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Benito Pérez Galdós
La Fontana de Oro
e-artnow, 2020
Contacto: [email protected]
EAN: 4064066058463
Índice
Capítulo I. La Carrera de San Jerónimo en 1821
Capítulo II. El club patriótico
Capítulo III. Un lance patriótico y sus consecuencias
Capítulo V. La compañera de Coletilla
Capítulo VI. El sobrino de Coletilla
Capítulo IX. Los primeros pasos
Capítulo X. La primera batalla
Capítulo XI. La tragedia de los Gracos
Capítulo XII. La batalla de Platerías
Capítulo XIII. No llega el esperado. Llegada de un importuno
Capítulo XIV. La determinación
Capítulo XVI. El siglo decimoctavo
Capítulo XVII. El sueño del liberal
Capítulo XVIII. Diálogo entre ayer y hoy
Capítulo XXII. El «vía-crucis» de Lázaro
Capítulo XXIII. La Inquisición
Capítulo XXV. Virgo Prudentísima
Capítulo XXVI. Los disidentes de la Fontana
Capítulo XXIX. Las horas fatales
Capítulo XXXI. La reunión misteriosa
Capítulo XXXIII. Las arpías se ponen tristes
Capítulo XXXIV. El complot.- Triunfo de Lázaro
Capítulo XXXV. El bonete del Nuncio
Capítulo XXXVII. El «via-crucis» de Clara
Capítulo XXXVIII. Continuación del «via-crucis»
Capítulo XXXIX. Un momento de calma
Capítulo XLI. Fernando el Deseado
Prólogo
Los hechos históricos o novelescos contados en este libro, se refieren a uno de los períodos de turbación política y social más graves e interesantes en la gran época de reorganización, que principió en 1812 y no parece próxima a terminar todavía. Mucho después de escrito este libro, pues sólo sus últimas páginas son posteriores a la Revolución de Septiembre, me ha parecido de alguna oportunidad en los días que atravesamos, por la relación que pudiera encontrarse entre muchos sucesos aquí referidos y algo de lo que aquí pasa; relación nacida, sin duda, de la semejanza que la crisis actual tiene con el memorable período de 1820-23. Esta es la principal de las razones que me han inducido a publicarlo.
B. P. G.
Diciembre de 1870.
Capítulo I
La Carrera de San Jerónimo en 1821
Durante los seis inolvidables años que mediaron entre 1814 y 1820, la villa de Madrid presenció muchos festejos oficiales con motivo de ciertos sucesos declarados faustos en la Gaceta de entonces. Se alzaban arcos de triunfo, se tendían colgaduras de damasco, salían a la calle las comunidades y cofradías con sus pendones al frente, y en todas las esquinas se ponían escudos y tarjetones, donde el poeta Arriaza estampaba sus pobres versos de circunstancias. En aquellas fiestas,