentía es un verbo, maldita gramática: No es algo que tú tienes, es algo que tú haces. Lo pones en práctica un poco cada día. Y si te caes, si tu valor te falla, siempre tendrás otra oportunidad. Siempre. El valor va aumentando poco a poco.
Necesitarás la valentía porque las relaciones poliamorosas pueden dar miedo. Amar a otras personas sin seguir un guión da miedo. Permitir que la gente a quien amas tome sus propias decisiones sin controlarla da miedo. El tipo de valentía de la que estamos hablando supone tener la voluntad de renunciar a las garantías y aun así amar y confiar en las personas con quienes tienes una relación.
Por lo tanto, ¿cómo aprendes a tener valor, a desarrollar esa habilidad? Imagina que quieres aprender a nadar. Te inscribes en un curso de natación, te compras un bañador y gafas, y el día que comienza tu curso, vas a la piscina, con nervios y entusiasmo. Imagina si, para tu sorpresa, quien te entrena te sube en un bote. ¿Quizá vas a aprender a nadar lanzándote desde el bote? Pero en su lugar, se pasa todo el día enseñándote los fundamentos de la navegación: cómo atar nudos, cómo cambiar de rumbo con el viento en contra, cómo manejar las velas. Quien te está entrenando te dice con toda solemnidad: «Cuando domines el arte de navegar, sabrás cómo nadar».
Sabrías que eso es ridículo. Pero a menudo, así es exactamente cómo aprendemos habilidades como la confianza o el valor. Intentamos aprender habilidades que nos ayudarían a enfrentarnos a nuestros miedos haciendo cosas que no tienen ninguna relación con el valor, cosas como evitar los detonantes de nuestros miedos, o creando estructuras que nos protegen de las cosas que nos dan miedo, esperando hasta que nos sintamos más valientes. Si tenemos miedo de que una de nuestras relaciones nos abandone, establecemos unas reglas diciéndole que no lo haga. Si tenemos miedo de que nos reemplacen por otra persona más atractiva, nos tienta crear prohibiciones que restrinjan determinados tipos de relaciones sexuales.
No vamos a aprender sobre el valor, o la confianza, evitando las cosas que desencadenan nuestros miedos igual que no aprenderemos a nadar manejando las velas de un bote. De hecho, el tiempo y esfuerzo que dedicamos a eso es el tiempo y esfuerzo que no estamos dedicando a aprender a nadar.
Como sabes, aprendes a nadar metiéndote en el agua. Quizá empieces con unas patadas al agua donde la piscina tiene menos profundidad, pero al menos tienes que mojarte. Aprendes a ser valiente inspirando profundamente, calmándote y eligiendo el camino complicado, el que da miedo frente a la salida fácil. Como dijo la teóloga Mary Daly, «aprendemos a ser valientes siendo valientes». El camino que requiere más valor también es el que parece más duro: nos obliga a atravesar los lugares donde residen nuestros miedos. Pero del mismo modo que no podemos aplazar aprender a nadar hasta el día en que, mágicamente, sabemos cómo nadar en estilo mariposa, no podremos aplazar aprender a ser valientes hasta el día en que, mágicamente, nos volvemos valientes. Esto es un trabajo que tenemos que hacer, crear las condiciones propicias en nuestras relaciones que nos permitan comportarnos con honestidad y empatía.
#ALGUNAS PREGUNTAS QUE PUEDES HACERTE
Para ser más consciente e identificar tus propias fortalezas, debilidades y miedos (especialmente los relacionados con las relaciones) estas son algunas preguntas que puedes hacerte:
• ¿Por qué tengo relaciones románticas? ¿Qué me aportan?
• ¿Qué elementos considero esenciales, indispensables en una relación?
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