Amy Blankenship

Lazos Que Unen


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de verdad?" Felicia batió sus pestañas y le dirigió una mirada asustada, inclinándose hacia su nuevo sugar daddy por protección. Había mucha suerte al hacer que un hombre mayor tan rico se enamorara de ella. Si jugaba bien sus cartas, nunca le faltaría de nada.

      "¿Cuantos años tienes? ¿Cinco?" Tristian levantó la mano y apagó su comunicador sintiendo náuseas, y no por el helicóptero.

      Se frotó la sien por la molestia del dolor de cabeza que sentía que se avecinaba… Últimamente había perdido toda la tolerancia hacia la gente estúpida. Metiendo la mano en el bolsillo, sacó el pequeño frasco de alcohol, sólo que éste no contenía alcohol. Era un remedio indio para los dolores de cabeza que su amigo Hunter le había hecho y normalmente funcionaba en cuestión de minutos. Tan sólo esperaba que fuera lo suficientemente fuerte para deshacerse de uno causado por el estúpido helicóptero y su padre.

      Sabía lo que su padre estaba tramando. Felicia tenía probablemente unos veintipocos años y parecía más un trofeo sexual que la novia de su padre. Eran momentos como éste en los que agradecía no vivir con su padre.

      La situación seguía cabreándole. No era culpa de Ángel que sus padres no pudieran llevarse bien, así que ¿por qué tuvo que irse de casa? El divorcio lo enfureció cuando se enteró de que el juez local había decidido un niño por padre. Desde que Ángel tenía dieciséis años y él diecisiete, habían sido separados en contra de su voluntad.

      Si hubiera sabido entonces lo que sabía ahora… Nunca habría dejado que pasara. Porque no había sido lo suficientemente inteligente como para detenerlo… No había visto a Ángel en casi dos años y por eso había cometido el error de encontrarse con ella hoy en el aeropuerto. La había extrañado demasiado.

      Las comisuras de sus labios insinuaban una sonrisa malvada al recordar que el estúpido juez local que lo había separado de su hermana había muerto en un extraño accidente un par de días después de que Ángel se viera obligado a mudarse. Tristian se encogió de hombros mientras miraba a su hermana. Hasta entonces, habían vivido en Sanctuary toda su vida.

      Él y Angel eran los favoritos de la abuela Hart de los siete nietos y las cosas en Sanctuary habían mejorado aún más cuando su abuelo se había caído por las escaleras y se había roto el cuello hace tres años.

      Los ojos de Tristian se endurecieron ante el pensamiento. No habían derramado una lágrima cuando sucedió porque ni él ni Ángel podían soportar al anciano. John Hart era un hombre intimidante… Siempre les miraba fijamente y les decía cosas odiosas cuando pensaba que nadie le escuchaba. Al crecer, él y su hermana habían jugado a evitarlo a toda costa.

      John Hart siempre había sido más malo con él.... Lo trataba diferente a sus otros nietos. Tristian se obstinó en aparcar los recuerdos y decidió que el viejo no merecía su atención.

      Su mirada viajó de su hermana a su novio Ashton Fox. Era la primera vez que conocía a un novio suyo. Tristian mantuvo su expresión escondida mientras miraba al universitario. Por todo lo que sabía… Ashton parecía normal, cosa que detestaba porque él quería que Ángel volviera a Sanctuary. Cosa que no pasaría si estaba disfrutando de la vida en California.

      Ashton Fox tenía veinte años, pero cumpliría veintiuno en algún momento de la semana… Como si le importara. Quizás le daría una fiesta de cumpleaños y le dejaría emborracharse tanto que vomitaría encima de Ángel… Tal vez eso les ayudaría a romper sus lazos lo suficiente como para que ella volviera a casa. Si no, entonces estaba seguro de que entre él, Hunter y Ray… Podrían pensar en algo.

      Tristian seguía intentando pensar en más razones para odia a Ashton. Incluso le había pedido a su tío Robert, que era abogado, que le hiciera una revisión completa de sus antecedentes. Robert Hart había confirmado que Ashton provenía de familia rica… Aunque no tanto como ellos. Aún así, Tristian tuvo que admitir que era suficiente como para no salir con su hermana por el dinero.

      Sin embargo, sí que averiguó que Ashton Fox tenía antecedentes penales… Pero sellados herméticamente. Robert le había dicho que probablemente era algo pequeño, como conducir ebrio cuando era adolescente. Ashton también iba a la escuela de medicina, a pesar de que parecía más bien un anuncio ambulante de Calvin Klein Jeans con el cabello rubio platino peinado hacia atrás, la piel bronceada y los ojos azules como el hielo.

      Tristian frunció el ceño pensando que si las edades de Ashton y Angel estaban más cerca, casi podrían ser gemelos… Excepto por el hecho de que el pelo de Angel era más largo. Incluso ahora, ambos estaban sonriéndose el uno al otro y estaba empezando a ponerle de los nervios. Tristian se desplomó en su asiento y decidió mirar por la ventana.

      Gruñó en silencio, preguntándose qué vista era peor.

*****

      Isabel Hart dejó su taza de té mientras escuchaba a lo lejos su helicóptero privado. Quería correr hacia la ventana y verlos llegar a casa, pero se calmó al saber que tenía un papel que desempeñar esta semana… La frágil abuela que necesitaba a su familia en casa.

      Recientemente había tenido un ataque cardíaco menor y había sido suficiente para persuadir a Malcolm y a Angel de que volvieran a casa… Aunque fuera sólo para las vacaciones del 4 de julio. Casi hizo que la aterradora experiencia valiera la pena. Incluso había cerrado el resort a los forasteros y acordó con Tristian permitir que el personal se tomara la semana libre para que pareciera más un hogar para su familia.

      Si se salía con la suya, haría que su hijo y su nieto desaparecidos regresaran a Sanctuary para siempre… Aunque tuviera que fingir que se estaba muriendo sólo para conseguirlo.

      Sus hijos siempre habían vivido aquí con sus familias, una tradición que el divorcio de Malcolm había roto. Su hijo mayor, Robert, se había convertido en abogado, casándose con su novia de la escuela secundaria, Dianne. Habían tenido a los gemelos Devin y Damien, que ahora tenían veinte años y trabajaban para ella como entrenadores en el gimnasio que cubría una enorme área de la planta baja del resort.

      Había tenido que vigilar a Robert porque se parecía mucho a su padre… codicioso y calculador. Sabía que estaba preparándose para disputar su testamento, a pesar de que no sabía muy bien qué decía este.

      Poco sabía Robert que no le haría ningún bien.... El testamento estaba bien atado, en todos los sentidos. También le había impedido manejar el papeleo dl resort cuando le pilló alterando los libros y desviando parte de las ganancias a una de sus propias cuentas. Se había convertido en una gran decepción para ella en los últimos dos años.

      Su segunda hija mayor, su única hija Carley, y sus tres hijos también vivían aquí. Pero Carley no se parecía en nada a Robert.

      Su pequeña familia estaba llena de mocosos malcriados que pensaban que eran mejores que los demás porque vivían de los fondos fiduciarios que ella había establecido. Tiffany tenía diecisiete años, Paris veintidós y Jason veinte. Pero no podía culpar a los niños por su pereza cuando su madre no era más que una alcohólica. Entre los cuatro, echaron al pobre marido de Carley hacía años.

      Habían pasado tres años desde que su esposo John había fallecido, y luego perdió a Malcolm y a Angel sólo un año después. John había sido un hombre autoritario con una mano dura y la verdad era que.... no lo extrañaba en absoluto. Pero con todos los demás miembros de la familia tan ocupados con sus propias vidas, Isabel se había quedado sola en su vejez.

      Los únicos que realmente le prestaban atención eran Tristian y los dos chicos indios que él y su hermana querían tanto.... Hunter y Ray Rawlins.

      Realmente no le importaba lo que hacía el resto de la familia… Eran Ángel y Tristian los que eran importantes para ella. No le molestaba que uno de los hermanos no fuera de sangre verdadera… Era el corazón lo que contaba. Cuando Tristian fue adoptado, había advertido a los otros miembros de la familia que si alguna vez le contaban acerca de la adopción, les echaría del Santuario sin pensarlo dos veces. Hasta ahora la amenaza se había mantenido.

      Tristian y Angel no tenían forma de saberlo, pero el Santuario algún día les pertenecería sólo a ellos.

      Mirando hacia arriba, Isabel sonrió