Entonces, le deslizó la blusa por los hombros antes de desabrocharle el sujetador con un movimiento de dedos. Entonces, le cubrió los senos con las manos y deslizó los pulgares por los pezones. Daisy se sintió sorprendida por el poder y la fuerza que emanaban de aquellas manos. No eran las manos suaves de un hombre que trabaja en un despacho, sino las de uno que trabaja con las manos. Fuera cual fuera el trabajo de ingeniería y robótica que realizaba, implicaba el uso de aquellas manos, moldeando su fuerza y su textura. Ella gimió ante la deliciosa abrasión a la que la sometían y sintió que las rodillas amenazaban con doblársele.
–Justice, por favor…
–No me pidas que me dé prisa porque no puedo. No voy a hacerlo. Quiero disfrutar cada instante.
Justice apartó las manos de los pechos para deslizarlas por el tembloroso abdomen. El sonido de la cremallera de los pantalones que ella llevaba puestos resonó con dureza contra la respiración de ambos. Él le quitó todas las prendas y la dejó completamente desnuda ante él.
Era el turno de Daisy. No tenía la paciencia de Justice. Tiró y arrancó para quitarle pantalones, camisa, zapatos y calcetines. Mientras que la oscuridad los embargaba, ella permitió que las manos fueran sus ojos mientras se familiarizaba de nuevo con cada centímetro del cuerpo de él.
Había cambiado tanto… No solo era más alto, sino también más corpulento. Tenía unos músculos deliciosamente formados y tonificados.
Entonces, notó un abultamiento que era una larga línea que rasgaba la suave piel.
–Oh, Justice. Veo que no estabas bromeando sobre las cicatrices, ¿verdad?
Él se tensó.
–Debería estar lo suficientemente oscuro para que no vieras nada.
–Y lo está, pero puedo tocarla.
–¿Te resulta ofensiva? ¿Preferirías dar por terminado nuestro acto sexual?
–¿Terminar con…? –repitió Daisy ahogando una risa–. Sinceramente, Justice. Eres tan divertido. Siempre sé cuándo estás disgustado. Empiezas a hablar como un empollón.
–No estoy disgustado.
–¿Entonces?
–Estoy… emocionalmente comprometido.
–Lo sorprendente sería que no lo estuvieras –afirmó ella. Justice no respondió. Se limitó a permanecer inmóvil. ¿Acaso creía que ella se marcharía por unas cuantas cicatrices? Si pensaba eso era que ya no la conocía muy bien, pero no tardaría en volver a hacerlo–. Deja que te demuestre lo ofensivas que me resultan tus cicatrices.
Muy delicadamente, apretó los labios contra la primera, recorriéndola de principio a fin. Localizó la siguiente y la besó del mismo modo. Hizo lo mismo con todas las que fue encontrando, creando así un mapa de caricias por el cuerpo de Justice.
–Ya no hay más –susurró él.
Entonces, la tomó en brazos y la llevó al dormitorio. Una tenue luz iluminaba el sendero a través de la oscuridad, apartando las sombras y creando un halo dorado en la cama. Se tumbó al lado de ella y la cálida luz recorrió los duros músculos y se hundió en su rostro. El dolor se reflejaba allí, un dolor que ella hubiera dado cualquier cosa por poder aliviar. Tal vez podría hacerlo.
Daisy extendió las manos hacia él y lo estrechó entre sus brazos. Entonces, ajustó las curvas de su cuerpo para acomodarlas al de Justice. No había duda de que él se había convertido en la pantera que durante mucho tiempo a ella le había recordado. Elegante y ágil, con un ápice de dureza y de peligrosa masculinidad. La piel se deslizaba bajo sus manos. Su fibroso cuerpo le resultaba profundamente atractivo a la artista que ella llevaba dentro de sí como el delicado tono dorado de su piel. Podría perderse en él. Entonces, ¿por qué resistirse?
En aquella ocasión, cuando ella volvió a recorrer las cicatrices, lo hizo con la luz. Deseó que sus besos tuvieran el poder de sanar, que pudiera arreglar y reconfortar todo lo que había dañado no solo su cuerpo, sino también su corazón y su alma. Acarició cada una de ellas mientras Justice permanecía con el rostro rígido y los ojos profundamente cerrados.
Instantes después, él se incorporó con un rápido movimiento y la inmovilizó contra el colchón colocándole las manos a ambos lados de la cabeza. Se colocó encima de ella y la contempló.
–Ahora me toca a mí –dijo él.
Sin darle oportunidad de que respondiera, la besó apasionadamente. Un profundo placer se adueñó de ella y la empujó a abrazarlo de nuevo, tirando de él para que la envolviera en su interminable masculinidad. Justice deslizó las manos entre ambos y le acarició los senos, explorando cada centímetro de ellos, moldeándolos con sus callosas manos antes de bajar la cabeza y atrapar un duro pezón entre los dientes. Ella suspiró de placer.
–Justice –dijo, casi gritando su nombre–, vuelve a hacer eso…
La última vez que había estado entre los brazos de Justice, la última vez que él la había poseído, todo había sido suave y tierno. Experimental. Habían sido prácticamente unos niños, llenos de una insaciable curiosidad y ansia de lo físico, pero cautos al mismo tiempo en su exploración.
En la presente ocasión, su conocimiento era más profundo y su deseo más coordinado. Distaban mucho de ser niños. Sin embargo, en los años que habían separado ambos encuentros, una cosa no había cambiado. La magia seguía existiendo.
La mano de Justice se separó de los pechos y siguió bajando hasta que encontró la calidez de la entrepierna de Daisy. Se hundió en ella, sin dejar de acariciarla, separándole las piernas hasta que ella estuvo completamente extendida debajo de él, expuesta por completo a su mirada. Los músculos del vientre y de los muslos se contraían de placer, sensación que se intensificaba con cada lento movimiento de los dedos de él. Justice se tomó su tiempo, volviéndola loca de placer.
–Por favor, Justice. No puedo soportarlo más.
–Pues espero que sí, dado que tengo mucho que darte. Deja que te lo dé todo, Daisy…
Ella escuchó cómo se abría uno de los cajones de la mesilla de noche y oyó cómo se rasgaba un envoltorio. Con un rápido movimiento, Justice se colocó un preservativo.
El cuerpo de ella se tensó con un deseo intenso. Justice se colocó encima y, tras colocarle las manos en el trasero, la levantó ligeramente. Entonces, se hundió en ella con un lento movimiento, llenándola por completo. Daisy lo estrechó con brazos y piernas y levantó las caderas para que el contacto fuera más completo. Quería que aquella sensaciones duraran para siempre, ansiaba poder aferrarse a aquel instante y gozar siempre con él. Jamás había experimentado algo como aquello y tan solo con él. No lo comprendía ni necesitaba entenderlo. Simplemente lo aceptaba y gozaba con ello.
De repente no pudo pensar. Se limitó a moverse con él, fragmentándose en miles de trozos cuando las sensaciones explotaron dentro de ella. Con cada movimiento, Justice la empujaba un poco más hacia el éxtasis, cada vez más alto y más lejos de lo que nunca había conseguido llegar antes.
Fue un instante trascendente que solo había experimentado en una ocasión y tan solo con un hombre. Con aquel hombre. Con aquellos brazos. Era la misma unión, aunque separada por varios años. ¿Lo sentía él? ¿Sentía la conexión que habían vuelto a forjar? ¿Comprendía él lo que comprendía ella? Daisy había pensado que pasando aquella noche juntos, podría desprenderse por fin de los recuerdos del pasado. Sin embargo, había descubierto algo muy diferente.
A pesar de todo lo que tenían en contra, se habían convertido en uno y ya no había vuelta atrás. A partir de aquel momento, Daisy le pertenecía igual que ella le pertenecía a él. Para siempre.
Por fin llegó la noche. Justice pidió comida que ni siquiera probaron. Empezaron frases que quedaron sin terminar. Prepararon un baño que se quedó frío, olvidado. Se limitaron a estar abrazados, gozando insaciablemente de sus cuerpos. Durmieron en