Meg-John Barker

Reinventa las reglas


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amistades y criticar a un colega que me irrita. De camino a casa me doy cuenta de que me he pasado la última hora repasando qué podría decirle a una amistad para que se arrastre pidiendo perdón, después de no haber aparecido el fin de semana.

      Esta actitud tan crítica resulta muy tentadora pues nos calma a corto plazo. Cuando nos fijamos en las carencias de otras personas, no tenemos que pensar en los defectos que tememos tener. Reforzamos nuestra confianza pensando en lo mal que lo está haciendo todo el mundo. Podemos incluso llegar a encontrar maneras de convertir nuestros problemas en algo que es su culpa. Eso entraña el peligro de que tratemos mal a otras personas cuando nos ponemos como una furia y de que adoptemos aires de superioridad. Todo lo positivo que obtengamos de eso durará poco ya que, en lugar de sentirnos mejor, a menudo terminamos con más estrés y enmarañándonos más que cuando empezamos. También perdemos la sensación de tener el apoyo y la conexión con otras personas al habernos hecho tan conscientes de lo defectuosas que son.

      En ese momento podríamos oscilar nuestro péndulo al otro extremo y volver a la fragilidad con otras personas: deseando su aprobación con semejante desesperación —para mostrarnos que no tenemos defectos— que nos abrimos a todo el mundo, independientemente de lo bien o mal que conectemos con esas personas o de si es una relación positiva o no. En ese momento no tenemos protección frente los comentarios crueles o desconsiderados, y podemos sentir que nos superan tanto las demandas de todas esas personas que son parte de nuestra vida como la posibilidad de que nos vean de forma negativa. Aunque nos abrimos a otras personas cuando somos así, en realidad no las estamos viendo en absoluto, porque nos preocupa más cómo nos están viendo ellas.

      Valorar a las personas de formas diferentes

      Esto pone el foco en un tema al que volveremos muchas veces a lo largo de este libro: la forma en que tendemos a valorar a la gente, incluyendo nuestro propio yo, de distintas maneras. Cuando tratamos con dureza a otras personas, actuamos como si fuéramos más importantes que ellas. Cuando las tratamos con fragilidad, actuamos como si ellas fueran más importantes. Parece que nos cuesta vernos como alguien con el mismo valor que el resto de las personas de nuestras vidas.

      Por ahora, pensemos si existen reglas alternativas para relacionarnos con nuestro propio yo que sean menos dolorosas que las que he comentado.

      Si echamos una ojeada a la lista de reglas con las que comenzamos, podemos ver que esa forma de tratarnos con dureza y fragilidad se basa en la idea de que somos un yo inmutable, un único yo. Para que pueda aplicarse el péndulo, tiene que existir un yo que pueda supervisarlo, juzgar comparando con el resto, perfeccionar (dureza) o rendirse y descuidarse (fragilidad). Como dije al principio, la idea de que eres un único yo que no cambia con el tiempo puede parecer tan obvia que cuestionarla suene raro.

      De todos modos, la creencia en un yo único y permanente ha sido cuestionada de dos formas importantes que nos muestran una manera alternativa —más bondadosa— de relacionarnos con nuestro yo y con otras personas. Es la idea de que somos:

      • Plurales, más que singulares.

      • Personas en construcción permanente, más que estáticas.

      Vamos a analizarlas una a una con un par de ejercicios.

      Somos plurales, no singulares

      Antes de adentrarnos más en este asunto, vamos a explorar nuestro sentido del yo en las relaciones.

Haz la pruebaYoes plurales

      Escribe el nombre de cinco personas importantes en tu vida en las casillas de la hilera superior. Por ejemplo: un miembro de tu familia, una antigua amistad, colegas de trabajo, alguien que conoces de internet, alguien con quien convives. Bajo cada persona anota una x si sueles comportarte con esa persona de la manera descrita a la izquierda de la tabla. Anota una o si sueles comportarte de la forma descrita a la derecha de la tabla. Déjala en blanco si no encaja ninguna de las dos opciones.

      Así, en la fila de ejemplo que he completado, me comportaría de forma extrovertida con la persona 1 y 2, con timidez con la persona 3 y 5, y ninguno de los términos encajaría con cómo soy con la persona 4. Si lo prefieres, no dudes en tachar esos ejemplos y escribir otros.

Me comporto de forma...Persona 1Persona 2Persona 3Persona 4Persona 5
...extrovertidaXXOO...tímida
...divertida...seria
...protectora...que me protejan
...que dejo que tomen el control...que tomo el control
...paciente...impaciente
...emocional...impasible
...responsable...libre
...auténtica, puedo ser yoNo puedo ser realmente yo

      Fig. 2.3. Yoes Plurales.

      Cuando hayas completado la tabla, reflexiona sobre los patrones de las x y las o. ¿Eres el mismo yo en cada relación?

      Trevor y sus colegas tenían un particular interés en comparar cómo vivía la gente sus relaciones cuando podía ser «realmente ella misma»: quienes pusieron una x en la última fila. Y descubrió que esta