Erin Watt

Cuando es real


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miedo.

      —Felicidades, chico. Dentro de veinte años estarás sentado en una silla en Hollywood Squares y un niño le preguntará a su madre: «¿Quién es Oakley Ford?» y la madre le responderá…

      —Lo pillo —respondo con firmeza.

      —No, no lo pillas. Tu existencia habrá sido tan breve que la madre se girará hacia su hijo y le dirá: «No tengo ni idea de quién es». —La voz de Jim se convierte en un ruego—. Mira, Oak, quiero que tengas éxito con la música que quieres hacer, pero tienes que poner de tu parte. La industria está liderada por un montón de viejos blancos hasta arriba de cocaína y poder. Les encanta machacar a los artistas, incluso les pone. No les des más razones para decidir que te despidan. Eres mejor que todo eso. Creo en ti, pero tú también tienes que empezar a hacerlo.

      —Creo en mí mismo.

      ¿Le ha sonado tan falso a Jim como a mí?

      —Entonces actúa como tal.

      Traducción: madura.

      Estiro la mano y cojo el móvil que me tiende. La cifra de seguidores al lado de mi nombre todavía tiene ocho dígitos. Millones de personas me siguen y se creen todas las cosas ridículas que mi equipo publica a diario. Fotografías de mis zapatos, mis manos… Tío, esa publicación llegó al millón de «Me gusta» e hizo que se publicara el mismo número de historias ficticias. Esas chicas tienen una imaginación muy vívida. Una imaginación vívida y sucia.

      —¿Qué sugieres entonces? —murmuro.

      Jim suspira de alivio.

      —Tengo un plan. Quiero que salgas con alguien.

      —No. Ya hemos intentado el plan de la novia.

      Cuando se lanzó Ford, mi equipo me juntó con April Showers. Sí, ese es su nombre real, lo vi en su carné de conducir. April era una estrella televisiva en alza y todos pensamos que sabía cómo iba el juego. Una relación falsa para que nuestros nombres estuvieran en la portada de revistas y como titular en las páginas web de cotilleos. Sí, nos odiarían en ciertos rincones, pero la atención mediática ininterrumpida y la especulación servirían para que la visibilidad fuera ilimitada. Nuestros nombres estarían en boca de todos de aquí a China.

      La estrategia de prensa funcionó a la perfección. No podíamos ni estornudar sin que nos hiciesen fotografías. Dominamos los cotilleos de famosos durante seis meses, y la gira de Ford fue un éxito arrollador. April estuvo en primera fila de más desfiles de moda de los que yo siquiera conocía y firmó un importante contrato de dos años como modelo con una empresa de renombre.

      Todo iba genial hasta el final de mi gira. Lo que ni yo ni el resto vimos fue que, si juntabas a dos adolescentes y les decías que fingieran estar enamorados, algo pasaría. Y algo pasó. ¿Cuál fue el único problema? Que April pensaba que ese algo seguiría pasando una vez finalizada la gira. Cuando le dije que no, se enfadó, y contaba con una gran plataforma para contarle al mundo exactamente cómo se sentía.

      —Esto no será como lo de April —me asegura Jim—. Queremos atraer a esas chicas que sueñan con caminar por la alfombra roja pero piensan que están fuera de su alcance. No queremos a una modelo o a una estrella. Queremos que tus seguidores crean que eres «alcanzable».

      En contra de mi buen juicio, pregunto:

      —¿Y cómo lo haríamos?

      —Buscamos a una chica normal. Empieza a mandarte mensajes en tus cuentas de redes sociales. Tontea contigo por internet y, mientras, la gente os ve interactuar. Después la invitas a un concierto. Os conocéis, os enamoráis y ¡bum! De vuelta al estatus de rompecorazones serio.

      —Mis fans odiaban a April —le recuerdo.

      —Algunas sí, pero había millones que la adoraban. Muchos millones más de fans te querrán si te enamoras de una chica normal, porque cada una de esas chicas pensará que es su suplente.

      Aprieto la mandíbula.

      —No.

      Si Jim idease una forma de torturarme sería esta, porque odio las redes sociales. Mis primeros pasos fueron fotografiados y vendidos al mejor postor. Mi madre afirmó después que era para la beneficencia. El público ya ve mucho de mí y quiero mantener partes de mi vida en privado, por eso le pago una fortuna a un par de personas para que no salgan a la luz cosas como esas.

      —Si lo haces… —Jim se detiene para llamar mi atención—… King producirá tu disco.

      Giro la cabeza tan rápido que Jim pega un bote de la sorpresa.

      —¿En serio?

      Donovan King es el mejor productor musical del país. Ha trabajado con todo tipo de música, desde el rap o la música country hasta discos de rock, y ha convertido a artistas en leyendas. Una vez leí una entrevista en la que decía que nunca trabajaría con una estrella del pop y su música comercial y sin alma, por mucho dinero que le pagasen.

      Trabajar con King es uno de mis sueños, pero ha rechazado cada propuesta que he hecho.

      Si no le interesó producir Ford, ¿por qué este último disco sí? ¿Por qué ahora?

      Jim sonríe. Bueno, tanto como su cara artificial se lo permite.

      —Sí. Dijo que si ibas en serio, le interesaría, pero necesita poder confiar en ti.

      —¿Y una novia hará que confíe en mí? —pregunto, incrédulo.

      —Una novia no. Es lo que significa salir con una chica normal, que no es famosa. Demostraría que eres un tío centrado, que haces música porque te gusta, no por el dinero ni la fama.

      —Soy un tío centrado —protesto.

      Jim responde con un bufido. Señala con el pulgar las puertas correderas detrás de nosotros.

      —Dime una cosa, ¿cómo se llama la chica que está ahí dormida?

      Intento no encogerme.

      —No… no lo sé —murmuro.

      —Eso pensaba. —Frunce el ceño—. ¿Quieres saber qué estaba haciendo Nicky Novak anoche cuando lo fotografiaron?

      Me daba vueltas la cabeza.

      —¿Qué demonios tiene que ver Novak con todo esto?

      Nicky Novak es una estrella del pop de dieciséis años que no conozco. Su boyband acaba de lanzar su primer disco y, por lo visto, encabeza las listas de reproducciones. El grupo desafía a 1D.

      —Pregúntame qué estaba haciendo Novak —insiste Jim.

      —Vale, como quieras. ¿Qué estaba haciendo Novak?

      —Jugar a los bolos. —Mi agente se cruza de brazos—. Lo fotografiaron en una cita en la bolera con su novia, una chica con la que sale desde primaria.

      —Bueno, me alegro por él. —Vuelvo a poner los ojos en blanco—. ¿Quieres que vaya a la bolera entonces? ¿Crees que eso convencerá a King para trabajar conmigo? ¿Hacer rodar varias bolas sucias?

      Me resulta difícil hablar sin ser sarcástico.

      —Te acabo de decir lo que quiero —gruñe Jim—. Si quieres que King produzca tu disco, necesitas mostrarle que eres serio, que estás listo para dejar de montar fiestas con chicas cuyos nombres no conoces y sentar la cabeza con alguien que te centre.

      —Se lo podría decir.

      —Necesita pruebas.

      Vuelvo a fijar la vista en el océano y permanezco así durante un rato, observando cómo las olas rompen en la playa. El disco en el que he trabajado durante dos años… no, en el que he intentado trabajar sin éxito, parece estar de repente a mi alcance. Un productor como King podría ayudarme a superar este bloqueo creativo que tengo para componer la música que siempre he querido.

      ¿Y,