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La búsqueda de la verdad


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y resistencia institucional. También es un objetivo acechado por la trampa, el miedo, el amordazamiento y la muerte. Las más variadas formas de censura se hacen patentes en el proceso. Más allá de las promesas salvadoras y purificadoras, la verdad no se manifiesta de manera sencilla. A las sociedades les cuesta esclarecer lo ocurrido durante los conflictos y les resulta aún más difícil reconocerlo.

      Aunque el establecimiento de la verdad sea una meta social ideal, nadie puede seriamente prometer un camino pacífico hacia la verdad y el reconocimiento de las atrocidades perpetradas. La experiencia en todo el mundo ratifica que la búsqueda de la verdad y la justicia es un camino contencioso que puede o no terminar en una transformación hacia la coexistencia de grupos en disputa y la consolidación de formas incluyentes de gobierno.

      El consenso y la armonía, sencillamente, no son productos expresos, quizás incluso viables, en un proceso de búsqueda de la verdad que pretende encarar las atrocidades del pasado. Los intereses son múltiples y enfrentados. Algunos perpetradores, aquellos que se encuentren expuestos, buscarán ganar algo del proceso; los perpetradores que no son conocidos harán todo por no ser descubiertos. Buena parte de las élites políticas, económicas y militares está interesada en esconder el pasado o al menos de enmarcarlo como un asunto superado, buscando alegar un estatus de víctimas para buscar protección moral y jurídica de cualquier reproche. Las reacciones de las víctimas tampoco son homogéneas: algunas quieren a toda costa saber lo que pasó y, sobre todo, su porqué, se preguntan cómo les pudo haber pasado de todo sin que nadie respondiera. Hay otras víctimas que quieren dejar todo atrás, para que nada más les pase o para poder recobrar un mínimo aliento de vivir el presente y proyectar su futuro. En el entretanto, la gran mayoría del público, indiferente, se pregunta por qué pasan tanto tiempo hablando de lo mismo.

      Abandonar a la inercia social el conocimiento de los conflictos conduce a abonar el camino para no confrontar los pasados incómodos, o a versiones binarias de la historia donde los “malos y desviados”, en radical locura, se lanzaron inexplicablemente contra sus prójimos, los buenos. La histerización del horror que crea monstruos y establece hitos del horror tiene el potencial de crear una reacción moral en la sociedad, pero no aclara por qué pasó lo que pasó y, peor aún, no ofrece pistas para evitar que sigan pasando. La alternativa de establecer lecciones encumbradas en la sofisticación de la ciencia, sin el relato del dolor y el rostro de quienes lo vivieron, impide involucrar a los indiferentes, desdibuja el sufrimiento de las víctimas, profundiza el estado de negación y diluye la responsabilidad de los perpetradores. Después de todo, “la verdad, desde la perspectiva de aquellos más afectados por la violencia colectiva, reside, más que en los hechos mismos, en su interpretación moral, y la manera como son interpretados los hechos es comúnmente manipulada y distorsionada por aquellas personas que iniciaron la violencia” (Stover y Weinstein, 2004).

      En la búsqueda por la verdad se juega no solo la responsabilidad sino la legitimidad de quienes participan en las hostilidades. No solo un relato sobre la sociedad sino su estatus ético colectivo, la autorrepresentación de su identidad, de su historia y, en últimas, de su grado de humanidad. Una sociedad que yerra se duele, una sociedad que no lo sabe no aprende, una sociedad que no lo reconoce no hace nunca el duelo.

      ¿Para qué la verdad al salir del conflicto armado? ¿Qué puede o debe ser considerado verdad para un conflicto armado? ¿Qué obstáculos se instalan en un contexto de salida del conflicto armado frente a la obtención de la verdad? ¿Cuáles son los lugares, sujetos, contextos y calidades de la verdad? ¿Existen oposiciones, debates, disputas o, tal vez, acuerdos, encuentros y mutua dependencia entre las verdades oficiales y las no oficiales, entre las verdades de victimarios y víctimas, entre las verdades conocidas y las ocultas? ¿Qué reflexiones actuales nos ofrecen los mecanismos empleados en Colombia para un escenario de superación del conflicto armado frente a la consecución de la verdad? ¿Qué lecciones podemos extraer de experiencias locales, regionales, nacionales e internacionales frente a este desafío?

      Este libro apunta a muchas de estas preguntas. Nueve autores provenientes de diversas disciplinas (sociología, periodismo, derecho, criminología) y de diferentes latitudes reflexionamos en profundidad intentando aportar al debate contemporáneo, tanto local como global, de aquellas sociedades que buscan enfrentar un pasado de conflicto y aportar a la construcción social de la realidad, la historia, y la verdad –lo que de por sí dice mucho también sobre las sociedades que buscan sostener un estado de pacífico bienestar.

      Contar con el escrito a modo de prolegómeno de Carlos Beristain, comisionado de la Verdad de Colombia y participante de tan diversas apuestas por la verdad en el país y el mundo, nos brinda un abrebocas especialmente relevante para comprender la lógica detrás del esclarecimiento de la verdad, así como sus desafíos desde la actualidad trepidante de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, que nació como un mecanismo de carácter temporal y extrajudicial derivado del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera. Pocas reflexiones académicas existen en el mundo de comisionados en pleno ejercicio de sus funciones.

      El libro inicia con un artículo sobre verdades incómodas y verdades insatisfactorias escrito por Camilo Umaña, profesor de la Universidad Externado de Colombia y coeditor de este libro, y Diana Durán, editora judicial de El Espectador. La combinación de las perspectivas sociojurídica y periodística del asunto tiene como resultado una reflexión sobre la incomodidad de la verdad y la dificultad de revelarla y reconocerla. Elaborando a partir de ejemplos actuales, empleando entrevistas a víctimas y material periodístico, este artículo trata de rescatar la insatisfacción y la incomodidad como propiedades de las verdades que deben rodear los momentos transicionales. En últimas, este artículo propone preguntas sobre la finalidad del proceso de esclarecimiento de la verdad, su utilidad y los efectos incómodos del proceso junto con sus posibles consecuencias de insatisfacción social o, incluso, más concretamente en las víctimas de la atrocidad.

      En seguida, en “La verdad sin hechos. Sobre la erosión de la función investigativa de las comisiones de la verdad”, contamos con un autor de gran relevancia: Pablo de Greiff. En su experiencia como relator especial de Naciones Unidas para la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, De Greiff aportó de forma contundente al avance de estándares internacionales en contextos de transición. En su escrito, justamente, reflexiona de manera crítica sobre una de las instituciones acogidas por dichos estándares: las comisiones de la verdad. Este texto es relevante para cuestionar el alcance de las comisiones de la verdad, la expansión de sus mandatos y su impacto real poniendo de presente que su estandarización en las transiciones y su expansión de funciones han generado distorsiones en el mecanismo.

      El siguiente artículo es obra del otro coeditor de este libro, Michael Reed-Hurtado. Enfatizando uno de los recorridos más difíciles del proceso de búsqueda y establecimiento de la verdad, Reed-Hurtado contribuye con una mirada a la mentira como recurso de negación. Este tercer texto ofrece una reflexión sobre mentiras institucionalizadas a través de una serie de argumentos que ponen de relieve dos temas presentes en gran parte de sus investigaciones: las estrategias de negación y la contención de la verdad. Extrañamente, en los procesos de búsqueda de la verdad pasa inadvertida o al menos velada la mentira. Es importante poder nombrarla sin eufemismos, reconocer sus efectos en el devenir social y avizorar la ingeniería institucional que se erige tras sus artificios.

      Los siguientes dos artículos aportan una mirada a los laberintos, las ilusiones y las expectativas que surgen de los procesos de búsqueda de la verdad en otras latitudes. El cuarto artículo fue escrito por Gema Varona, desde el prestigioso Instituto de Criminología de la Universidad del País Vasco, quien desarrolla un texto sobre las intersecciones entre las verdades forense, judicial, histórica, periodística, narrativa, agonística y dialógica. A partir de una colección de experiencias del País Vasco, este artículo elabora importantes preguntas a partir de una mirada criminológica. El artículo avanza sobre el problema de los antagonismos sociales frente a la elaboración de la verdad en variados escenarios, la existencia de verdades cosmopolitas,