© Plutón Ediciones X, s. l., 2020
Traducción: Benjamin Briggent
Diseño de cubierta: Alejandro Díaz
Maquetación: Saul Rojas
Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,
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I.S.B.N: 978-84-18211-19-5
Estudio Preliminar
Howard Phillips Lovecraft vino al mundo en Providence, capital del Estado de Rhode Island (E.E.U.U.) en 1890. Su padre era un rico comerciante de metales preciosos y joyería y su madre pertenecía a una rancia estirpe pionera, pues sus ancestros se remontaban casi hasta los peregrinos del Mayflower.
Su madre sometió a su único hijo (debido a la edad de ambos cónyuges primerizos, pues ya habían cumplido los treinta años) a una disciplina férrea, sobre todo, a partir del fallecimiento de su marido cuando Lovecraft tenía ocho años, víctima de una crisis nerviosa que se le había desencadenado cinco años atrás. Además de su apabullante madre, intervinieron en la educación del pequeño, sus dos tías y su abuelo materno (el único que le comprendía), los cuales convivían en su casa familiar. Así, no es extraño que el pequeño H.P., que había heredado idéntica constitución nerviosa, se evadiera desde muy pequeño de la férula educativa, rodeado por parajes sombríos y apartados para hacer vagar a sus anchas a su desbordante imaginación. Se ensimismaba en la observación de sorprendentes detalles y llenaba el escenario de hadas y personajes sobrenaturales.
Empezó a escribir poesía y ensayos mientras permanecía recluido voluntariamente en casa, rara vez salía antes de caer la noche y estaba desarrollando una vida de ermitaño, hasta que en 1914 una carta escrita por él para la revista de ficción The Argosy captó la atención Edward F. Daas, presidente de la United Amateur Press Association (UAPA). Fue invitado a unirse a la organización y a partir de entonces empezó a escribir más regularmente.
Con el apoyo de la UAPA, Lovecraft dio sus primeros pasos como escritor profesional, publicando un relato por primera vez en The Amateur. Luego su carrera tomaría vuelo como una voz muy importante en el género de terror y misterio, del que sería uno de sus más grandes exponentes, sobre todo después de su muerte y por el extenso legado de su obra.
Esta colección completa de los relatos escritos por el norteamericano es una muestra de la diversidad estilística y temática del autor. Sin embargo, el Mito de Cthulhu siendo un tema central y muy importante en la obra de H. P. Lovecraft y el que conforma la mayoría de su relatos más conocidos. El Mito de Cthulhu es una serie de relatos, escritos entre 1921 y 1935 que exploran la temática del terror cósmico, popularizada por el escritor. Aquí el típico cuento de terror gótico norteamericano, cuyo máximo exponente es Edgar Allan Poe y ampliamente admirado por el mismo Lovecraft, es reinventado a través del uso de seres terroríficos que habitan en dimensiones paralelas, en el espacio exterior y hasta en el mismo interior de la tierra. Otro tema particular del Mito de Cthulhu se basa en la idea de que nuestro planeta ha sido escenario de batallas cósmicas milenarias y es un punto de encuentro, de exploración, de mezclas e imposibilidades, en las que no queda más remedio para el ser humano que ser un simple y débil testigo. La escala de la maldad aquí es universal, incalculable, el autor se deshace de las amarras terrestres y pone su historias en escala intergaláctica, durante millones y millones de años, para alejarse lo más posible de la simple idea de una casa embrujada, o de un muerto viviente, ambos temas los usa más de una vez, pero lo que realmente lo separa de otros autores de la época, y lo que todavía le otorga vigencia hoy en día es precisamente su cambio de alcance de narración, su ambición histórica de creación de mundos y mitologías.
Las historias del Mito de Cthulhu son muy diferentes individualmente, pero todas tienen puntos y personajes similares, todas comparten el mismo universo donde los Primordiales, los Dioses Arquetípicos y otras razas menores lucharon, luchan y lucharán por la supremacía sobre el planeta Tierra y el universo. Cada historia cuenta un acontecimiento que ayuda al lector a irse formando una idea de la gran historia del Mito de Cthulhu, sin un orden particular, sin el propósito de una construcción sistemática y racional de mitología, solo un pequeño atisbo de la grandeza de un universo que nunca terminaremos de comprender, un poco como la vida misma.
H. P. Lovecraft falleció por una enfermedad muy prolongada en marzo de 1937. Murió casi en la pobreza debido a las dificultades económicas producidas por su vida literaria y la mala administración de sus bienes heredados.
Fue la labor del Círculo de Lovecraft, un grupo de escritores con los que colaboró e intercambió cartas durante años, la que permitió que la obra de Lovecraft fuese reconocida después de su muerte. Estos escritores se encargaron de mantener viva la mitología del autor (permiso que el mismo Lovecraft otorgó en vida), adaptándola a sus propios relatos, terminando manuscritos, pregonando las maravillas y creaciones de la mente oscura de un autor que se fue demasiado pronto. Con el tiempo, el Círculo tuvo sus detractores y polémicas, algunos los acusaron de intentar encauzar la obra de Lovecraft hacia caminos que el autor no hubiese elegido, otros los tildaron de suavizar la huella y el impacto del autor, entre otras acusaciones. Lo cierto es que poco a poco H. P. Lovecraft se fue convirtiendo en un autor de referencia para jóvenes escritores del género, y sus historias, floreado lenguaje y terribles creaciones encontrarían un lugar inamovible dentro del panteón de la literatura de terror y la ciencia ficción.
La botellita de cristal1
—Pongan la nave al pairo, hay algo que flota a sotavento.
Quien daba la orden era un hombre, más bien delgado, llamado William Jones. Él era el capitán de la nave en la que navegaba, cuando comenzó esta narración, junto a su grupo de tripulantes.
—Sí, señor —respondió John Towers, y la nave fue puesta contra el viento. El capitán Jones comprobó que el objeto que flotaba era una botella de cristal y alargó su mano hacia ella.
—No es más que una botella de ron que algún tripulante de otro barco arrojó al mar —y por pura curiosidad, la atrapó.
En efecto era una botella de ron y casi la tira de nuevo al mar, cuando se percató de que dentro de ella había un papel. Lo sacó y pudo leer lo siguiente:
1 de enero de 1864
Mi nombre es John Jones y estoy escribiendo esta carta. Mi buque se hunde con un tesoro a bordo. Me hallo en el punto marcado en la carta náutica adjunta.
El capitán Jones le dio la vuelta al trozo de papel y vio que del otro lado había una carta náutica en la que estaban escritas las siguientes palabras:
—Towers —dijo algo emocionado el capitán Jones—, lea esto.
Towers obedeció.
—Creo que vale la pena ir hasta ese lugar —dijo el capitán Jones—. ¿No lo cree?
—Capitán, coincido con usted —replicó Towers.
—Dispondremos hoy mismo de una embarcación —dijo el emocionado capitán.
—Como usted mande —dijo Towers.
Así que embarcaron otra nave y siguieron la línea de puntos de la carta. En cuatro semanas habían llegado al lugar señalado y los buzos se sumergieron en el mar para emerger con una botella de hierro.