hago monje, me hago eunuco,
me hago pasar por trabuco,
salgo a la calle en calzones.
Lo que pidan, yo lo hago:
Me corto el rostro, las manos,
me entrego como cristiano
en las fauces del león,
me conchabo de peón
en un restaurant coreano.
GABRIEL: ¡A la flauta, qué momento!
MARCO ANTONIO: Me parece que el señor
ha demostrado un fervor
digno de un mártir, de un santo.
GABRIEL: Se ve que la quiere tanto que sacrifica su amor.
MARCO ANTONIO: Ha puesto sobre la mesa la verdadera verdad,
GABRIEL: Y nos obliga a fallar
sin fallas, qué paradoja.
MARCO ANTONIO: Cuando la fruta está roja
es hora de cosechar.
GABRIEL: Ordenemos las ideas:
Estaba en juego la vida
de una persona querida,
y el señor, sin meditar,
ofrecióse en un altar
como un sacrificio druida.
MARCO ANTONIO: La señora, por su parte,
la reclama para sí
con inusual frenesí,
para dividirla en postas
como el islero en la costa
que fríe un rico patí.
GABRIEL: La decisión salomónica
ya la enseñó Salomón.
MARCO ANTONIO: Es decir, el colofón
de esta terrible querella
será: ¡Nada para ella!
(al Guapo) Y para usted, el minón.
(Gran conmoción, los tres hombres festejan.)
GORDA: ¡No pueden ser tan injustos!
El fallo es improcedente,
discriminan a la gente
por el peso corporal,
y premian a este animal
GABRIEL: ¡Que la señora se siente!
GORDA: Yo me siento, sí señor,
me siento muy defraudada.
Me estafaron por confiada,
y ya no me importa un corno,
está muy claro el soborno.
¡La sentencia fue comprada!
GABRIEL: No le puedo permitir
que deslice esa sospecha.
GORDA: ¡La denuncia ya está hecha!
MARCO ANTONIO: Retráctese, irreverente.
GORDA: A vos te bajo los dientes
GUAPO: ¡Cuidado el cross de derecha!
GORDA: Yo no concibo admitir
esta terrible condena,
mi espíritu se envenena
frente a este gran contubernio.
Al guapo le dan un premio.
GUAPO: ¡Y a vos te dan una enema!
(Los tres hombres ríen grosera y exageradamente)
GUAPO: Y ya que estamos, de paso
para que el tiempo no pierda
la puedo emplear como sierva.
MARCO ANTONIO: Ahorrando todo el salario
cubre nuestros honorarios
GUAPO: ¡Y que se vaya a la mierda!
(Ríen a carcajadas. La Gorda comienza a tener espasmos, convulsiones, se agita, es una escena muy dramática.)
GORDA: Siento que voy a morir,
la injusticia me atraganta,
se me cierra la garganta,
mis ojos ya ven nublado.
Traigan un cura a mi lado
porque quiero morir santa.
GABRIEL: No hace falta un sacerdote,
yo puedo prestar mi oreja.
Si se “descárria” una oveja
yo la acerco hasta el rebaño.
Tengo en esto muchos años,
es una historia muy vieja.
GORDA: Quiero decirle al de arriba
que mis faltas fueron muchas,
que mi espíritu está en lucha
porque en grande yo he pecado.
¡No se quede ahí parado,
acérquese así me escucha!
Yo le he mentido a mi esposo.
Le he jurado amor eterno,
sin embargo, cada invierno,
le acomodé en la testuz,
como si fuera un cebú,
un hermoso par de cuernos.
Lo engañé con mil señores,
me revolqué cual culebra,
me enloquecí como cebra
que busca en el parque pasto.
Me acosté con medio Abasto
y medio Parque Saavedra.
Con los cien barrios porteños
reacomodé la osamenta,
porque no soy nada lenta
en esto de andar de farra.
Tengo de tigra las garras,
y él, de ciervo, cornamenta.
GABRIEL: Yo gestionaré el perdón
para tus culpas oscuras,
para tus locas locuras
perpetradas en el lecho.
Pon esta cruz en el pecho
y abrázala con ternura.
GUAPO: ¡Yo me opongo a esa injusticia!
Llenó mi alma de veneno,
me ha dejado como un reno
y este tipo la perdona.
MARCO ANTONIO: Sus deudas ya le condona
si es que no lo detenemos.
(Desesperado, el Guapo se lanza sobre Gabriel y lo inmoviliza tomándolo por detrás para impedir que actúe en defensa de la Gorda.)
GUAPO: ¡Clamo al poder de la noche!
¡Que el castigo sea eterno!
¡Que la maldiga el averno!
¡Que la despose el demonio!
¡Llévatela, Marco Antonio,
que se pudra en el infierno!
MARCO ANTONIO: A mi juego me llamaron.
Su alma será del de abajo,