del remedio
Los remedios homeopáticos son de tres tipos:
1) Venenos de animales e insectos6
2) Jugos vegetales
3) Sustancias inorgánicas y sus sales
Tomemos el primero. Los venenos de animales e insectos consisten prácticamente en sustancias tóxicas que derivan de la proteína, generalmente separada en sus derivados más altos. Son albumosas y proteosas. Hoy sabemos que tales substancias son extremadamente parecidas o idénticas a las toxinas de las bacterias. Sería químicamente imposible distinguir entre el veneno proteoso de la serpiente y la toxina de la difteria. Estos venenos pueden dar cuenta de la anafilaxis, y cuando se los administra adecuadamente pueden causar la muerte más rápidamente que la estricnina o el ácido prúsico. Observamos entonces que esta clase de remedios es extraordinariamente cercana o idéntica a las toxinas de las bacterias.
La segunda clase corresponde a los jugos vegetales. Aquí también debemos hacer una reflexión. Las bacterias son proteínas por naturaleza, además de proteínas vegetales, de modo que nuevamente debe haber una relación estrecha entre los jugos vegetales y las vacunas. No es inconcebible que el remedio de un caso particular pueda ser la droga que más estrechamente corresponde a la toxina causante de la enfermedad y, en cierta manera, neutraliza el veneno o estimula el cuerpo para superar sus efectos. El tercer grupo es más difícil de distribuir o clasificar.
Mientras que varios elementos –como el sodio, el potasio, el carbono, etc.– están representados en la proteína bacteriana, hay otros como el zinc o el plomo que nunca entran en la composición de las vacunas. Incluso aquí la discrepancia puede no ser tanta como parece a simple vista, porque elementos, tales como el fósforo presente en la proteína, puede representar a su grupo, incluyendo el arsénico y el antimonio. Por tanto, con excepción de la relativamente pequeña cantidad incluida en el grupo 3, se percibe de inmediato un parecido incluso en los compuestos de los remedios y las vacunas.
La dosis
Se ha probado que las vacunas tienen un efecto beneficioso cuando son potenciadas;7 esto se aplica no sólo a vacunas autógenas que se preparan para casos especiales, sino también para remedios concentrados (stock remedies) tales como el influenzinum, el medorrhinum, la tuberculina, etc. Así como éstas son usadas en tamaño de dosis homeopáticas, del mismo modo las vacunas pueden efectuar la cura en tales dosis similares. En las vacunas administradas en la forma usual por jeringa hipodérmica la dosis es mayor, pero incluso en estos casos la cantidad total es muy pequeña. Por ejemplo, el peso total del colibacilo, dado usualmente como una dosis inicial, seria alrededor de 1/200.000 mgm, que correspondería aproximadamente a la potencia 7 u 8x del arsénico. Nuevamente, por el método de preparación de vacunas es imposible evitar potenciarlas hasta un cierto punto, y, como acabo de decir, hasta alrededor de 7 u 8x,8 de manera que la potenciación juega un cierto papel. Se observa otra semejanza en que la dosis perfecta varía enormemente en los distintos casos. Un caso de septicemia, por ejemplo, puede reaccionar perfectamente a una dosis de 5 milésimas o 10 milésimas de estreptococos, otro caso similar en otros aspectos, requiriendo 20, 30 milésimas o más. También en enfermedades crónicas los pacientes reaccionan marcadamente a 1 milésima de sus organismos intestinales, incluso de manera notable, otros necesitaron 10 o 20 milésimas para dar igual respuesta.
Homeopática o isopática
Todavía queda por resolver a cuál de las vacunas referidas anteriormente pertenece.
1) De ninguna manera son ciertamente isopáticas9 porque en su preparación perdieron ciertas características de su estado original; los organismos son incapaces de reproducirse o de reproducir toxinas, etcétera.
2) Los organismos en una vacuna están tan cambiados que son incapaces de producir la enfermedad que causaban originalmente, aunque como remedios homeopáticos provocar ciertos síntomas. No importa cuánta vacuna tifoidea se le administre a un individuo, ello no ocasionaría la enfermedad, aunque podría ocasionar dolor de cabeza, dolor de espaldas y temperatura a partir de una dosis relativamente pequeña.
3) Nuevamente, los organismos muy estrechamente aliados al germen causante de una enfermedad particular pueden ser beneficiosos cuando son usados como vacuna. De esta manera, cualquier variedad del gran número de estreptococos es beneficiosa en una infección producida con un estreptococo específico. Tanto, que el stock de cepas casi siempre se usa en casos graves, aunque las diferentes variedades tienen caracteres diferentes, como puede mostrarse en su tamaño, forma y su fermentación cuando se probaron en azúcares diferentes. Nuevamente, la inmunización con organismos tifoideos produce una cierta resistencia a la paratifoidea y otros bacilos estrechamente afines, y la sangre de los pacientes, que han tenido tifoidea o que han sido inoculados contra ella, aglutinará los sueros de los bacilos de la disentería o paratifoidea.
La necesidad del remedio semejante
En la terapia de vacunas, como en la homeopatía, el remedio debe ser semejante.10 Sería inútil usar un estreptococo para curar una tifoidea, o un estafilococo para la disentería; la vacuna debe contener gérmenes idénticos o muy estrechamente ligados al organismo causante.
El resultado de una dosis
Aquí vemos la más sorprendente analogía entre los grupos de remedios.
1) La reacción a una dosis es enormemente mayor en pacientes susceptibles que en pacientes no susceptibles. Si una dosis medicinal potenciada de sepia se administra a un individuo normal, no sucede prácticamente nada, pero en un paciente que sufre de síntomas de sepia (sepsis) la misma dosis tendrá una influencia profunda. En el caso de las vacunas, un individuo normal puede tolerar una dosis de 100 milésimas de estreptococos con poca o ninguna molestia; pero si a un paciente que sufre de neumonía estreptococica se le administrara una dosis similar, tendría una reacción violenta, que en muchos casos sería fatal. En la tifoidea, 500 o 1.000 milésimas de bacilos se administran al individuo normal como dosis preventiva, pero al tratar a un paciente con la enfermedad, se usaría una centésima o una milésima.11
2) En la enfermedad también se sostiene nuestra comparación. Los resultados de una dosis de vacuna son: si la dosis es muy pequeña no sucede nada, o una leve mejoría; si la dosis es perfecta, la mejoría es completa; si es levemente grande, se manifiesta un pequeño agravamiento y después una mejoría; si es muy grande, el agravamiento continúa. Si un centenar de casos de neumonía recibieran una primera dosis de vacuna en la forma habitual, en algunos la temperatura bajaría a lo normal en seis u ocho horas, la dosis perfecta para esos casos; en otros habría un leve aumento y luego disminuiría; en algunos sólo un pequeño descenso en la temperatura y en otros no se manifestarían cambios.
En la terapia de vacunas sabemos que cualquiera de las secuencias anteriores depende del tamaño de la dosis, y todo lo que debemos hacer es encontrar la cantidad perfecta; no hay duda del remedio equivocado cuando la vacuna se prepara a partir del paciente o se ha identificado el organismo. Cualquiera de esos resultados puede seguir a una dosis homeopática. En las vacunas tenemos una importante señal que ayuda materialmente a juzgar la exactitud de una dosis; concretamente, la reacción local, que es la hiperemia que se produce en el lugar de la inoculación, y que si es perfecta es más o menos del tamaño de una moneda de media corona. Habitualmente, una reacción local menor que ésta significa una sobredosis; si es mayor, lo inverso. Esta reacción local también sirve para determinar el tiempo de espera para repetir la dosis, porque siempre y cuando la reacción local continúe siendo visible puede darse por sentado que la dosis todavía está funcionando. En casos agudos cualquier aumento de temperatura se asociará con la desaparición de la hiperemia local.
Una de las mayores dificultades en las vacunas es estimar la dosis inicial, porque la medida necesaria para dar el resultado perfecto varía ampliamente según los casos. Por lo tanto, siempre es sabio administrar una dosis que provoque poco efecto, a fin de evitar cualquier reacción severa, ya que no conocemos ningún antídoto. Siempre es más fácil repetir una dosis