real, donde el sujeto puede llegar al extremo de realizarlo en su propia persona.
Aquí, cabe hacer otra referencia como parte de la preocupación de Lacan por mostrar la articulación del inconsciente con el cuerpo, en 1973, en “Televisión”, plantea una orientación decisiva cuando no empuja en absoluto el afecto hacia la emoción sino que, muy por el contrario, hace una distinción bien clara de los mismos y, a la vez, empuja el afecto hacia la pasión, más precisamente a las pasiones del alma (la tristeza, el saber alegre, la felicidad, la beatitud, el tedio, y el mal humor).
Así, Lacan plantea el pasaje de la psicofisiología a la ética cuando prefiere el término tristeza al de depresión, planteando que no se trata de un estado de ánimo, sino que “es simplemente una falta moral […] un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral”. (17) Conectando más bien esta pasión a lo que se conocía en el siglo IV como la acedia. En este sentido, la misma será descripta, en los tratados de la época, como una combinación de estados: tristeza, pereza, fastidio y aburrimiento.
Es decir, Lacan recurre a esta figura, que no dista mucho de presentaciones clínicas actuales, para subrayar que se trata de la posición de goce y cuyo tratamiento es a partir del deber de bien decir o de orientarse en el inconsciente. Pero también agrega, que esta cobardía, puede ser un rechazo del inconsciente, y entonces vaya a la psicosis, “es el retorno en lo real de lo que es rechazado del lenguaje; es la excitación maníaca por la cual ese retorno se hace mortal”. (18) La manía como máxima disyunción entre lenguaje y cuerpo.
4. Conclusión: La inclusión del analista en el tratamiento.
Por lo dicho, la clínica actual toma otra posición que la de interpretación del inconsciente, sino más bien la de perturbar la defensa, válido para las neurosis de carácter.
En este sentido, diríamos con respecto a las psicosis ordinarias que se trata de un cálculo: acompañar/sostener/mantener una defensa, en tanto el sinthome es la última defensa contra lo real.
Lo resumiríamos así: ceñirse al par ordenado (S1 - a) en todas las variantes no standard de las psicosis ordinarias.
1- Lacan J., “De nuestros antecedentes”, Escritos I, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1988, p. 60.
2- Lacan, J., ”Breve Discurso a los psiquiatras”, 1967, inédito.
3- Miller, J.-A., “Ironía”, Consecuencias 7, Buenos Aires, 2011.
4- Ibíd.
5- Lacan, J., “Radiofonía”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2010.
6- J.-A., Miller, “La salvación por los desechos”, Punto cenit. Política, religión y psicoanálisis, Diva, Buenos Aires, 2012.
7- Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, p. 138.
8- Miller, J.-A., “La salvación por los desechos”, op. cit.
9- Lacan, J., “Los complejos familiares en la formación del individuo”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 72.
10- Miller, J.-A., “Efecto retorno sobre las psicosis ordinarias”, Consecuencias 15, Buenos Aires, 2015.
11- Ibíd.
12- Foucault, M., El nacimiento de la biopolitica, Fondo de la Cultura, Buenos Aires, 2007.
13- Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, p. 118.
14- Freud, S., “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico”, Obras completas, t. XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
15- Miller, J.-A., “Habeas corpus”, en AMP Blog://ampblog2006.blogspot.com/2016/07/habeas-corpus-por-jacques-alain-miller.html
16- Ibíd.
17- Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 551-2.
18- Ibíd.
Fluctuat, nec mergitur Marcelo Barros
“Para Joyce, se trataría de acabar con la literatura. Para Lacan, se trataría de acabar con el psicoanálisis, de sólo dejar detrás de él un desastre. Hay algo de ese orden.
Algunos lo sospecharon, y tenían algo de razón”.
J.-A. Miller, El ultimísimo Lacan
Freud vio las nociones de salud y enfermedad como inadecuadas para describir los hechos de la vida psíquica. Sin embargo, dice, no podemos prescindir de ellas. Podemos despojarlas de su normativismo médico y moralizante, usarlas inventivamente, es decir, servirnos de ellas. Pero no sin ellas. Del mismo modo, las objeciones a la distinción neurosis-psicosis que la realidad nos plantea, llevan el sello de esa distinción misma. Decir que los “inclasificables” hacen estallar esa diferencia, es una facilidad. Un concepto fundamental no estalla por estar agujereado. De hecho, es por estar agujereado que funciona. Es el agujero lo que lo hace un concepto fundamental. No es destruible por ser discutible, dado que es su nombre lo que engendra la discusión, o si se quiere, un programa de investigación. ¿Sabemos lo que es la psicosis? Eso es dudoso, sobre todo porque todavía la seguimos confundiendo con el delirio. Porque la psicosis, toda psicosis, es “ordinaria”, silenciosa. Sólo después sus soluciones nos revelarán tardíamente su presencia, ya sea por su acierto o por su fracaso. Habría que poner en cuestión la idea de que el terreno de las estructuras clínicas es un terreno “conocido”.
Si hay tipos de síntomas, ellos no pueden ser “lo conocido” porque tocan lo real. Creer que la dimensión de metáfora del síntoma lo hace “conocido”, lo reduce a lo simbólico, es no tener la más mínima idea de lo que es la metáfora. Sorprende que hoy se afirme con ligereza, por ejemplo, que la histeria es una categoría obsoleta, que ya no encontramos a “las histéricas de antes”, lo cual es una evidencia porque se murieron. Encontramos a las de ahora, y lo cierto es que vivimos una de las epidemias de histeria más formidables que hayan tenido lugar alguna vez. Si muchos se abstienen de nombrarla como tal, es por lo mismo que se abstienen de mencionar a la psicosis en el transexualismo. La razón de esa abstención no es la de la superación de “lo conocido”, sino el temor a la Santa Inquisición del Progresismo. Cuando Deodoro Roca dijo en 1918 que los artífices de la reforma universitaria habían decidido “llamar las cosas por su nombre”, anunciaba el hartazgo de la censura eclesiástica. Hoy nos enfrentamos con otra censura, no menos imbécil y feroz.
Freud no ignoró que la distinción neurosis-psicosis es puesta a prueba por numerosos casos que él reconoció como formaciones mixtas. Hay que advertir que ese hecho no confirma la idea del continuismo en la clínica, cuyo “aplanamiento” es congruente con los ideales de la época. Porque la caída de la función-excepción, la