a su habitación, cerrando la puerta de roble detrás de ella.
"¡Caitlin, Caitlin por favor!", se escuchaba la voz apagada del otro lado de su puerta.
Caitlin se volvió y cerró la puerta.
"¡Vete!", gritó. "¡Regresa con tu esposa!"
Después de algunos segundos, por fin sintió que él se había ido.
Ahora estaba sólo ella. Sólo el silencio. Caitlin se sentó en el borde de la cama en su pequeña habitación, puso su cabeza entre las manos y lloró. Sollozaba y sollozaba con gritos desgarradores. Sentía que todo lo que tenía de pronto se lo habían quitado.
Escuchó un gemido y sintió un pelaje suave contra su rostro, y miró hacia abajo para ver a Rose, frotando su cara contra la suya. Rose lamió las mejillas de Caitlin tratando de lamer sus lágrimas.
Le ayudaba a Caitlin para despejarse. Se agachó y acarició el rostro de Rose, tocando su pelaje. Rose saltó al regazo de Caitlin, todavía era pequeña para hacerlo, y Caitlin la abrazó.
"Todavía tengo a ti, Rose" dijo Caitlin. " Tú no me dejarás, ¿verdad?"
Rose se echó hacia atrás y le lamió la cara.
Pero era demasiado el dolor. Caitlin no podía permitirse el lujo de sentarse en ese cuarto un segundo más. Sentía como si estuviera a punto de estallar a través de las paredes.
Miró la enorme ventana, vio el cielo acogedor de la noche y, sin vacilar, bajó a Rose, saltó de la cama, dio dos zancadas y saltó hacia afuera.
Sabía que sus alas brotarían y la llevarían lejos. Pero una parte de ella deseaba que no lo hicieran - deseaba que fallaran y la hicieran caer en picada directamente sobre la tierra.
SIETE
Samantha estaba encademada. Varios vampiros la agarraban con firmeza de los brazos mientras la arrastraban a través de la gran sala. La habitación se había convertido en un matadero. Por donde viera, había miles y miles de cadáveres de vampiros; sus ex -compañeros de cofradía -su sangre formaba charcos por todo el piso- cortados en pedazos por Kyle y su maldita espada. Esa espada tenía un poder mayor al que había imaginado.
Sin embargo, en medio de esta carnicería, varios cientos de vampiros permanecían vivos. Ahora eran parte de la gente de Kyle. Y a cada momento, docenas más entraban por las puertas abiertas. De hecho, la corriente de vampiros ávidos de declarar su lealtad a Kyle parecía no tener fin. Era evidente que ahora se trataba de su cofradía. Con Rexius muerto, no quedaba nadie más a quien declararle lealtad. Y Kyle se lo había ganado. Se las había arreglado para acabar con todos los vampiros que lo habían traicionado.
Había cientos de vampiros que lo habían ayudado en la batalla contra Rexius. Algunos eran verdaderamente leales a Kyle, mientras que otros eran simplemente oportunistas. A otros simplemente les disgustaba Rexius y habían estado esperando su oportunidad. Llegaban vampiros de cofradías de toda la ciudad. La noticia se difundió rápidamente en el mundo de los vampiros y todos querían ser parte de la próxima guerra. Cualesquiera que fueran sus razones, ahora eran parte del ejército de Kyle.
Ahora que Kyle era el líder, ahora que la Espada estaba en su poder, era claro que pronto habría una gran guerra, una guerra como ninguna otra que la raza de los vampiros hubiera librado. Kyle era despiadado y estaba sediento de sangre y ni siquiera esta carnicería lo había satisfecho. Estaba resentido y no lo podía evitar. Todos los vampiros que no se habían apresurado a jurarle lealtad pagarían por ello. Además de todos los inocentes seres humanos. Sus vendettas se extendían interminablemente, Samantha lo sabía, y la ciudad de Nueva York pronto sería su juguete.
Arrastraron a Samantha bruscamente a través de todo el caos hasta el centro del cuarto.
Kyle estaba ahora sentado en el trono de Rexius, saboreando su poder; una sonrisa maligna se extendió por su rostro cuando, desde todas las direcciones, los vampiros se inclinaron ante él.
De pie a un lado de Kyle, Sergei golpeó su bastón de metal en el piso, tres veces.
El cuarto entero con miles de vampiros se alineó en perfecto orden. Todos levantaron sus puños y gritaron : "¡Dios te salve, Kyle!"
Samantha estaba asombrada. Era una increíble demostración de fuerza y lealtad. Nunca había presenciado una manifestación de obediencia así. Kyle tenía magnetismo. Ya era un tirano.
Pero Kyle no parecía interesado en sus soldados. En cambio, tenía sus ojos fijos en Samantha. Todos en la habitación parecían notar su interés por ella, y el rumor se calmó para presenciar el intercambio.
"Entonces," le dijo Kyle. "Me ganaste la Espada. Pero tal como puedes ver, yo soy quien la esgrimo."
"Por ahora," le sorrajó Samantha .
Dejemos que lo crea, ella pensó. Porque en verdad, estaba segura que un día ya no le pertenecería. Quien estaba destinado a empuñar la espada lo haría y, en el fondo, ella sabía que no era él.
Kyle alzó sus cejas.
"¿Sabes por qué te he mantenido con vida todo este tiempo", él le preguntó.
Samantha le devolvió una mirada desafiante. No tenía ningún interés en entablar un diálogo con él. No quería saber nada de este nueva cofradía. Quería irse para estar lo más lejos posible de este lugar. Tan solo quería llevarse a Sam y partir. Si él se los permitía.
Pero Sam no estaba a la vista. Los soldados de Kyle lo habían capturado y ella no lo había visto desde entonces. Samantha necesitaba mantener la calma hasta que pudiera averiguar dónde estaba. Necesitaba comprar tiempo, declarar su lealtad a él si era necesario, hasta que ella y Sam pudieran escapar.
"Todavía no sé por qué Rexius te envió a ti a recuperar la espada y no a mí. Como ya todos sabemos, soy un mejor guerrero. Pero tengo que admitir que tienes algunas habilidades", dijo.
"Pero esa no es toda la razón por lo que te he mantenido con vida. Rexius había planeado castigarte. Por eso, supongo, ya no tienes ningún motivo para seguirle siendo leal. Se avecina una guerra y necesito guerreros fuertes como tú. Si te sientes lista para jurarme lealtad, consideraré la posibilidad de mantenerte con vida."
Samantha pensó. No tenía problema con jurarle lealtad porque sabía que muy pronto dejaría todo esto. Pero, primero. necesitaba saber qué habían hecho con Sam.
" ¿Qué hicieron con el chico? " preguntó. "¿Dónde está?"
Kyle sonrió.
"Ah, cierto, el chico. Llegamos al corazón de lo que quiero hablar. No entiendo por qué te has encariñado tanto con este humano, violando nuestras reglas. Ya sabes que podría matarte sólo por eso. Pero lo encuentro muy interesante y, de hecho, es una de las razones por las que te estoy dejando vivir.
"Mira, Samantha, necesitas ser castigada. Cualquier vampiro que en algún momento fue fiel a Rexius y no a mí, tiene que ser castigado. Es parte del proceso de iniciación a mi nuevo Ejército. Aprenderás a obedecerme, obedecerme solo a mí.
"En tu caso, encontré la solución perfecta: un acto que servirá tanto para poner a prueba tu lealtad hacia mí como para castigarte. Mis hombres te llevarán con el muchacho, lo traerás de regreso aquí y, delante de todos, lo matarás."
El corazón de Samantha se desmoronó ante la idea. Eso era algo que nunca, nunca podría hacer. Se quitaría antes su vida para no quitar la de Sam. Como de costumbre, Kyle estaba delirando. Y era cruel. Sí, era el sucesor apropiado de Rexius.
"Me voy a divertir observándote mientras le quitas la vida", dijo Kyle, sonriendo con solo pensar en ello. "Como ves, considero que este chico es una carga. Viene de la misma hebra que su hermana y, por lo que sé, tienen una inmunidad que nos podrían hacer daño. No confío en ninguno de ellos. Por no mencionar que es un humano."
Kyle estudió el rostro de Samantha detenidamente.
"Si