Adolfo de Castro

Historia de los Judíos en España


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       Adolfo de Castro

      Historia de los Judíos en España

      Publicado por Good Press, 2020

       [email protected]

      EAN 4057664118004

       LIBRO PRIMERO.

       RESUMEN del libro segundo.

       LIBRO SEGUNDO.

       RESUMEN del libro tercero.

       LIBRO TERCERO.

       RESUMEN del libro cuarto.

       LIBRO CUARTO.

       EPILOGO.

       Apéndice.

       ADVERTENCIA.

       INSTRUCCION DE PRÍNCIPES del modo con que se gobiernan los Padres de la Compañía.

       Carta escrita al rey Felipe II en 18 de Febrero de 1571 en Amberes por Benito Arias Montano.

       NOTAS

       Índice

      Mi intento es tratar de la varia i casi siempre trágica suerte de los judíos en España: historia llena no de ilustres vencimientos, señaladas proezas i altos fines, sino de calamidades, conflictos, persecuciones, motines de la plebe, robos, incendios, destierros, muertes á fuego en públicos cadalsos, infamias de linajes, encarcelamientos, oprobios i otros rigorosisimos castigos.

      En ella mostraré cuan fuera de toda razon han caminado aquellos escritores que, corrompiendo la verdad, tuvieron i aun tienen á los antiguos judíos españoles por hombres tan solo dados á la usura i á esconder en las entrañas de la tierra el fruto de sus trabajos, comercios i grangerías; puesto que á ellos debe España grandes adelantamientos en la medicina, en la filosofía, en las matemáticas i en la náutica. Los reyes los consultaban en las mas arduas materias de estado, i acometian, con el favor de sus consejos i dinero, las mas dificultosas, las mayores i las mas arriesgadas empresas.

      Mostraré además el yerro i grande, sobre injusticia, que cometieron los Reyes Católicos al ordenar su estrañamiento de los reinos de España, sustentando mi opinion con las apretadisimas razones de estado que para un hecho tan importante se oponian, i lo sin fruto i aprovechamiento que son las persecuciones, castigos i otros rigores en materias religiosas; pues los monarcas bien podrán regir con las leyes de la fuerza los cuerpos de sus vasallos; pero no podrán sujetar los ánimos, porque mas fácil cosa seria poner antes frenos á los vientos, i hacer que volviesen atrás las corrientes de los rios.

      Escribo esta historia sin pasion, ni artificio, como de cosas que nada me tocan. Ni soi judío, ni vengo de judaizantes. Solo es mi propósito sustentar la verdad: lei á que debe caminar ajustado todo historiador; i ella no puede peligrar en mi pluma, porque no acostumbro ver con ojos apasionados lo que está lejano de mis opiniones.

      Algunos escritores han hecho mencion de los sucesos prósperos i adversos de los judíos españoles, i no han faltado escelentes ingenios para tratar de los tiempos de su espulsion; pero casi todos no han cortado sus relaciones á la medida de la verdad, asi por el miedo á los Reyes Católicos, mientras vivian, como, despues de muertos, por el odio que bebieron en los pechos de sus madres contra todo lo perteneciente á la nación judáica.

      De esta suerte hombres en sangre ilustres, i tenidos en la prudencia por cuerdos, en la virtud por únicos, i en las ciencias por maestros, se dejaban arrebatar de la corriente de mil locuras i desvarios, i llegaban á un punto de estremada ceguedad, causando un daño irremediable á la historia i á las letras. Por donde se ve que no son bastantes los estudios, no el claro ingenio, no las ciencias para formar la sabiduría en el hombre, sino sacar el entendimiento de las cárceles en que está aprisionado desde la niñez, limpio de la corrupcion i del veneno que bebió en las doctrinas del vulgo, i en la ignorancia de sus padres i maestros.

      Las noticias que tenemos del establecimiento de los judíos en España están inficionadas de muchos i grandes errores; puesto que hombres doctisimos i tenidos en la historia por veraces, dieron fe á consejas de la ruda i baja plebe, i á documentos fingidos ó por el interés, ó por un vano deseo de ver acreditados con ellos sus patrañas.

      Cuentan algunos escritores que Nabucodonosor, rei de Babilonia, despues de haber allanado los muros de la soberbia Jerusalen i puesto en cautividad al pueblo israelita, prosiguió sus victoriosas empresas, destruyendo á Tiro i Egipto, i los lugares situados en las riberas africanas. Despues para tomar venganza i satisfaccion de los fenicios por haber dado socorro á los de Tiro, cuando él los apretaba con un porfiado cerco, entró en las tierras de España, sujetó á sus habitadores i dejó en ellas gran número de judíos que caminaban con su ejército: los cuales echaron los fundamentos de Toledo, Sevilla i otras antiquisimas ciudades. Tertuliano, Eusebio Cesariense, San Clemente Alejandrino i algunos autores mas, tratan á la larga de las conquistas i navegaciones hechas por Nabuco, así en la Libia, como en toda Asia hasta Armenia, i ninguno habla de la venida i toma á sangre i fuego de la península hispánica. I, aunque pudieran traerse razones i argumentos tan verosímiles, que fueran parte para mostrar claramente que ganó á fuerza de armas i brazos estas tierras, hai mayores para creer que con su ejército no vinieron judíos. Sabido es el odio i perpétua desconformidad que habia entre estos i los asirios, especialmente por la religion, segun el testimonio del grave i auténtico historiador Flavio Josefo. Entre ellos andaban enajenados los ánimos con ciego rencor i enemiga: los unos por verse puestos en esclavitud i miseria: los otros por recibir continuamente i á la sorda daños de los mismos que tenian oprimidos en pesado cautiverio. Es caso, por tanto, imposible de creer que Nabucodonosor para la jornada atrevidisima de Africa i España trajese en compañía de su ejército, á tan temibles i molestos enemigos; í aun mas, que dejase en manos de ellos las tierras que con la sangre, sudor i trabajos de sus vasallos habia adquirido.

      Otros historiadores afirman que vinieron judíos á España con su capitan Pirro en este tiempo, i que poblaron en dos partes: una llamada Toledo i otra Lucina ó Lucena. Pero todas estas noticias van separadas de la verdad muchas leguas de camino. La cierta i mas acreditada es que los que escaparon de la muerte en la toma de Jerusalen fueron llevados en cadenas á Babilonia. Así se lee en el libro de los Reyes i en el Paralipomenon.

      Los que han querido dar por cierto el establecimiento de los judíos en España, despues de su conquista por las armas de Nabucodonosor, afirman que estos tenian en las mas principales ciudades de la península hispánica sinagogas, de quienes era cabeza i primada la de Toledo. Cuentan además, que cuando empezaba Jesucristo su predicacion en Jerusalen, como determinasen los escribas i fariseos perderlo i