que se dé la conducta lúdica es necesario poseer un cerebro lo suficientemente complejo, dotado de una gran capacidad de aprendizaje y capaz de generar un comportamiento generalizado y versátil, además de una infancia prolongada y sin responsabilidades exigentes. Por eso, tal forma de comportamiento solo se ha observado en los vertebrados superiores. Son muy pocas las especies de aves que juegan, los cuervos entre ellas, indudablemente una de las especies aladas más inteligentes. No obstante, es al ascender por el árbol de los mamíferos cuando empezamos a encontrar de verdad la conducta lúdica, haciéndose esta cada vez más compleja y rica a medida que progresamos en la escala evolutiva y, también, a medida que la especie se hace más y más social.
Entre los primates encontramos a los reales campeones del juego. El carácter juguetón de estos animales ha constituido siempre el principal atractivo de los zoológicos. Sin embargo, el representante más eximio de todos los jugadores, y con una ventaja considerable sobre las demás especies, es el Homo sapiens. En él se da, adicionalmente, la infancia más prolongada y libre de responsabilidades de todo el reino animal, con el evidente propósito adaptativo de poder explotar al máximo el potencial de aprendizaje que va implícito en la conducta lúdica. Más aún, el hombre es la única especie en la cual esa conducta no se extingue con la pubertad. Jorge Wagensberg (1989) destaca con inteligencia la importancia del juego en el adulto:
Porque el humano no deja de jugar; se trata, probablemente, de un lance neoténico. Y no solo eso. Como el adulto ya ha aprendido todo lo esencial, el juego se libera de tener que cumplir una misión concreta y surge otra clase de juego, un juego más creativo y trascendente a largo plazo: el juego inútil, el juego absurdo, el juego para disfrutar, el tipo de juego que conduce, no a sobrevivir, sino a la creación científica y artística.
La gran ventaja adaptativa de la neotenia o infancia prolongada es la versatilidad en las conductas que proporciona al animal. Los individuos se pueden desarrollar en perfecto ajuste con el entorno particular que les corresponda, en razón de la gran maleabilidad que ofrecen los organismos jóvenes y del hecho de disponer del tiempo libre requerido por el aprendizaje, ya que en las especies neoténicas a los pequeños se los libera completamente de las responsabilidades del grupo. Entre los ajustes más destacados está la socialización: los jóvenes aprenden con fidelidad y gran facilidad las costumbres principales de su grupo, se inician en los roles correspondientes a sus respectivos sexos y aprenden a convivir con sus congéneres, cuando todavía no han llegado a la madurez.
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