civiles.
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El 10 de marzo de 1952, Batista, valiéndose del dinero de Lansky y Giancana, dio un golpe de estado. El pueblo estaba en shock, el presidente legítimo huyó a los EE.UU., aunque el putch venía revelándose en los medios. Pero Batista, justificando ante los norteamericanos la reputación de una persona de acción, de “mano fuerte”, cerró los periódicos “Hoy” y “La palabra”, las revistas “Mella” y “La última hora”. La gente de Fulgencio llevó a cabo un ataque al programa televisivo “Universidad en el aire”. Lo destruyeron y golpearon cruelmente a los corresponsales. Para que sea completo el acto, este suspendió una transmisión de TV – absolutamente inofensiva, que no sería clasificada como neutral, sino contemplativa – “Ante la prensa”. Fue hecho por si las moscas.
La prensa norteamericana, llevada de la mano de Lansky y las familias neoyorquinas, justificaba la actividad del dictador, ligándola a la necesidad de organizar una severa resistencia a la difusión de la peste comunista. La guerra fría se hallaba en pleno apogeo y favorecía a la política de Batista y de la mafia. Se estableció una dictadura.
Fidel resultó que se hallaba en la cárcel tras el intento fracasado del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. A ciento treinta y cinco sublevados se le oponían dos mil soldados del ejército regular. Decenas de compañeros de lucha de Fidel fueron asesinados cruelmente por la soldadesca. Quedó vivo milagrosamente, y tras las rejas esperaba el juicio. El líder rechazó al abogado. Decidió defenderse a sí mismo.
En las audiencias del asunto №37 de 1953 presidía la sesión un tribunal extraordinario. Precisamente aquí no nació un líder de una separada banda de insurgentes, sino un político a escala pancubana. “El Movimiento 26 de julio” se dio a conocer por la boca de su líder, como una fuerza real en Cuba. El discurso acusatorio en su defensa, lleno de un enojo justo, maravilló hasta a los lameculos de Batista y fue acogido con entusiasmo por el pueblo.
El 16 de octubre, en una pequeña sala de una escuela de enfermeras adjunta al hospital “Saturnino Lora”, se celebró una farsa judicial sobre Castro. Él ya había sobrevivido a dos atentados fallidos en la celda de arresto del municipio, donde lo colocaron en una cámara individual. Cuando se irguió en toda su estatura, llevando una toga descolorida, ante sus acusadores, aquellos comprendieron que en vano le permitieron hablar a Castro. Pero ya era tarde.
Su discurso duró mucho más que el del procurador, que motivó la necesidad de encarcelar a Castro a 26 años de prisión, se limitó a hacerlo en dos minutos. En realidad, a la brevedad le da igual de quien hermana ser: del talento o de la dislalia. Fidel necesitó varias horas para exponer su opinión, y nadie se atrevería a interrumpirle, ya que él decía la verdad. No obstante, el procurador varias veces lo interrumpió con réplicas maliciosas, repugnantes comentarios y preguntas mordaces. Las respuestas del arrestado hicieron alzar a este ante los ojos de los soldados que lo escoltaban.
– Acudimos a la violencia de manera forzada, como lo hacían los héroes cubanos. José Martí, ideólogo inspirador de nuestro asalto.
Alzamos la mano a los que realizaron la revuelta militar contra la Constitución y el poder legítimo, porque no veíamos otro medio de luchar contra la junta criminal. Podemos justificar nuestro proceder no solo desde el punto de vista moral, sino en el plano jurídico. Siendo jurista, envié a la Corte Suprema del país una denuncia sobre la usurpación ilegal del poder por el general Batista. Mi queja fue ignorada por el juicio, aunque, si tomamos el total de los crímenes cometidos por Batista, a este se le debería condenar a cien años de prisión. Eso me convenció a mí y a mis partidarios en tomar las armas en las manos, ya que era imposible cambiar algo en el país recurriendo a otros medios.
Si los órganos del poder público no resultaron ser capaces de enfrentarse contra los rebeldes militares, y el ejército pasó al lado del dictador inmoral y bajo la dirección de este realizó un golpe de estado, eso significa que el pueblo no solamente puede, sino ha de armarse y conquistar la independencia con las armas en las manos. ¡El pueblo tiene derecho a sublevarse contra la tiranía!
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