económicos en verde... La lista es casi interminable. En 2017, la ONG alemana Transparency International clasificó Cabo Verde en el puesto 48 (de 180 países) en su ranking anual de lucha contra la corrupción, que es más que honorable, con España en el puesto 42. Por su parte, la Fundación Mo Ibrahim ha situado a Cabo Verde en el tercer puesto de la clasificación de 2018 de la calidad de gobierno entre los países africanos. En 2018, Cabo Verde ocupaba el puesto 29 (por delante de España, Francia, Estados Unidos o Italia) en la clasificación anual de Reporteros sin Fronteras sobre la libertad de prensa. Sin embargo, esta excelente posición se debe a que el país requiere autorización previa para cualquier nueva publicación.
Años bisagra. Pero más allá de las clasificaciones y elogios, los mejores indicadores del progreso del país son de otro tipo completamente diferente. Si bien sus efectos concretos no se sienten necesariamente en la vida cotidiana de los caboverdianos, se trata de hitos sumamente importantes en la historia y el desarrollo del país. A finales de 2007, la Organización Mundial del Comercio (OMC) aceptó la adhesión de Cabo Verde y, tras la ratificación del Parlamento y del Presidente de la República, el país pasó a ser el 153º miembro de la organización en julio de 2008. También a finales de 2007, Cabo Verde obtuvo el estatuto de socio especial de la Unión Europea, después de varios años de negociaciones. El interés del país es que se le considere, a largo plazo, casi como una región periférica de la Europa de los 27, beneficiándose así de los programas y fondos europeos. Por su parte, la Unión Europea está velando por que Praia se ocupe mejor de del control fronterizo. Oficialmente, el 1 de enero de 2008, Cabo Verde abandonó la categoría de países menos desarrollados para entrar en la categoría de países en vías de desarrollo (sólo Botsuana lo había logrado en 1994): el «pequeño país», como cantaba Cesária Évora, puede estar orgulloso de verdad, después de haber sido abandonado en medio del océano durante tanto tiempo. En 2006, después de haber sido recorrido a lo largo y a lo ancho por algunos de los ejércitos más poderosos del planeta que habían venido a entrenar en sus ribeiras o en sus playas, fue finalmente Cabo Verde el que logró conquistar el mundo, iniciando varias alianzas estratégicas, sin ignorar que tenían segundas intenciones. En el ámbito de la emigración, la primera expresión concreta de la asociación con Europa tuvo lugar el 5 de junio de 2008, con la firma de una declaración conjunta de un acuerdo de movilidad, y Cabo Verde aceptó (junto a Moldavia) ser el primer país en probar la nueva política europea de gestión de los flujos migratorios. A cambio, la Comisión Europea recomienda a los 27 Estados miembros que flexibilicen las condiciones de entrada de los caboverdianos en el espacio Schengen. Desde 2007, Praia ha permitido que buques militares españoles y estadounidenses controlen parte de sus aguas para combatir la inmigración ilegal y el tráfico de drogas.
Construyendo el futuro. A lo largo de los años, Cabo Verde ha adquirido la imagen de un país políticamente estable y estructuralmente responsable. La ayuda internacional no se pierde, la deuda se controla, los préstamos se pagan. No es de extrañar, pues, que sea el país africano que más ayuda recibe per cápita: en cada una de sus visitas al archipiélago, los representantes del FMI reiteran, con gran placer, que el país sigue respetando y alcanzando los objetivos fijados por la organización financiera internacional. Cabo Verde es sin duda un buen estudiante, pero no solo porque quiera destacar. Porque a pesar del aumento de acuerdos, prueba de la confianza de sus interlocutores, Cabo Verde sabe que debe encontrar soluciones dentro del propio archipiélago. La población está creciendo y la emigración se ve dificultada por unas fronteras cada vez más hermáticas. Para seguir luchando contra la pobreza, el gobierno se apoya en la formación, uno de los principales remedios conocidos contra los problemas sociales de este tipo. Aunque se ha designado Cabo Verde como uno de los pocos países que podrían lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cerca de 130 000 personas siguen viviendo con menos de 1,20 euros al día. Con la reciente apertura de la primera universidad pública, Cabo Verde quería dotarse de una verdadera herramienta de transformación social. Hasta entonces, los jóvenes que deseaban estudiar en la universidad tenían que ir al extranjero o pagar matrículas muy caras a universidades e institutos privados, que han estado en auge desde la década del 2000. Aunque la Uni-CV está lejos de ser gratuito, los jóvenes caboverdianos pueden ahora obtener licencias o masters sin tener que abandonar el archipiélago, ya que se han creado dos centros universitarios, uno en Praia y otro en Mindelo. Frente a una tasa de desempleo superior al 15% (2016), el país debe desarrollar o atraer actividades que generen empleo, que a su vez requieren infraestructuras. En menos de cinco años, Cabo Verde ha adquirido tres aeropuertos internacionales en las islas donde se pondrán en marcha importantes proyectos turísticos (Santiago, Boa Vista y São Vicente). En los últimos años se han utilizado más de 100 millones de dólares obtenidos de la Cuenta Reto del Milenio de los Estados Unidos para ampliar las capacidades de los puertos de Praia y Mindelo, siendo la ambición del archipiélago absorber una gran parte del tráfico comercial y el vaivén de contenedores. El financiamiento de Estados Unidos se ha invertido tan bien que, en 2012, la MCC asignó 66 millones de dólares para una nueva ayuda de cinco años. El archipiélago es el único país que ha recibido dos fondos sucesivos. La pesada burocracia heredada de la administración colonial está desapareciendo gradualmente a favor de los sitios de Internet que facilitan la creación de empresas, ahora posible en 24 horas (en lugar del mes o dos que se tardaba antes), la emisión de certificados o el pago de impuestos, etc. En términos más generales, la economía caboverdiana, que aún se encuentra en un punto en el que necesita una inversión masiva para crear una actividad económica sólida, financia dos tercios de las inversiones públicas (190 millones de euros en 2009) con recursos externos.
Las dificultades. Esta buena noticia no debe ocultar el hecho de que el país sigue siendo pobre, con una economía frágil que sigue dependiendo en gran medida del mundo exterior, ya sea a través de la ayuda internacional, las remesas de dinero de los emigrantes o la inversión extranjera directa. Además, el impacto de las políticas no siempre es visible para toda la población. Si bien la clase media se permite el último modelo de 4x4, ADSL o Visa (impensable tansolo hace diez años), sería peligroso ignorar la disparidad cada vez mayor entre los más ricos y los más pobres. El auge económico de los últimos años está lejos de ser homogéneo, y sectores enteros de la población —por no decir islas enteras (São Nicolau, Maio o Santo Antão)— se sienten lejos del desarrollo. La capital Praia ha crecido a un ritmo constante desde los años noventa, a veces sin un plan de urbanización real y sin mucho control por parte de las autoridades. Se han construido barrios enteros sin autorización y sin saneamiento, a las que llega la electricidad a través de conexiones clandestinas. En pocos años, Praia ha descubierto un nuevo tipo de delito, probablemente inspirado en los programas brasileños, pero también en los numerosos jóvenes caboverdianos que los Estados Unidos, más sensibles desde los atentados del 11 de septiembre, han expulsado sin preocuparse por las consecuencias sociales para los países de origen. Jóvenes cada vez más violentos y organizados en pandillas, se trata de delincuentes que crean una atmósfera tensa en algunas partes de la capital, donde todo el mundo espera ser víctima de un cassu-bodi (del inglés cash or body, literalmente «el dinero o la vida») y donde los rumores amplifican y distorsionan los hechos reales. La sociedad se a vuelto contra el gobierno y a los tribunales, haciéndolos responsables de las acciones de este puñado de chantajistas.
Otra de las prioridades del gobierno fue la privatización de la aerolínea caboverdiana TACV, muy deficitaria y difícil de controlar. Los intentos de deshacerse de ella daban lugar a fracasos estrepitosos y la deuda de TACV pesaba cada vez más sobre las finanzas públicas. En 2017, el Estado desmanteló finalmente la empresa: los vuelos entre islas se confiaron a una empresa privada canaria a cambio de una participación en capital, y TACV fue gestionada por una compañía aérea islandesa, con la promesa de nuevos aviones Boeing para los próximos años. En el caso de Electra, la situación ha mejorado un poco en los últimos años, aunque las cuentas de la empresa nacional de producción y distribución de agua y electricidad siguen en números rojos. Privatizada y luego re-nacionalizada, Electra ha podido