Caleb Fernández Pérez

HAGEO


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La actitud de los samaritanos podría reflejar algo del trasfondo del diálogo de Jesús con la samaritana sobre el lugar de la verdadera adoración.25

      En tercer lugar, el profeta Hageo también observó que en el pueblo había un recuerdo exagerado de los tiempos mejores del templo de Jerusalén. Los judíos jamás podrían construir uno con el esplendor del de Salomón, y el proyecto de un templo menos suntuoso y más modesto desanimaba a los más entusiastas y apegados a sus raíces e historia de su pueblo. Una gloria superior en un templo menos elegante era inconcebible para su religiosidad, y aún menos que esa gloria llegue más allá de los muros del templo.

      En cuarto lugar, una interpretación inexacta de la pro­fecía de los setenta años del cautiverio babilónico decía: […] No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada (v. 2). Así, en vez de ser una bebida energética, se fue convirtiendo en un narcótico para los judíos. La interpretación equivocada de la profecía terminó por reafirmar el sentimiento de inevitabilidad irreversible de las cosas. Esto los llevó a pensar que no serviría nada de lo que hicieran, y que deberían esperar que el reloj de la profecía divina marcara la fecha predestinada para la reedificación.

      El resultado fue la resignación y, por lo tanto, la paralización de la obra. El pueblo se fue acostumbrando a no tener un templo o, peor aún, a ver cada día un templo a medio terminar. El esqueleto del templo en ruinas era como un cadáver que se descomponía en Jerusalén y lo contaminaba todo. Históricamente, cuando las circunstancias favorables no lo han acompañado, el pueblo de Dios se ha entregado a un sentimiento de resignación que termina por matar finalmente su fe y esperanza.

      El pueblo de Dios es siempre proclive a sufrir este tipo de resignación histórica que le impide continuar con los proyectos divinos en la historia. Los creyentes contem­poráneos se resignan cuando la falta de recursos les impiden iniciar e invertir en proyectos que están en el corazón de Dios para la expansión de su reino; cuando ceden a las tentadoras propuestas de alianzas dudosas que los llevan a una distorsión del verdadero culto a Dios; cuando el pasado y su apego a las tradiciones los aprisionan y les impiden mirar el futuro con esperanza y expectativa de cambio; cuando la falta de integridad en la interpretación bíblica los lleva a discursos religiosos distorsionados que conducen semanalmente a congregaciones enteras hacia la frustración y el abandono progresivo de la fe.

      Dios tiene un proyecto para su pueblo y busca un diálogo honesto con él que lo motive e impulse nuevamente a la acción cuando lo ve resignado frente a la adversidad. El cristianismo debe apropiarse de la palabra profética frente al silencio de su resignación, pues necesita una espiritualidad que madure hacia la recuperación del servicio y la santidad como parte de su experiencia como pueblo de Dios.

      Distorsión teológica para obstaculizar los planes divinos

      Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada (Hag 1.2).

      La resignación histórica del pueblo de Dios comúnmente ha venido de la mano del falso discurso profético, de la distorsión teológica producto de una interpretación antojadiza de la historia y la Escritura.

      Recordemos que en los exiliados sobrevivía una teolo­gía que albergaba la esperanza de la restauración plena del pueblo de Dios, como lo había profetizado Isaías, en la que esperaban nada menos que una repetición de los sucesos del Éxodo, la reconstitución de tribus de Jacob y el estable­cimiento de la conciencia del gobierno real de Jehová en el mundo. Pero, al parecer, se habían concebido esperanzas demasiado elevadas, pues el “nuevo éxodo” triunfal no guardaba ningún parecido con lo que había sido el Éxodo y el paso del Mar Rojo.

      En la mayor parte del pueblo de Dios se había diluido la esperanza; se comenzaba a dudar de la eficacia del poder de Jehová y se había internalizado una nueva forma de ver a Dios. Entonces, Dios mismo se coloca en la escena sociopolítica y religiosa por medio del profeta Hageo, y sus primeras palabras son decidoras en relación con el sen­timiento del pueblo de Dios. El profeta lo presenta como “Jehová de los ejércitos”. Este nombre es utilizado siempre que se desea realzar la imagen de Aquel que tiene dominio sobre las huestes celestiales y los reinos de este mundo. Jehová Señor del universo26 es quien tiene poder absoluto y ninguna fuerza humana, o cósmica, ningún decreto o rey terreno, puede resistirse a su poder y a su soberana voluntad.

      El principio de la profecía también contempla la moles­tia de Dios Todopoderoso frente a la actitud de su pueblo. Esto es evidente cuando Dios lo llama “este pueblo”, en lugar de “mi pueblo”, transparentando así la distancia que existía en esta relación. Las interpretaciones absurdas que el pueblo había elaborado y la actitud de los exiliados que colocaron sus intereses por encima de los intereses de Jehová de los Ejércitos, terminaron por distanciarlos. Sin embargo, como insistía el profeta Oseas, Dios va detrás de su pueblo, y cuanto más se aparta de Él, más recursos utiliza el Señor para atraerlo hacia su amor, liberándolo del yugo y proveyéndole para su sustento, sin que tomen conciencia de quien lo hace.27

      Al no encontrar una relación entre su teología y sus circunstancias, el pueblo judío postergó los planes de Dios para priorizar sus propios proyectos. Abandonaron la casa de Dios para invertir en sus propias casas. Ellos no decían que la reedificación no debía ser realizada, sino que “aún no había llegado el tiempo oportuno” para reconstruir. Crearon un falso justificativo para aminorar la voz de su conciencia. Juzgaron que la oposición para hacer la obra era una señal de que no era el tiempo para reconstruir. Hicieron una lectura de las circunstancias a su propia conveniencia, la cual los llevó a suscribir una teología distinta a la que Dios había expresado por medio de los profetas antes y durante el exilio.

      Una doctrina teológica tiene el poder de convencer y afirmar nuestra fe en el Dios de la historia, pero también de distraer, confundir, y hacer tambalear proyectos divinos que pueden transformar las circunstancias. El pecado de los judíos fue la conformidad, postergar el proyecto de Dios para priorizar sus propios proyectos e ideologías. La presencia de dificultades no debería llevar al pueblo de Dios a desertar de la restauración del reino de Dios en la historia, sino, por el contrario, debería animarlo a construir lo que a algunos les parece imposible.

      La Palabra de Dios está llena de desafíos y planteamientos radicales que instan al pueblo de Dios a tomar una postura frente a la coyuntura sociopolítica y religiosa del país, y luchar contra la resignación. Por ello, por medio de Hageo, Dios comienza hablándoles al gobernador y al sumo sacerdote, “despertándoles su espíritu”.28 El pueblo de Dios se caracteriza por ser perseguido; por ello, si en algún momento de la historia no lo es, debe comenzar a preocuparse. Los judíos pensaron, desde su comodidad, que la oposición que pretendía impedir la reconstrucción era la voz de Dios, y se convencieron de que insistir sería estar fuera del “tiempo de Dios”.

      Nosotros vivimos en ese tipo de conformidad, nuestras interpretaciones bíblicas sufren la tentación de rendirse fácilmente ante a las situaciones difíciles, pero necesitamos creerle a Dios cuando habla por medio de una voz profética valiente, que encara la realidad de desobediencia y transgresión. Al pueblo de Dios lo ha perseguido el miedo a realizar una interpretación más contestataria, y vive peudosatisfecho con el paquete de doctrinas que ya se le ha entregado, con las experiencias que lo han marcado, y una cosmovisión que finalmente oprime a los creyentes porque se conforman con lo que ya han alcanzado como expresión del reino de Dios y ya no tienen visión ni sueños por un mundo distinto. Dios debe cansarse de algunas de nuestras teorías teológicas que sólo minan la obra de expansión de su reino y de su gloria aquí en la tierra.

      Provocación divina para movilizar a su pueblo

      Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? (Hag 1.3–4).

      El pueblo tenía pruebas