Clive Barker

Días de magia, noches de guerra


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       2. Las bestias de Efreet

       3. Noticias del Presente

       4. Sucesos en el umbral

       5. Una visita a la calle Marapozsa

       6. Secretos y pastel de carne

       7. Dos en la diecinueve

       8. El novio desenterrado

       9. El dueño de la casa del Hombre Muerto

       10. El corazón de Medianoche

       11. Huesos de dragón

       12. Una historia de despedidas interminables

       13. Un conjuro ambiguo

       14. El alto laberinto

       15. La oscuridad negada

       16. El príncipe y el chico-bestia

       17. Una decisión

       Cuarta parte: El mar llega a Chickentown

       1. Partidas

       2. Algo en el viento

       3. Revolviendo las aguas

       4. Hacia el Más Allá

       5. Padre e hija

       6. Dentro del Wormwood

       7. El mayor de los secretos

       8. El buque de guerra es destruido

       9. Los vivos y los muertos

       10. El principio del fin

       11. Abajo y abajo

       12. El regreso del mar

      .

       Sobre el autor

      Prólogo

      Apetito

       A continuación se sucede una lista de cosas espantosas:

       Las mandíbulas de los tiburones, las alas de los buitres,

       El mordisco rabioso de los perros de guerra,

       La voz de alguien que nos dejó hace tiempo.

       Pero lo peor es la mirada del espejo,

       Que va restando los días que nos quedan.

      

      Recto Patizambo, el Poeta nómada de Abarat

      Otto Houlihan se sentó en la oscura habitación y escuchó jugar a derribar al demonio a las dos criaturas que le habían llevado hasta allí, una cosa con tres ojos llamada Lazaru y su compinche, Bebé Conjuntivitis. Después de la vigésimo segunda partida, no pudo controlar su nerviosismo e irritación.

      —¿Cuánto más voy a tener que esperar? —exclamó.

      Bebé Conjuntivitis, que tenía unas largas zarpas de reptil y la cara de un infante demente, dio una calada a un cigarro azul y exhaló una nube de humo acre en dirección a Houlihan.

      —Te llaman el Hombre Entrecruzado, ¿no es así? —preguntó.

      Houlihan asintió, dedicándole a Conjuntivitis su mirada más hostil, el tipo de mirada que suele amedrentar a los hombres. La criatura no estaba sorprendida.

      —Crees que das miedo, ¿verdad? —dijo—. ¡Ja! Esto es Gorgossium, Hombre Entrecruzado. Esta es la isla de la Hora de la Medianoche. Cualquier cosa oscura e impensable que haya sucedido en alguna ocasión, ha sucedido aquí. Así que no intentes asustarme. Estás perdiendo el tiempo.

      —Solo preguntaba.

      —Sí, sí, te hemos oído —intervino Lazaru mientras el ojo que tenía en medio de su frente miraba a un lado y a otro constantemente de un modo inquietante.

      —Tendrás que ser paciente. El Señor de la Medianoche se reunirá contigo cuando esté preparado.

      —Tienes noticias urgentes, ¿no es así? —preguntó Bebé Conjuntivitis.

      —Eso es entre él y yo.

      —Te lo advierto, no le gustan las malas noticias —dijo Lazaru—. Se pone hecho una furia, ¿verdad, Conjuntivitis?

      —¡Se vuelve loco! Despedaza a la gente con sus propias manos.

      Intercambiaron una mirada conspiratoria entre ellos. Houlihan no dijo nada.

      Solo intentaban asustarlo y no estaba funcionando. Se levantó y se acercó a la estrecha ventana para observar el tumoroso paisaje de la Isla de Medianoche, fosforescente de corrupción. Algo de lo que había dicho Bebé Conjuntivitis era cierto: Gorgossium era un lugar terrorífico. Veía la silueta de innumerables monstruos mientras se desplazaban por el desolado paraje; Olía un incienso picante y dulce que surgía de los mausoleos del cementerio rodeado de niebla; Oía el estridente estruendo de los taladros de las minas donde se producía el barro que Mater Motley usaba para rellenar las tropas de cosidos de Medianoche. Aunque no estaba dispuesto a dejar que ni Lazaru ni Conjuntivitis notaran su inquietud, se sentiría aliviado cuando hubiera informado a su anfitrión y pudiera marcharse a lugares menos aterradores.

      Se produjeron algunos murmullos a sus espaldas, y un instante después Lazaru anunció:

      —El Príncipe de la Medianoche puede recibirle.

      Houlihan apartó la vista de la ventana y vio que la puerta que se encontraba en la otra punta de la sala estaba abierta. Bebé Conjuntivitis le hacía gestos para que entrara.

      —Vamos, vamos —le apresuró el infante.

      El hombre se dirigió hacia la puerta y se detuvo en el umbral. De las tinieblas de la habitación salió la voz de Christopher Carroña, severa y adusta.

      —Pasa, pasa. Llegas a tiempo para ver el festín.

      Houlihan siguió el sonido de la voz de Carroña. Había