G. Gregory Haff

Principios del entrenamiento de la fuerza y del acondicionamiento físico NSCA (Color)


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superiores de testosterona libre a las de hombres mayores (de 62 años) después de una sesión de ejercicio. Esto quizá manifieste un mayor potencial biológico de que la testosterona interactúe con los tejidos de destino de los hombres más jóvenes. La llamada hipótesis de la hormona libre postula que es solo esta la que interactúa con los tejidos de destino. No obstante, la hormona ligada podría influir significativamente en el índice de liberación de la hormona en un tejido destinatario, como el músculo, y tal vez resulte ser una ventaja de los hombres jóvenes sobre los mayores tras una sesión de entrenamiento (34). Es decir, los hombres jóvenes presentan más valores absolutos de testosterona total y, en consecuencia, más testosterona libre que los hombres mayores en un valor porcentual del total.

      El papel, regulación e interacción de las proteínas de unión y sus interacciones con células también presentan posibilidades interesantes para la mejora de la fuerza, especialmente en las mujeres, cuya cantidad total de testosterona es muy baja en comparación con la de los hombres. La estimulación del crecimiento de las células musculares mantiene más tiempo la testosterona en estado de ligazón. De hecho, la misma proteína transportadora actúa como una hormona con actividad biológica (159). El papel biológico de distintas proteínas transportadoras parece ser un factor importante en las interacciones con los tejidos (71, 72, 75, 159). Estudios de Kvorning (130, 131) han demostrado que en el caso de hombres jóvenes, la testosterona tiene un rol importante en las respuestas anabólicas al entrenamiento resistido. Cuando se administró bloqueadores de la hormona luteinizante a los sujetos del estudio, lo cual se tradujo en concentraciones muy bajas de testosterona aunque sin afectar a otros sistemas de transmisión anabólicos, el aumento de la fuerza muscular y de la masa de tejido muscular magro se redujo en comparación con el de hombres con un funcionamiento normal y concentraciones normales de testosterona. Estos estudios clásicos demostraron la importancia de la testosterona endógena en los mecanismos adaptativos para las adaptaciones al entrenamiento resistido.

       Respuestas de la testosterona en las mujeres

      La testosterona es la principal hormona sexual masculina. Las mujeres tienen unas concentraciones de testosterona circulante de 15 a 20 veces menores que las de los hombres. La mayoría de los estudios no han demostrado en las mujeres un incremento agudo de la testosterona después de una sesión de ejercicio resistido; los datos revelan que, aunque ocurran esos incrementos, son relativamente pequeños (26, 38, 76, 81, 114, 190) y a veces se observan solo en el caso de la testosterona libre (188). Sin embargo, en las mujeres jóvenes se ha advertido un incremento, pequeño pero significativo, de la testosterona sérica en respuesta a seis series de sentadillas de 10RM (144). Además, Vingren (188) observó incrementos agudos en la concentración de testosterona libre en hombres y mujeres entrenados y como respuesta a un protocolo de ejercicio resistido con grandes cargas, si bien las concentraciones en las mujeres fueron mucho menores que en los hombres. La concentración de testosterona varía sustancialmente entre una mujer y otra, dado que algunas mujeres secretan mayores concentraciones de andrógenos suprarrenales. En un informe se observaron cambios en las concentraciones basales de testosterona en las mujeres que practicaban ejercicio regular en comparación con controles inactivas (26). Sin embargo, otros estudios no han mostrado cambios en las concentraciones séricas de testosterona con el entrenamiento (38, 76, 81, 114, 190). No obstante, una vez más, el uso de testosterona mediante la regulación creciente de los receptores de andrógenos en el músculo esquelético, de forma rápida y en cuestión de una hora, revela la gran sensibilidad que las mujeres tienen a los incrementos de la testosterona, así como la importancia de su empleo (188).

       Adaptaciones de la testosterona al entrenamiento

      Todavía estamos aprendiendo sobre las respuestas de la testosterona al entrenamiento resistido (73, 119, 173, 188, 191). Lo importante es que se ha de ser consciente de que la testosterona aumenta como respuesta a las exigencias de los protocolos de ejercicio; los receptores incrementan la capacidad de unión para usar el elevado nivel de testosterona, o bien no lo hacen debido a que no necesitan esa señal para aumentar el metabolismo relacionado con el músculo. Tal vez esto ocurra porque otros receptores en otros tejidos de destino (p. ej., neuronas, células satélite) resultan más afectados en ciertos momentos del entrenamiento dependiendo de la ventana de adaptación disponible en los tejidos destinatarios. Por eso, esperar incrementos en las concentraciones basales tal vez sea un concepto obsoleto; sin embargo, se puede concebir un incremento en las concentraciones inducidas por el ejercicio debido a una mejora de la capacidad funcional y de la capacidad para hacer más trabajo en un protocolo de ejercicio. Parece ser que el tiempo dedicado y la experiencia del entrenamiento pueden ser factores muy importantes para modificar las concentraciones basal e inducida por el ejercicio de esta hormona. Sin embargo, tal vez cambie su papel en el músculo esquelético, dado que se alcanzan incrementos en los límites superiores del tamaño de las células musculares. En hombres adultos, se han observado incrementos agudos en la testosterona si el estímulo del ejercicio es correcto (es decir, series múltiples, 5-10RM, adecuado uso de la masa muscular). En un estudio clásico, Häkkinen (73) demostró que, en el curso de dos años de entrenamiento, incluso en halterófilos de elite, ocurren pequeños incrementos en las concentraciones basales de la testosterona sérica, a la par con incrementos de la hormona folicular y la hormona luteinizante, las cuales intervienen en la regulación de la producción de testosterona y se liberan y secretan de la adenohipófisis en respuesta a las señales del encéfalo a través del hipotálamo. La testosterona podría cumplir un papel en el desarrollo del sistema nervioso en el entrenamiento a largo plazo, aumentando las adaptaciones neuronales que se producen para incrementar la fuerza de atletas de fuerza y potencia muy entrenados (75, 76). Además, algunos estudios han demostrado una mayor adaptación al entrenamiento resistido cuando las sesiones del programa de entrenamiento indujeron una elevación aguda de las concentraciones de testosterona (78, 158).

      Los estudios de investigación sobre el efecto del ejercicio resistido y el entrenamiento sobre el receptor de andrógenos (el receptor de la testosterona) son limitados; sin embargo, recientemente se han publicado varios estudios destacando el interés actual por este tema (126, 156, 187, 188, 192). Los hallazgos varían, mostrando tanto incrementos como disminuciones en el contenido de receptores de andrógenos; sin embargo, estas diferencias podrían tener su origen en variaciones de los protocolos de ejercicio, así como en el momento elegido para el muestreo de tejido. A pesar de la variedad de hallazgos, parece que el ejercicio resistido y el entrenamiento terminan incrementando el contenido muscular de receptores de andrógenos. Con el aumento de la capacidad transportadora de los receptores de andrógenos, mejora el uso de la testosterona. Además, las ingestas nutricionales antes de un entrenamiento pueden afectar al incrementar el contenido en andrógenos del tejido muscular, y por ello parece importante ingerir proteínas y algunos hidratos de carbono antes de una sesión de ejercicio (126).

       Hormona del crecimiento

      Reina mucha confusión sobre la hormona del crecimiento (GH) y sobre cuál es su papel en el cuerpo humano. En los últimos años, la GH ha adquirido una nueva complejidad en los campos del ejercicio y la medicina. La principal hormona de la maquinaria de reparación del ADN es el polipéptido aminoácido de 191 nucleótidos (monómero con un peso molecular de 22 kDa) que se produce en el somatótrofo de la adenohipófisis, en dos tipos de somatótrofos, la banda 1 (que contiene formas de bajo peso molecular, p. ej., 22 kDa) y la banda 2 (que contiene formas de alto peso molecular, como los agregados). Debido a los avances de los radioinmunoanálisis en las décadas de 1960 y 1970, la 22 kDa ha sido la principal forma que ha sido evaluada en la sangre; esto nos ha dejado a ciegas hasta años recientes sobre lo que pasa con las otras grandes concentraciones de formas de agregado. Ahora está claro que el mundo endocrinológico de la hormona del crecimiento hipofisaria es mucho más complejo de lo que antes se creía cuando solo se había investigado la variante 22 kDa. La sangre está llena de variantes de corte y empalme de GH y, lo más importante, sus muchos agregados (es decir, múltiples enlaces de disulfuro que unen entre sí monómeros de GH) en combinaciones de distinto peso molecular. Asimismo, vuelve más complejo el escenario la presencia de dos tipos de proteínas de unión a GH que crean compuestos de alto peso molecular (p. ej., monómero de GH unido a una proteína transportadora). En la actualidad, los científicos están empezando a desentrañar