Federico Betti

Coma


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todas formas, el dolor de cabeza permanece.

      Sigo sentado sobre el único asiento de este auto, viendo el volante delante de mí, pero ahora he decidido quitar las manos y extenderlas a los lados: no conseguiré conducir con un dolor de cabeza tan fuerte. La oscuridad persiste a mi alrededor y de vez en cuando la acaricio con los dedos, como buscando una solución a mis problemas.

      A pesar de todos mis intentos por comprender dónde me encuentro, todavía no he comprendido nada, y esto ha comenzado a molestarme: cuando me falta la certidumbre es como si estuviese suspendido en el aire. No veo a nadie aquí, no oigo ningún ruido a mi alrededor, quizás estoy aislado del resto del mundo, envuelto en la oscuridad, bajo una campana de vidrio que me aísla.

      Girando a mi izquierda me parece ver una sombra, pero es demasiado vaga para mi vista. Esto, sin embargo, me da alguna esperanza, comienzo a pensar que haya alguien conmigo, aunque este alguien quiere permanecer anónimo, no quiere darse a conocer, quizás porque tiene miedo de algo.

      Intento estar atento a posibles movimientos, para intentar ver de nuevo aquella sombra, pero ya no veo a nadie.

      Quizás nunca ha estado nadie aparte de mí mismo, y la sombra que veía estaba solo en mi cabeza, era fruto de mi fantasía. ¿Esta especie de aislamiento está teniendo un efecto negativo sobre mí? ¿Sobre mi cuerpo pero también sobre mi mente? ¿Me está destruyendo psíquica mente, carcomiéndome poco a poco?

      Espero que no, todavía vislumbro esa sombra, como si pasase de manera furtiva y se escondiese por cualquier sitio, moviéndose de vez en cuando.

      Justo es esto lo que sucede: alguien está jugando conmigo.

      Sí, empiezo a estar convencido, pero es un juego que no me gusta nada, ¿sabéis? ¿Dónde se han escondido? Ya no veo la sombra de antes.

      Mejor dicho, la estoy viendo, aquí al lado, muy cerca.

      Giro hacia mi izquierda y veo algo: el perfil de una figura humana, de un gris muy oscuro, que consigo distinguir en medio del negro oscuro y uniforme sólo por esta ligera diferencia de tonalidad.

      Un analgésico, digo, necesito un analgésico. ¿Pero cómo puedo pensar en conseguir algo, una respuesta de cualquier tipo, de una presencia inconsistente?

      El semi-humano retrocede después de unos minutos y yo permanezco todavía otra vez solo, intentando durante un momento no pensar en nada, sin esperanza de que, mientras tanto, me pase el dolor de cabeza. Me surge una pregunta: ¿dónde estoy ahora, el tiempo corre o está parado? Parece que estoy fuera del Mundo, en un Mundo paralelo, o quizás en un lugar, un sistema, aislado de todo el resto gracias a una burbuja de aire o a una esfera de cristal.

      ¿Dónde estoy?

      Tengo un dolor de cabeza muy molesto. ¿Alguien me puede ayudar? Dadme algo que me ayude a que pase, o por lo menos que sea capaz de atenuarlo. Si continúa así me estallarán las sienes dentro de unas horas.

      Vuelvo a ver esa sombra.

      Se acerca de nuevo a mí, hasta llegar a mi izquierda.

      Me mira... es un decir. Es inconsistente, como un halo, sin rostro, pero si lo tuviese, la mirada estaría en mi dirección, a menos de un metro.

      Un analgésico, digo yo, necesito un analgésico. ¡Siento un dolor de mil demonios!

      La extraña presencia se va; parece como si llegase hasta mí con la intención de quedarse un rato mirándome y, de repente, volver sobre sus pasos.

      ¿Quién es? ¿O quizás debería decir: qué es? No lo sé pero me gustaría saberlo.

      Muchos pensamientos nacen y crecen en mi interior, estoy viviendo una profunda angustia, un estado de confusión, y debo aclarar muchas cosas: dónde me encuentro y por qué motivo, desde hace cuánto tiempo estoy aquí dentro y por cuánto tiempo deberé todavía permanecer...

      Y también: ¿podré reducir el tiempo? Y si es así, ¿de qué manera?

      Todos estos interrogantes no hacen más que empeorar mi migraña, por lo que cierro los ojos e intento relajarme, a la espera de algún cambio y de alguien que me pueda ayudar a salir de aquí.

       11

      Los días pasaban y, a pesar de que los médicos eran optimistas e intentasen hacer comprender a Mario que su hermano se curaría completamente en unos cuantos días, él siempre estaba pensativo, y lo estaría hasta que no hubiese visto con sus propios ojos a Luigi caminar por sí solo y volver a la vida de siempre.

      Como cada día después del accidente, una vez más le volvieron a la mente como un destello los recuerdos, en medio a los cuales se perdía, un poco sonriendo y un poco conteniendo las lágrimas con dificultad.

       Quién sabe si todavía podremos volver a divertirnos juntos, a cenar en esos bellos locales del centro de Bologna y de la provincia...

      Fue despertado por la voz del enfermero que reía en el pasillo y de esta manera se dio cuenta de estaba sentado en aquella silla desde hacía una hora y media, delante de la habitación donde estaba su hermano, con la puerta cerrada y silencio en su interior.

      Se levantó para consumir un café en la máquina automática, luego caminó adelante y atrás hasta que llegó la noche, como si tuviese confianza en el hecho de que, en breve, llegaría hasta él un médico con alguna buena noticia. Pero, evidentemente las condiciones de su hermano eran estacionarias porque no vio llegar a nadie durante toda la tarde, y cuando Mario Mazza salió del hospital para volver a casa, afuera nevaba otra vez.

      Imprecando y cubriéndose lo mejor posible cogió el autobús en dirección al centro de Bologna, donde decidió pararse para la hora feliz en un pub de vía Zamboni.

       12

      Estoy conduciendo, no sé a dónde voy. Estoy en un coche, con un volante delante de mí y nada más.

      En este coche no hay asientos para los pasajeros y alrededor solo hay oscuridad.

      No he comprendido el motivo, pero estoy seguro de que aquí al lado hay alguien que tiene malas intenciones hacia mí.

      Y sobre todo, no sé porque estoy en este lugar totalmente desconocido para mí. Parece que he llegado por casualidad, como catapultado, casi contra mi voluntad.

      Me está volviendo el dolor de cabeza, cada vez más fuerte y persistente. ¿Qué hacer?

      ¿Dónde estáis? Por favor, necesito algo para que me pase esta migraña.

      Nadie me responde, todos han escapado, ¿quizás por miedo a algo?

      ¡Venga, salid de ahí detrás!

      Nada que hacer, no cambia nada.

      Intento mirar a derecha y a izquierda, mirar detrás de mí, en el caso de que consiga percibir algún movimiento, pero no veo nada.

      Esta situación está comenzando a ponerme de los nervios, no soporto bien la oscuridad porque sé que puede esconder alguna trampa, no soporto que me tomen el pelo, sea un conocido o no, ahora ya no soporto más todo esto. Durante un momento veo...

      Una sombra, esa que he visto la otra vez, está volviendo a mi lado.

      Está a mi lado, noto que se para, me giro hacia la izquierda y me la encuentro delante de mí, inconsistente, sin los rasgos de la cara.

      Un analgésico. ¿Tiene un analgésico para mí?, pregunto una vez más, dándome cuenta de nuevo, sólo después de haber hecho la pregunta, de no poder esperar una respuesta. No de una sombra.

      Si tuviese ojos, me miraría.

      ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

      Sé que estas preguntas, como tantas otras que se me podrían ocurrir, no recibirán respuesta, pero si las hago es porque de esta manera podré encontrar una cierta seguridad dentro de mí.

      La sombra vuelve enseguida sobre sus pasos, dejándome solo con muchos interrogantes no resueltos,