notado las reacciones de los niños.
—No encontré ninguna nota.
Cassie miró a Antoinette, pero sus ojos miraban hacia abajo y tenía los hombros encorvados.
—Antoinette tenía un recital de piano en París. Un autobús vino a recogerla a las ocho y media, pero no la encontraron en ningún lado. Y Marc tenía práctica de fútbol en la ciudad a las doce.
Cassie sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de las serias consecuencias que habían tenido sus acciones. Había defraudado a Pierre y a los demás de la peor manera posible. Este día tendría que haber sido una prueba de sus capacidades para organizar los horarios de los niños. En cambio, habían realizado un paseo no planificado en el medio de la nada y se habían perdido actividades importantes. Si ella fuera Pierre, también estaría furiosa.
—Lo siento mucho —murmuró.
No se atrevía a decirle a Pierre abiertamente que los niños la habían engañado, aunque estaba segura de que él lo sospechaba. Si se lo decía, los niños terminarían llevándose la peor parte de su furia.
Un gong sonó desde el comedor y Pierre miró su reloj.
—Hablaremos de esto más tarde. Ahora, prepáralos para la cena. Rápido, o la comida se enfriará.
Rápido, era más fácil decirlo que hacerlo. Le llevó más de media hora, y más lágrimas, bañar a Marc y Ella. Afortunadamente, Antoinette se estaba comportando muy bien, y Cassie se preguntó si se sentiría agobiada por las consecuencias de sus acciones. En cuanto a ella, estaba paralizada por la catástrofe en la que el día se había transformado. Estaba empapada por bañar a los niños y no tenía tiempo para tomar una ducha. Se puso una blusa seca, y las ronchas que tenía en los brazos se reavivaron.
Marcharon desconsoladamente hacia la planta baja.
Pierre y Margot los estaban esperando en el pequeño salón al lado del comedor. Margot estaba tomando una copa de vino y Pierre se servía un coñac con soda.
—Al fin estamos prontos para comer —observó Margot secamente.
La cena era una cazuela de pescado y Pierre insistió a sus hijos mayores que se sirvieran ellos mismos, aunque permitió que Cassie ayudara a Ella.
—Deben aprender los modales de etiqueta a una edad temprana —dijo él, y procedió a enseñarles el protocolo correcto durante toda la cena.
—Pon la serviette sobre la falda, Marc. No la dejes arrugada en el piso. Y los codos deben permanecer contra el cuerpo. Ella no quiere que la codees mientras estás comiendo.
El estofado era abundante y delicioso y Cassie estaba muerta de hambre, pero el sermón de Pierre era suficiente para sacarle el hambre a cualquiera. Se restringió a pequeñas y delicadas porciones, mientras miraba rápidamente a Margot para comprobar que estaba haciendo las cosas correctamente, a la manera francesa. Los niños estaban exhaustos y no podían comprender lo que el padre les estaba diciendo, y Cassie se sorprendió al ansiar que Margot le dijera a Pierre que este no era un buen momento para ser quisquilloso.
Se preguntaba si las cenas habían sido distintas cuando Diane estaba viva, y cuánto había cambiado la dinámica después de la llegada de Margot. Su propia madre había contenido el conflicto de manera firme, a su manera, tranquila, pero este había estallado incontrolablemente cuando ella ya no estaba. Quizás Diane había tenido un rol similar.
—¿Un poco de vino?
Para su sorpresa, Pierre llenó su copa con vino blanco antes de que pudiera rechazarlo. Quizás esto también era parte del protocolo.
El vino era aromático y frutal, y después de unos sorbos sintió cómo el alcohol penetraba en el flujo sanguíneo, y una sensación de bienestar y de peligrosa relajación la llenaba. Dejó de beber apresuradamente, pues sabía que no podía permitirse ninguna equivocación.
—¿Ella, qué estás haciendo? —preguntó Pierre, exasperado.
—Me estoy rascando la rodilla —explicó Ella.
—¿Por qué usas una cuchara?
—Mis uñas están muy cortas para aliviar la picazón. Caminamos por ortigas —dijo Ella orgullosa—. Antoinette le mostró a Cassie un atajo. Me picaron en la rodilla. A Cassie la picaron en todo el rostro y en los brazos. Estuvo llorando.
Margot soltó su copa de vino con un golpe.
—¡Antoinette! ¿Hiciste eso otra vez?
Cassie pestañeó sorprendida al ver que lo había hecho antes.
—Yo… —comenzó Antoinette desafiante, pero Margot era imparable.
—Eres un animalito despiadado. Todo lo que quieres es causar problemas. Crees que estás siendo inteligente, pero solamente eres una niña estúpida, malvada e inmadura.
Antoinette se mordió el labio. Las palabras de Margot habían roto su caparazón de autocontrol.
—No es su culpa —dijo Cassie en voz alta, preguntándose demasiado tarde si el vino había sido una buena idea—. Debe ser muy difícil para ella lidiar con...
Se frenó rápidamente porque estaba a punto de mencionar la muerte de su madre, pero Ella creía en una versión diferente y no sabía cuál era la verdadera historia. Ahora no era el momento de preguntar.
—Lidiar con tanto cambio —dijo— En cualquier caso, Antoinette no me dijo que tomara ese camino. Ella y yo estábamos cansadas y parecía un buen atajo.
No se atrevió a mirar a Antoinette mientras hablaba, en caso de que Margot sospechara una confabulación, pero logró encontrarse con la mirada de Ella. Le hizo un gesto conspiratorio, con la esperanza de que entendiera por qué Cassie estaba apoyando a su hermana, y Ella le respondió asintiendo suavemente.
Cassie temía que su defensa la dejara en un terreno aún más inestable, pero tenía que decir algo. Después de todo, ella sabía lo que era crecer en una familia fracturada, en donde la guerra podía estallar en cualquier momento. Ella entendía la importancia de tener a alguien mayor como ejemplo, que le pudiera ofrecer un refugio ante las tormentas. ¿Cómo se las hubiese arreglado en los momentos difíciles, sin la fortaleza de Jacqui? Antoinette no tenía a nadie que la respaldara.
—¿Así que eliges ponerte de su lado? —Dijo Margot entre dientes— Créeme que te arrepentirás, como lo hice yo. No la conoces tanto como yo —apuntó con el dedo de uña carmesí a Antoinette, quien empezó sollozar—. Es igual a su...
—¡Detente!—rugió Pierre— No toleraré discusiones durante la cena. Margot, cállate, ya has dicho suficiente.
Margot se levantó de un salto y su silla se volcó con un estruendo.
—¿Me estás diciendo que me calle? Me iré entonces. Pero no pienses que no he intentado advertirte. Tendrás lo que te mereces, Pierre.
Se marchó hacia la puerta, pero luego se volvió y miró a Cassie con un odio manifiesto.
—Todos tendrán lo que se merecen.
CAPÍTULO OCHO
Cassie contuvo la respiración, mientras los pasos enojados de Margot se alejaban por el pasaje. Echó un vistazo alrededor de la mesa, y vio que no era la única que estaba paralizada por el arrebato agresivo de la rubia. Marc tenía los ojos grandes como platillos y la boca bien apretada. Ella se chupaba el dedo. Antoinette estaba con el ceño fruncido por la furia contenida.
Murmurando una grosería, Pierre empujó la silla.
—Yo me encargo —dijo él, dando zancadas hacia la puerta—. Lleva a los niños a la cama.
Cassie, aliviada por tener trabajo para hacer, se levantó y ojeó los platos y la vajilla sucia sobre la mesa. ¿Tenía que levantar la mesa, o pedirles a los niños que ayudaran? La