—Para usted es fácil decirlo.
—No es mi problema –dijo Reacher–. Yo soy sólo alguien que está de paso.
—De eso también tenemos que hablar. ¿Cómo nos podemos contactar con usted, en caso de que lo necesitemos? ¿Tiene un teléfono celular?
—No.
—¿Y cómo se contacta con usted la gente?
—No se contacta.
—¿Ni siquiera familia y amigos?
—No me queda familia.
—¿Tampoco amigos?
—No de los que se llaman por teléfono cada cinco minutos.
—¿Quién sabe entonces dónde está usted?
—Yo lo sé –dijo Reacher–. Con eso alcanza.
—¿Está seguro?
—Todavía no he necesitado que me rescaten.
Delaney asintió. Dijo:
—Volvamos a lo que vio.
—¿Qué parte?
—Todo. Quizás todavía no terminó. ¿Podría haber otra interpretación?
—Todo es posible –dijo Reacher.
—¿Qué tipo de cosa podría ser posible?
—Solían pagarme por este tipo de conversación.
—Le podríamos dar a cambio una taza del café del condado.
—Trato hecho –dijo Reacher–. Negro, sin azúcar.
Cook fue a buscarlo, y cuando volvió Reacher bebió un sorbo y dijo:
—Gracias. Pero en conjunto creo que fue probablemente un hecho casual.
—Use su imaginación –dijo Delaney.
—Usen la suya –dijo Reacher.
—OK –dijo Delaney–. Supongamos que Aaron y Bush no sabían dónde o cuándo o quién o cómo, pero eventualmente esperaban ver que el bolso pasara a manos de otra persona.
—OK, supongamos –dijo Reacher.
—Y quizás eso es exactamente lo que vieron. Sólo que un poco antes de lo esperado.
—Todo es posible –volvió a decir Reacher.
—Tenemos que suponer discreción y medidas clandestinas por parte de los malos. Quizás arreglaron un encuentro falso y planearon hacerse con el bolso en el camino. Para generar sorpresa e imprevisibilidad. Que es siempre la mejor manera de eludir la vigilancia. Quizás incluso estaba ensayado. Según usted la chica lo entregó sin demasiado esfuerzo. Usted dijo que ella cayó sentada, y después se puso de pie enseguida y se fue a toda prisa.
Reacher asintió:
—Lo que significa que ustedes dirían que el chico de buzo negro es el sospechoso desconocido. Dirían que fue siempre él el que tenía que recibir el bolso.
Delaney asintió:
—Y lo atrapamos, y por lo tanto la operación fue de hecho un éxito total.
—Para usted es fácil decirlo. También muy conveniente.
Delaney no respondió.
—¿Dónde está el chico ahora? –preguntó Reacher.
—Dos cuartos más allá. –Delaney señaló la puerta–. Lo vamos a estar llevando a Bangor de acá a poco.
—¿Está hablando?
—Por el momento no. Se está comportando como un buen soldadito.
—A no ser que no sea para nada un soldado.
—Creemos que lo es. Y creemos que va a hablar, cuando considere en toda su extensión el riesgo que corre.
—Otro gran problema –dijo Reacher.
—¿Cuál?
—Para mí el bolso estaba vacío. ¿Qué clase de entrega o pago sería ese? No van a conseguir una condena por andar siguiendo un bolso vacío.
—El bolso no estaba vacío –dijo Delaney–. Al menos no al principio.
—¿Qué había adentro?
—Ya vamos a llegar a eso. Pero primero tenemos que volver atrás. A lo que le pregunté al principio de todo. Para asegurarnos. Acerca de su intención.
—Estaba ayudando a los policías.
—¿Sí?
—¿Le preocupa la responsabilidad legal? Si fuera un civil brindando ayuda, tendría la misma inmunidad que tienen las fuerzas de seguridad. Además el chico no salió herido. Algunos rasguños quizás. Quizás un raspón en la rodilla. No es un problema. A no ser que ustedes acá tengan jueces realmente particulares.
—Nuestros jueces están OK. Cuando entienden el contexto.
—¿Cuál otro podría ser el contexto? Fui testigo de un delito. Hubo una clara manifestación de apresar al criminal por parte del departamento de policía. Yo los ayudé. ¿Me está diciendo que tienen un problema con eso?
—¿Nos disculparía por un momento? –dijo Delaney.
Reacher no respondió. Cook y Delaney se pusieron de pie y salieron despacio desde el otro lado de la mesa rectangular. La puerta se cerró con un clic detrás de ellos. Esta vez Reacher estuvo casi seguro de que había trabado. Miró el espejo. No vio más que su reflejo, gris con un tinte verde.
Diez minutos de su tiempo. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
No pasó nada. Nada durante tres largos minutos. Entonces Cook y Delaney volvieron a entrar. Se volvieron a sentar, Cook a la izquierda y Delaney a la derecha.
—Usted afirmó que estaba brindando asistencia a las fuerzas de seguridad –dijo Delaney.
—Correcto –dijo Reacher.
—¿Le gustaría reconsiderar esa declaración?
—No.
—¿Está seguro?
—¿Usted no?
—No –dijo Delaney.
—¿Por qué no?
—Creemos que la verdad fue muy distinta.
—¿Cómo es eso?
—Creemos que usted estaba sacándole el bolso al chico. De la misma manera que él se lo sacó a la chica. Creemos que usted era un sorpresivo e impredecible segundo participante.
—El bolso cayó al piso.
—Tenemos testigos que lo vieron a usted agachándose a levantarlo.
—Lo pensé mejor. Lo dejé ahí. Aaron lo levantó.
Delaney asintió:
—Y para entonces estaba vacío.
—¿Quiere revisarme los bolsillos?
—Creemos que usted retiró el contenido del bolso y se lo dio a alguno de los presentes.
—¿Qué?
—Si usted fuera un segundo participante, ¿por qué no podría haber un tercero?
—Eso es un disparate –dijo Reacher.
—Jack-nada-Reacher –dijo Delaney–, queda arrestado por asociación ilícita con una organización corrupta con influencias mafiosas. Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser usado en su contra en la corte. Tiene derecho a la presencia de un abogado antes de que se lo siga interrogando. Si no puede pagar un abogado se le asignará uno con