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Cabo Verde


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      Del fin de la Primera Guerra Mundial a la independencia

      Al final de la Primera Guerra Mundial, las islas de Cabo Verde quedaron olvidadas. El gobierno portugués de António Salazar estaba más preocupado por otras de sus colonias, como Angola y Mozambique, territorios mucho más ricos en materias primas: el Estado portugués obligaba a la población insular, especialmente a aquellos con estudios, a exiliarse en Angola y Santo Tomé. Después de la Segunda Guerra Mundial, Lisboa, bajo presión internacional, decidió llevar a cabo algunas renovaciones y creó infraestructuras: se excavaron pozos, se plantaron árboles... El Estado compró el aeropuerto de Sal, construido por los italianos, y lo modernizó. En 1951, Cabo Verde se convirtió en un territorio de ultramar. Fue la época de los primeros movimientos independentistas en África, y uno tras otro, los países bajo mando europeo se fueron independizando, lo que dió ideas a algunos caboverdianos. En 1956, un ingeniero agrónomo llamado Amilcar Cabral y cinco compañeros crearon el Partido Africano por la Independencia de Guinea-Bisáu y las Islas de Cabo Verde (PAIGC) en Bisáu. Entre ellos, Luís Cabral, su medio hermano, que se convertirá en Presidente de Guinea, y Aristide Pereira, el primer Presidente de la República de Cabo Verde. Su objetivo es liberar a estos dos países, unidos por la misma historia y el mismo pueblo, del control de Portugal; la mayoría de los esclavos que habitaban en el archipiélago proceden esencialmente de Guinea-Bisáu. Durante los primeros tres años, el PAIGC se esfuerza por establecer células en las principales ciudades. El 3 de agosto de 1959, el movimiento decidió abandonar la clandestinidad para enfrentarse al opresor portugués. Fue la gran revuelta de los estibadores la que llevó a la masacre de Pidgiguiti en Guinea-Bisáu, donde cincuenta huelguistas fueron fusilados por los portugueses en los muelles del puerto. La PIDE, la policía secreta portuguesa, lanzó una redada, arrestando, torturando y asesinando a muchos activistas. El PAIGC se trasladó y se refugió en la antigua Guinea Francesa, que solo había sido independiente durante un año. Por lo que la lucha armada se organizó en territorio guineano, con la ayuda de la Guinea de Sékou Touré, que sirvió de base de retaguardia. Rápidamente se reclutaron y entrenaron a los voluntarios, creando así el primer ejército del partido. En 1963, comenzaron los combates, primero en el sur del país y luego en el norte, para evitar la concentración de las fuerzas portuguesas en una zona específica. Al mismo tiempo, se llevaron a cabo muchas maniobras diplomáticas para aislar a Portugal. Discretamente ayudado por algunos asesores militares cubanos enviados por Fidel Castro, el PAIGC ganó batallas y liberó pueblos y aldeas. Desde los primeros meses de la lucha, el 15% del territorio se libró de los portugueses. En 1966, más de la mitad del país quedó bajo el control del PAIGC. Sin embargo, las tropas portuguesas, equipadas con material de la OTAN, pasaron de 10 000 hombres en 1962 a 25 000 en 1966 y 35 000 en 1973. En 1968, las tropas del PAIGC controlaban dos tercios del territorio. El general portugués António de Spínola, que había demostrado su valía en Angola, fue nombrado entonces Gobernador de Guinea por Lisboa. Permaneció allí hasta 1973 y fue el arquitecto de la represión más terrible que el país haya visto jamás. Tan pronto como llegó, cambió su estrategia y adoptó la política de "Mejor Guinea", que consistía en controlar a la población mediante la distribución de arroz, el desarrollo de nuevas tierras e infraestructuras, la creación de nuevas viviendas y la atribución de responsabilidades a las autoridades tradicionales. Luego intentó africanizar la guerra formando milicias africanas, comandadas por oficiales portugueses. La guerra se fue intensificando, pero el PAIGC aguantó, a pesar del apoyo que recibían los portugueses de la OTAN, los Estados Unidos y los ricos inversores angoleños y mozambiqueños. En abril de 1972, una misión especial de las Naciones Unidas viajó a las regiones liberadas del Sur y reconoció al PAIGC como el único y exclusivo representante de los pueblos de Guinea y Cabo Verde. Una resolución del Consejo de Seguridad condenó el colonialismo portugués y pidió la retirada total de Portugal de los territorios ocupados. El PAIGC obtuvo el estatus de observador en la ONU. En los territorios suroccidental y septentrional tuvo lugar la elección de los representantes de la primera Asamblea Popular Nacional. El 20 de enero de 1973, Amílcar Cabral, fundador del PAIGC, fue asesinado por miembros guineanos de su propio partido, corrompido por los portugueses. El 23 de septiembre de ese mismo año, la Asamblea Popular Nacional proclamó la República de Guinea-Bisáu en Boé, reconocida por muchos países. El 15 de noviembre de 1973, Mário Soares, Secretario General en el exilio del Partido Socialista Portugués, se dirigió en Ginebra a una multitud de trabajadores, intelectuales, inmigrantes portugueses, antiguos paracaidistas angoleños con los brazos tatuados, soldados de la Marina que habían diezmado aldeas enteras en Mozambique y especialistas en contrainsurgencia de Guinea-Bisáu. Les habló de la futura revolución portuguesa, la erradicación del fascismo y la próxima e inevitable liberación de las colonias portuguesas en África. Algunos, sintiéndose humillados, abandonaron la sala, indignados. El 25 de abril de 1974, el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) derrocó a Marcelo Caetano, presidente del consejo desde la deserción y muerte del dictador fascista Salazar. Esta fue la gran victoria del PAIGC y del Movimiento por la Independencia de Angola (MPLA): el MFA, durante siete meses, asumió la ideología y la estructura de estos movimientos de liberación de África, como si Amilcar Cabral estuviera gobernando. Después del golpe, el nuevo gobierno portugués aceptó un alto el fuego y comenzó a negociar con el PAIGC. En octubre de ese mismo año, Guinea-Bisáu obtuvo la independencia y nombró a Luís Cabral Presidente de la República. El 5 de julio de 1975, fue el turno de las islas caboverdianas, encabezadas por Arístides Pereira, cuyo antiguo compañero de armas, Pedro Pires, se convirtió en Primer Ministro.

      De la independencia a la actualidad

      Cuando los nuevos líderes llegaron al poder, heredaron un país sin recursos y sin industria. La agricultura se encontraba en un estado lamentable y la falta de agua agravaba la situación; la pesca seguía siendo primaria, sin barcos ni técnicas apropiadas; y la población era pasiva y fatalista. Se encontraba en un grave estado de crisis y la única solución posible era la ayuda internacional. Aunque negaba ser un partido marxista-leninista, el PAIGC aplicó una política de inspiración socialista. Su principal objetivo, la unión política con Guinea, fracasó tras el golpe de Estado de 1980, en el que João Bernardo Vieira, ex comandante, derrocó a Luís Cabral y tomó el poder. A pesar de una historia y un lenguaje en parte comunes, el proyecto de abolición de las fronteras, de fusión de los ejércitos y de las compañías navieras, topó con normas administrativas a menudo divergentes en los ámbitos monetario, cultural y económico. Además, los guineanos desconfiaban de los caboverdianos por tener demasiado poder. Las rivalidades dentro del propio PAIGC y la crisis económica solo hicieron que aumentar las tensiones, de manera que los caboverdianos se distanciaron y crearon el Partido Africano por la Independencia de Cabo Verde (PAICV). Permaneció en el poder solo y sin oposición, prohibida por la Constitución hasta 1990. La ayuda internacional esperada vino tanto de los países del este como de los países capitalistas, ya que Cabo Verde, aunque su política mostraba su compromiso con la ideología marxista-leninista, no formaba parte de sus aliados. Aprovechó hábilmente tanto la posición geoestratégica del archipiélago como la rivalidad entre las dos grandes potencias, la URSS y los Estados Unidos. Según admitió el entonces presidente, el país era demasiado pobre para privarse de los ingresos generados por las escalas técnicas de los aviones de la aerolínea sudafricana, incluso si toda África boicoteaba al país del apartheid. Los niveles de vida fueron mejorando y se produjeron avances en los ámbitos de la sanidad, la comunicación, la educación y la lucha contra la desertificación. Para superar las desventajas causadas por la insularidad, los riesgos climáticos, la falta de recursos energéticos y las tasas de crecimiento de la población, en los años ochenta se emprendieron reformas importantes: la reforma administrativa se fijó el objetivo de elevar el sueldo mínimo; la reforma educativa aseveró su determinación para luchar contra el analfabetismo; y la reforma agraria, la más importante de todas, se centró en el sector agrícola y, por ende, en el suministro de alimentos de la población. Había mucho en juego, sobre todo porque el Estado buscaba conquistar a las masas mediante una redistribución más equitativa de la tierra, sin despertar la ira de los antiguos propietarios. Pero no todas estas reformas fueron un éxito, como es el caso del sector agrario, donde el gobierno desempeñó un papel sustancial: a principios de los años ochenta, la represión de una manifestación de campesinos en Santo Antão causó la muerte de un opositor a la reforma. La falta de democracia