Caitlin Crews

Secreto desvelado


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2019 Caitlin Crews

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Secreto desvelado, n.º 2810 - octubre 2020

      Título original: Unwrapping the Innocent’s Secret

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

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      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-907-0

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      PERDONE, señor –dijo su secretario con la inseguridad que siempre conseguía transmitir el alcance de sus sentimientos.

      Pascal Furlani los compartía.

      Y no era un hombre que normalmente aceptara la existencia de los sentimientos, a no ser que lo beneficiaran de algún modo.

      –Me he tomado la libertad de elaborar otra lista de candidatas –prosiguió Guglielmo en el mismo tono, porque no era de esos secretarios que temían dar a conocer sus opiniones, sentimientos o pensamientos– ya que en la última hubo varias que usted desaprobó.

      Pascal sabía que era una indirecta. Estaba de pie, pero no frente a la ventana que daba a uno de los barrios más ricos de Roma, sino al lado del tabique de cristal de su moderno despacho que lo separaba del resto.

      Pascal sabía perfectamente cómo era la vieja ciudad de tres mil años de edad, desde sus calles olvidadas a sus piazze más famosas. Sabía lo que era criarse con estrecheces a la sombra de las ruinas de antiguas glorias, y en lo que la ciudad lo había convertido: un canalla que solo reconocía sus legítimos aciertos y daba la espalda a sus errores.

      Se había ganado cada centímetro de las vistas panorámicas de su despacho, pero aún estaba más orgulloso de lo que había conseguido en la Furlani Company.

      Consideró que iba bien encaminado cuando su fortuna personal superó no solo la de su padre, sino la de todos sus hijos legítimos juntos. Lo había logrado el primer año después del accidente.

      El accidente.

      Pascal apretó los labios con desagrado al recordar la época de su vida que más deseaba olvidar, el periodo en que había estado a punto de perderse por completo.

      Nunca olvidaría que su padre lo había apartado de sí como si fuera un desecho. Se negaba a perdonarlo. No ansiaba vengarse. Prefería dominar desde lejos y demostrar a su padre exactamente el mismo interés que él le había demostrado. Y no había vacilado en su propósito desde que era un niño, salvo en aquel lamentable invierno.

      No todos podían decir que habían resurgido de sus cenizas, no de forma metafórica, sino literal. Pascal se llevó los dedos a las cicatrices de la mandíbula, producto del accidente de coche que lo había dejado marcado para siempre.

      Le gustaban porque le recordaban quién era y lo cerca que había estado de olvidarse de su propósito y ambición por lo que, al final, había resultado ser una leve tentación.

      Aunque los recuerdos de aquella época no eran precisamente leves.

      De todos modos, el despacho le recordaba la dirección en la que se encaminaba, lo que había construido con sus manos y su fuerza de voluntad. Reforzaba sus objetivos, todos ellos elegantes y caros, y cada uno dirigido intencionadamente a un padre indiferente y a la memoria de una madre perdida que lo había abandonado a su destino simplemente con un leve encogimiento de hombros.

      No tenía ninguna intención de olvidar cada uno de los momentos que lo habían llevado hasta allí.

      –Si mira la tableta –la plácida voz del secretario lo sacó de sus pensamientos– he seleccionado a varias herederas y las he ordenado en función de su situación social.

      Pascal se volvió, había llegado el momento de dar el siguiente paso y buscar esposa.

      Nada tenía que ver que deseara casarse o no. Una esposa lo haría parecer más estable, más asentado, lo que algunos de su clientes más conservadores preferían. Una esposa lo mantendría alejado de la prensa sensacionalista, lo que, ciertamente, prefería el consejo de administración. Y una esposa le daría herederos legítimos de su fortuna y poder.

      Se moriría antes de someter a un hijo suyo a lo