Darío López R.

La misión liberadora de Jesús


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solo hecho de que hubiera mujeres colaborando con Jesús mues­tra la originalidad de su actitud […] esto no hacía sino alimentar los prejuicios y la hostilidad de quienes se sentían cuestionados por el ministerio del predicador galileo. (Gutiérrez 1989: 317)

      Desde otro marco interpretativo, siguiendo la propuesta teológica de Schottroff y Stegemann, David Bosch propone que Lucas no debe ser llamado realmente el evangelista de los pobres. Desde su punto de vista, debe ser llamado el evangelista de los ricos, porque el deseo de Lucas es que sus lectores conozcan que hay esperanza para los ricos en la medida en que estos actúen y sirvan en solidaridad con los pobres y los oprimidos (Bosch 2000: 136). Según Bosch, en su conversión a Dios, ricos y pobres se convierten el uno al otro (Bosch 2000: 136). Afirma, además, que la perspectiva lucana de la salvación tiene seis dimensiones: económica, social, política, física, psicológica y espiritual, precisando que Lucas en su evangelio le presta mayor atención a la primera de ellas (Bosch 2000: 152).

      William Barclay y F. F. Bruce, aparte de reconocer como uno de los temas dominantes del tercer evangelio el ministerio de Jesús entre los despreciados y los menesterosos (Barclay 1973: 19–20; Bruce 1975: 76), señalan que Lucas fue el primer autor de los evangelios que situó la historia de Jesús y la historia de la iglesia cristiana en su marco temporal más amplio. Bruce precisa que todo el desarrollo de los orígenes del cristianismo se ubica en el contexto de la historia mundial contempo­ránea (Bruce 1975: 65). Según Barclay:

      Lucas es el primer hombre que ve los eventos cristianos desde la perspectiva de la historia mundial […]. Para Lucas, los eventos del cristianismo no se realizaron en forma aislada sino que él los con­templa a la luz de la historia […]. Sólo Lucas comprende el impacto de la historia pasada, presente y futura. (Barclay 1973: 17–18)

      David Gooding, por su parte, opina que Lucas presenta la historia de Jesús en dos grandes momentos, señalando que al interior de estos se entrecruzan varios temas teológicos. En la propuesta de Gooding, el primer momento corresponde a la venida del Señor del cielo a la tierra y, el segundo momento, corresponde a su regreso de la tierra al cielo (Gooding 1987: 9). Según este autor, el punto de cambio entre ambos momentos se encuentra en Lucas 9.51, un texto en el que se narra el inicio del ascenso de Jesús a la ciudad de Jerusalén (Gooding 1987: 9).

      Quizá por esa razón, Joseph Fitzmyer enfatiza la perspectiva geo­gráfica presente en Lucas, ya que en este evangelio se resalta el lugar de Jerusalén como la ciudad del destino y se describe la actividad de Jesús como un camino o como una carrera que se expresa claramente en el movimiento ascendente de Galilea a Jerusalén (Lc 9.51; 19.28) que en este evangelio se remarca notablemente (Fitzmyer 1981: 165, 169).

      Esta breve discusión sobre los diversos enfoques interpretativos del Evangelio de Lucas, conduce a establecer que varios temas se inter­sectan o entrecruzan para perfilar el horizonte teológico del tercer evangelio, siendo cada uno de ellos sumamente valioso como insumo para la misión de la iglesia en cualquier coyuntura histórica.

      En primer lugar, como lo reconoce la mayoría de los expertos, uno de los ejes teológicos dominantes que articula la perspectiva lucana de la misión es el amor especial que Dios tiene por los pobres y los excluidos (publicanos, samaritanos, leprosos, mujeres, niños y enfermos), en un clima cultural en el que se consideraba a las mujeres como menos importantes y a los niños como seres humanos incompletos.

      En segundo lugar, se destaca el énfasis en la naturaleza universal del amor de Dios, ya que a lo largo del evangelio se puntualiza que la buena noticia del reino de Dios cruza las fronteras geográficas de Palestina y las barreras religiosas, culturales, sociales, políticas y económicas.

      En tercer lugar, se resalta el esfuerzo del autor de este evangelio por conectar los eventos de la historia de Jesús y de la historia de la iglesia, con la historia secular. Según Lucas, Dios es el Señor de la historia y de todas las naciones. En tal sentido, los procesos sociales y los eventos políticos, son canales a través de los cuales su amor y su justicia se manifiestan alcanzando a todas las personas, culturas y pueblos.

      En síntesis, el horizonte teológico lucano se caracteriza por el anuncio de la buena noticia del reino de Dios como esperanza de libe­ración integral para los pobres y los excluidos. Lucas subraya, sin perder de vista el tema de la universalidad de la salvación, el amor especial que Dios tiene por los desheredados y por todos los que están en la periferia del mundo.

      Temas teológicos clave

      Más aún, Jesús mismo antes de comenzar su ministerio itinerante por las ciudades y aldeas de la marginada y despreciada Galilea (Lc 8.1; cf. Mt 4.23; 9.35; Mr 1.39), tuvo que ser ungido con el Espíritu Santo (Lc 4.1, 14, 18). Y la comunidad de discípulos hubo de ser investida con poder desde lo alto (Lc 24.49; Hch 2.1–13), antes de dar testimonio de las buenas noticias de salvación en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1.8).

      El jubileo es también un tema recurrente en el tercer evangelio. Lucas enfatiza que Jesús vino para liberar de todas las opresiones a los seres humanos. El canto de María es un primer indicativo de esa realidad (Lc 1.46–55) que luego se proclamaría públicamente en el manifiesto de Nazaret (Lc 4.16–30). En esa ocasión, Jesús presentó su ministerio en términos de liberación integral y puntualizó que la acción de Dios no estaba limitada ni por las fronteras geográficas ni por las fronteras culturales o sociales. Los ejemplos de la viuda pagana de Sarepta (Lc 4.25–26) y del leproso Naamán de origen sirio (Lc 4.27), casos que provocaron una violenta reacción de parte de los judíos (Lc 4.29), ilustran ampliamente este punto de vista.

      La oración es otro de los temas transversales en el Evangelio de Lucas (Rigaux 1973: 323). El autor de este evangelio muestra a Jesús en oración en nueve ocasiones (Lc 3.21; 5.16; 6.12; 9.18, 29; 11.1–4; 22.39–46; 23.34, 46). Dos hermosas parábolas, exclusivamente lucanas, destacan también la centralidad de la oración en la vida de los discípulos (Lc 18.1–8; 18.9–14). En palabras de Barclay:

      Es claro que Lucas está tratando de demostrarnos el lugar de la oración en la vida de Jesús y, por lo tanto, el lugar de la oración en nuestra propia vida personal […]. El Evangelio de Lucas es el evan­gelio de la oración, y es el evangelio del misionero