José Luis Martín

El lado oscuro del rock


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Bajo el signo de Satán

       Anton LaVey, el Papa Negro

       Coven, la primera banda satánica

       Black Sabbath, jugando con el Diablo

       La consolidación del ocultismo

       VII. Bajando a los infiernos

       Alice Cooper, el teatro del horror

       Judas Priest, los predicadores del mal

       Iron Maiden, el número de la bestia

       Lemmy, el azote de la religión

       En busca del demonio más rentable

       AC/DC. Los cuernos de Satanás

       Kiss. La máquina de hacer dinero

       Otras bandas con universos oscuros

       Venom. Satán es poder

       Mercyful Fate. El Rey Diamante

       VIII. Culto a la muerte y el Anticristo

       Rock Gótico, el sonido de la muerte

       Rock industrial. La maldición de las máquinas

       Nine Inch Nails, los clavos de Cristo

       Orgy. Del emo a la ciencia ficción

       Ministry. Rescatando a Crowley

       Laibach. En guerra con la Iglesia

       Fuego infernal y zombies

       Marilyn Manson. La llegada del Anticristo

       Columbine o la venganza del puritanismo

       Metal extremo. La filosofía del mal

       Sepultura. La fuerza de la superstición

       Cradle Of Filth. La calidad de lo extremo

       Behemoth. Hacia el paganismo nórdico

       Cannival Corpse. Ignorados, prohibidos y estigmatizados

       Brujeria. Decapitando gringos

       Inner Circle: quemando las iglesias

       IX. Nuevo siglo, mismo horizonte

       El templo satánico

       Ghost. El Cardinal Copia y sus Nameless Ghouls

       Las brujas al poder

       Propuestas para cruzar al lado oscuro

       Listados de música

      Bibliografía

      N

      Lo primero que debería dejar claro es que no creo en el Diablo, Satanás o Lucifer, porque esa creencia me llevaría a reconocer la existencia de alguna divinidad superior como contrapunto. Según esa apreciación, es bastante triste y deprimente que una fuerza superior, si es que existe, permita que el mundo haya rodado de la forma irracional que lo ha hecho a lo largo de su historia, para eso ya nos valemos nosotros sin necesidad de supervisión. Llamadme ateo si preferís.

      Mis relaciones con Satanás vinieron a través de la música o como excusa de ella. Fueron mis amigos los que me embrujaron con discos e historias de Black Sabbath o Led Zeppelin primero, para al poco adentrarme en el universo oscuro de Iron Maiden, Judas Priest o Motörhead. Tommy ejercía de satánico, chamán o maestro de ceremonias; servía su elixir mágico, hoy conocido como cerveza de litro y evaporábamos aromas que invitaban a abrir la mente, en ocasiones cortados con tanta basura que lo único que daban era dolor de cabeza. Cuando la química acompañaba, era sencillo, dejar deslizar la aguja sobre el vinilo, bajar la intensidad de la luz y cerrar a cal y canto la habitación para que no se escapasen los efluvios mágicos.

      Recuerdo que Tommy tenía un concepto diferente sobre la muerte, los espíritus y los demonios, que me sorprendía y embobaba. Hoy en día lo achaco a su procedencia gallega y la seguridad de que las brujas, hechiceros, demonios y fantasmas, haberlos haylos. Quizás por eso cuando se te acercaba a oscuras en Les Enfants Terribles y simplemente te llamaba y te enseñaba la mano cornuda, era digno de respeto.

      Aunque no recuerdo su nombre, un año conocimos a su hermano, que daba más grima que él, posiblemente porque vivía en Galicia y conservaba todo su mojo intacto. En una sesión de brujería casera y mientras sonaba Black Sabbath, nos enseñaron fotografías de ellos durmiendo dentro de un nicho abierto en su tierra natal y ahí subió de categoría y todos lo vimos como nuestro Ozzy particular.

      Nuestras sesiones diabólicas también se desarrollaron en lo alto del Montseny, refugiados en un monasterio abandonado que era el escenario ideal para una cinta de terror de serie B. Podíamos olvidarnos la comida, pero la música, la bebida, las substancias «alternativas» y las ganas de cruzar al lado oscuro no. Recuerdo que en la tercera visita al monasterio tuve una mala experiencia, aunque no creo que fuera con el submundo, ya que desde entonces no puedo ingerir alcohol blanco sin ver a la virgen y todas las estrellas.

      El paganismo y la magia las encontré más adelante de la mano de amigas que no nombraré porque no les he pedido permiso, pero el tarot, el espiritismo y la ouija estuvieron muy presentes, con su propia banda sonora a base de Gwendal, Alan Stivell y otros grupos que ni recuerdo.

      Menos intenso fue tropezar con acólitos del nuevo pensamiento universal a base de música progresiva. El LSD no me sienta del todo bien y estar en una reunión donde todos viajan sin maletas y tú no tienes combustible, no será el infierno pero se le parece mucho.

      Con el tiempo y los años, el blues me llevó a reencontrar al Diablo, pero